CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 25 junio 2008 (ZENIT.org).- La verdadera libertad está en decir «sí» a Dios, a pesar de que muchas veces se piensa lo contrario, aclara Benedicto XVI.
Esta fue la consigna que dejó a los 15 mil fieles que participaron en la mañana de este miércoles en la audiencia general, dedicada a presentar la figura de san Máximo, monje del siglo VI, heroico «confesor» de la fe en la voluntad humana y divina de Jesús.
Su oposición a la herejía del monotelismo –que sólo reconocía en Cristo una voluntad, la divina, negando la humana–, desencadenó la ira del emperador Constante II, que buscó hacer cambiar de opinión a Máximo con todos los medios.
Sometió al monje a un extenuante proceso, a pesar de que ya había superado los ochenta años, en el que fue condenado, junto a dos compañeros, a la mutilación de la lengua y de la mano derecha para impedirles hablar y escribir. Máximo murió dos años después, el 13 de agosto de 662.
La dura vida que soportó Máximo hace que su pensamiento se identifique sobre todo con el drama de Jesús Getsemaní, explicó el Papa a los peregrinos que tuvieron que soportar un tremendo calor.
«En este drama de la agonía de Jesús, en la angustia de la muerte, de la oposición entre la voluntad humana de no morir y la voluntad divina, que se ofrece a la muerte, se realiza todo el drama humano, el drama de nuestra redención», afirmó.
El Papa recogió en estas palabras la lección de san Máximo: «Adán (y Adán somos nosotros) pensaba que el ‘no’ era la cumbre de la libertad. Sólo quien puede decir ‘no’ sería realmente libre; para realizar realmente su libertad el hombre debería decir «no» a Dios».
«La naturaleza humana de Cristo también llevaba en sí esta tendencia, pero la superó pues Jesús comprendió que el ‘no’ no es lo máximo de la libertad humana».
«Lo máximo de la libertad es el ‘sí’, la conformidad con la voluntad de Dios. Sólo en el ‘sí’ el hombre llega a ser realmente él mismo; sólo en la gran apertura del ‘sí’, en la unificación de su voluntad con la divina, el hombre llega a estar inmensamente abierto, llega a ser ‘divino'».
«Ser como Dios era el deseo de Adán, es decir, ser completamente libre. Pero no es divino, no es completamente libre el hombre que se encierra en sí mismo; lo es si sale de sí mismo, en el ‘sí’ llega a ser libre».
«Este es el drama de Getsemaní: ‘que no se haga mi voluntad, sino la tuya’. Transfiriendo la voluntad humana en la voluntad divina nace el verdadero hombre, así somos redimidos».
En esta lección de Máximo, concluyó, «vemos que está en juego todo el ser humano; está en juego toda nuestra vida».
La intervención del Santo Padre forma parte del ciclo de catequesis que está ofreciendo los miércoles sobre las grandes figuras de la historia de la Iglesia.