OTTAWA, lunes, 23 junio 2008 (ZENIT.org).- Las conferencias episcopales de los países del G8 (los países más desarrollados del mundo y Rusia) se han unido en una carta dirigida a los gobernantes de estos países en la que les recuerdan sus responsabilidades respecto a la ayuda al desarrollo. Les piden respetar su promesa hecha en 2005 de dedicar 50.000 millones de dólares al año hasta 2010 a este fin.
En una carta, de fecha 19 de junio, firmada por monseñor V. James Weisgerber, presidente de la Conferencia Episcopal de Canadá, las conferencias episcopales de los países del G8 lanzan un llamamiento a empeñarse «todavía más intensamente en reducir la pobreza en el mundo y los problemas ligados a los cambios climáticos»
Su mensaje (publicado en el sitio web de la Conferencia Episcopal de Canadá: http://www.cccb.ca) se produce con vistas a la cumbre del G8 organizada del 7 al 9 de julio en Toyako, Japón, entre los jefes de Estado y de Gobierno de Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Canadá y Rusia.
«Estamos especialmente preocupados por los miembros más pobres de la familia humana que requieren más protección, especialmente en los países en desarrollo», precisan los obispos. Piden al G8 «reafirmar y respetar los compromisos hechos en Gleneagles en 2005 y en Heiligendamm en 2007».
«En 2005, los países más ricos del mundo prometieron una ayuda suplementaria al desarrollo de 50.000 millones de dólares al año, de la cual la mitad para África, hasta 2010. Además de mantener estos compromisos, se deben tomar otras iniciativas en los campos de la salud, la educación y la ayuda humanitaria», afirman los obispos de los países del G8.
Su mensaje aborda también «la crisis alimentaria internacional, que afecta de una manera desproporcionada a los más pobres, flagelos como el vih y el sida, la malaria y otras enfermedades» que «nos impulsan a actuar de manera urgente». Piden por tanto al G8 atenerse a las «consecuencias de la crisis alimentaria sobre los más pobres» y aumentar «la ayuda en los campos de la salud y de la educación».
La Iglesia católica insiste a continuación en uno de los puntos más importantes de la cumbre en Japón: el cambio climático. «Se trata de una cuestión seria para los creyentes, deseosos de proteger el mundo creado por Dios. En tanto que obispos católicos, estamos especialmente preocupados por las repercusiones de los cambios climáticos en los pobres –afirma el mensaje–. A pesar del hecho de que estos hayan contribuido menos a las actividades que han gravado estos cambos, sufren desmesuradamente los efectos nocivos».
Los obispos piden al G8 aportar «la ayuda necesaria a las comunidades y a los países pobres para que puedan encontrar los medios para adaptarse al cambio climático, y utilizar las tecnologías más provechosas para el medio ambiente».
Por Nieves San Martín