CIUDAD DEL VATICANO, lunes 30 de junio de 2008 (ZENIT.org) Publicamos la alocución que pronunció Benedicto XVI ayer domingo a mediodía al rezar la oración mariana del Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, tras la Misa en la que participó el Patriarca de Costantinopla, Bartolomeo I, en la Basílica de san Pedro:
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Queridos hermanos y hermanas, este año la fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo cae en domingo, así que toda la Iglesia, y no solo la de Roma, la celebra de forma solemne. Esta coincidencia es propicia también para dar mayor relieve a un acontecimiento extraordinario: el Año Paulino, que he abierto oficialmente ayer por la noche, ante la tumba del Apóstol de los gentiles, y que durará hasta el 29 de junio de 2009. Los historiadores colocan de hecho el nacimiento de Saulo, convertido después en Pablo, entre el 7 y el 10 después de Cristo. Por ello, al cumplirse alrededor de dos mil años, he querido convocar este jubileo especial, que naturalmente tendrá como baricentro Roma, en particular la Basílica de San Pablo Extramuros y el lugar del martirio, en Tre Fontane. Pero implicará a la Iglesia entera, a partir de Tarso, ciudad natal de Pablo, y desde el resto de lugares paulinos, meta de peregrinaciones en la actual Turquía, como también en Tierra Santa, y en la isla de Malta, donde el Apóstol atracó tras un naufragio y donde echó la semilla fecunda del Evangelio. En realidad, el horizonte del Año Paulino no puede dejar de ser universal, porque san Pablo ha sido por excelencia el apóstol de aquellos que respecto de los Hebreos eran “los alejados”, y que “gracias a la sangre de Cristo” se han convertido en “los cercanos” (cfr. Ef 2,13). Por esto también hoy, en un mundo cada vez más “pequeño”, pero donde muchísimos aún no han encontrado al Señor Jesús, el jubileo de san Pablo invita a todos los cristianos a ser misioneros del Evangelio.
Esta dimensión misionera necesita ser acompañada siempre a la de la unidad, representada por san Pedro, la “roca” sobre la que Jesucristo ha edificado su Iglesia. Como subraya la liturgia, los carismas de los dos grandes Apóstoles son complementarios para la edificación del único Pueblo de Dios y los cristianos no pueden dar testimonio válido de Cristo si no están unidos entre ellos. El tema de la unidad hoy se pone de relieve por el tradicional rito del Palio, que durante la santa Misa he impuesto a los Arzobispos Metropolitanos nombrados durante el último año. Son 40, y otros dos lo recibirán en sus sedes. A ellos reitero mi saludo cordial. Además, en la solemnidad de hoy es para el Obispo de Roma motivo de especial alegría acoger al Patriarca Ecuménico de Costantinopla, en la querida persona de Su Santidad Bartolomeo I, al cual renuevo mi fraterno saludo extendiéndolo a la entera Delegación de la Iglesia Ortodoxa que le acompaña.
Año Paulino, evangelización, comunión en la Iglesia y unidad plena de todos los cristianos: recemos por estas grandes intenciones confiándolas a la celeste intercesión de María Santísima, Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles.
(en español dijo)
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los Arzobispos que hoy han recibido el Palio y a quienes los acompañan, venidos de Argentina, Colombia, Ecuador, España y Venezuela, así como a los grupos parroquiales de Málaga y Granada. En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, invito a todos a imitar su firmeza en la fe en Cristo, que ellos transmitieron fielmente hasta dar la vida por ella.
[Traducción del original italiano realizada por Inmaculada Alvarez
© Copyright 2008 – Libreria Editrice Vaticana]