La contribución del fundador de Taizé al diálogo ecuménico

Según el cardenal Walter Kasper

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ROMA, martes 19 de agosto de 2008 (ZENIT.org).- «Pocas personas de nuestra generación han encarnado con tanta transparencia el rostro manso y humilde de Jesucristo». Con estas palabras recordó el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, la figura del hermano Roger Schutz, fundador de la comunidad de Taizé, en el tercer aniversario de su muerte.

En una entrevista concedida al diario vaticano L’Osservatore Romano, el cardenal Kasper destacó la contribución del difunto prior de Taizé al diálogo ecuménico, pero sobre todo el testimonio de su vida y de su espiritualidad.

«Su muerte –asesinado durante una celebración litúrgica a manos de una desequilibrada– me recordaba unas palabras del profeta Isaías sobre el Siervo del Señor: ‘Maltratado, se dejó humillar y no abrió la boca; era como un cordero llevado al matadero, como oveja muda frente a su trasquilador'».

Durante toda su vida, afirmó el purpurado «el hermano Roger ha seguido el camino del Cordero: con su dulzura y su humildad, con su rechazo de todo acto de grandeza, con su decisión de no hablar mal de nadie, con su deseo de llevar en su corazón los dolores y las esperanzas de la humanidad».

El cardenal Kasper, que presidió los funerales por el difunto prior, recordó que en su época de obispo de Rottenburg-Stuttgart, él mismo animaba a los jóvenes a acudir a los encuentros veraniegos de Taizé.

«En una época turbulenta para la Iglesia y para la fe cristiana, el hermano Roger era una fuente de esperanza reconocida por muchos, incluido yo mismo. Veía cómo aquella estancia les ayudaba a conocer mejor y a vivir la Palabra de Dios, en la alegría y la simplicidad».

Ecumenismo

Para el cardenal Kasper, la gran contribución del hermano Roger Schutz y la comunidad de Taizé al diálogo ecuménico fue espiritual, ya que «más que a la rapidez del desarrollo del movimiento ecuménico, él miraba a su profundidad».

«Estaba convencido de que sólo un ecumenismo nutrido de la Palabra de Dios y de la celebración de la Eucaristía, de la oración y de la contemplación sería capaz de reunir a los cristianos en la unidad querida por Jesús», añadió.

La búsqueda de la unidad era, para el fundador de Taizé, «como un hilo conductor incluso en las decisiones más concretas de cada día: acogiendo alegremente cada acción que pueda acercar a los cristianos de tradiciones diferentes, evitando toda palabra o gesto que pudiera retrasar su reconciliación».

«Para mí -explicó el purpurado- el hecho de que cada año miles de jóvenes sigan tomando el camino de la pequeña colina de Taizé es verdaderamente un don del Espíritu Santo para la Iglesia hoy».

«Estoy contento de ver que los jóvenes que plantan cada verano las tiendas de Taizé, procedentes de diversos países de Europa occidental y oriental, pertenecen a comunidades de tradición protestante, católica y ortodoxa, y que a menudo acuden acompañados por sus sacerdotes o pastores».

En la comunidad de Taizé, prosiguió el cardenal Kasper, los jóvenes encuentran «como una ‘parábola de la unidad’ que ayuda a superar las fracturas del pasado. Creo que muchos jóvenes se dan cuenta de lo que se juega con la unidad de los cristianos. Saben cómo el peso de las divisiones dificulta el testimonio de los cristianos y la construcción de una nueva sociedad».

Especialmente para los jóvenes, Taizé supone una ayuda pastoral para las iglesias locales, que a veces «encuentran dificultades para acompañar bien a los jóvenes en su camino espiritual. Y en este sentido, los grandes encuentros de Taizé responden a una verdadera necesidad pastoral».

En este sentido, tras la muerte del hermano Roger y la sucesión del hermano Alois, el cardenal se declaró «sorprendido» por la «gran continuidad en la vida de la comunidad de Taizé y en la acogida a los jóvenes».

«La liturgia, la oración y la hospitalidad continúan con el mismo espíritu, como un canto que nunca se ha interrumpido. Esto dice mucho, no sólo sobre la persona del nuevo prior, sino también sobre la madurez humana y espiritual de toda la comunidad de Taizé. Es la comunidad en su conjunto la que ha heredado el carisma del hermano Roger y del cual continua a vivir e irradiar».

¿»Conversión» al catolicismo?

Respecto a las suposiciones sobre su supuesta «conversión» al catolicismo, especialmente tras haber recibido públicamente la Comunión durante el funeral de Juan Pablo II, el cardenal Kasper explicó que o se traba de una excepción, ya que el hermano Roger «había recibido en muchas ocasiones la Comunión».

Roger Schutz, pastor de la Iglesia reformada, «ya desde joven nutrió su fe y su vida espiritual en las fuentes de otras tradiciones cristianas, traspasando así ciertos límites confesionales. Su deseo de seguir una vocación monástica y con esta intención de fundar una nueva comunidad con cristianos reformados dice mucho sobre esta búsqueda».

Con el pasar de los años, «la fe del prior de Taizé se enriqueció con el patrimonio de la fe de la Iglesia católica. Según su propio testimonio, precisamente refiriéndose al misterio de la fe católica, comprendía ciertos datos de la fe, como el papel de la Virgen María en la historia de la salvación, la presencia real de Cristo en los dones eucarísticos y el ministerio apostólico de la Iglesia. En respuesta, la Iglesia católica había aceptado que accediese a la Comunión, como hacía todas las mañanas en la gran iglesia de Taizé. «, añadió.

El hermano Roger, explicó el purpurado, «recibió en muchas ocasiones la comunión de manos de Juan Pablo II, que tenía lazos de amistad con él desde los tiempos del Concilio Vaticano II y que conocía bien su camino en la fe católica. En este sentido, no había nada de secreto o de escondido en la postura de la Iglesia católica, ni en Taizé ni en Roma».

El cardenal Kasper recordó al respecto unas palabras del prior de Taizé durante el encuentro europeo de jóvenes de Roma (1980), en las que «describió su propio camino y su identidad de cristiano», afirmando que había encontrado su identidad «reconciliando en sí mismo la fe de sus orígenes con el misterio de la fe católica, sin romper la comunión con nadie».

«En su conciencia, él había entrado en el misterio de la fe católica como uno que crece, sin tener que ‘abandonar’ o ‘romper’ con lo que había recibido o vivido a
ntes», afirmó el cardenal, y añadió que «por respeto al camino de fe del prior de Taizé, sería preferible no aplicar en su caso categorías que él juzgaba inapropiadas para su experiencia y que por otro lado la Iglesia católica nunca quiso imponerle».

Por otro lado, el purpurado destacó la amistad personal que el hermano Roger mantuvo con los últimos Papas, desde Juan XXIII hasta Juan Pablo II.

«Por una parte, el prior de Taizé se sentía muy cercano a los obispos de Roma, en su preocupación de conducir a la Iglesia de Cristo en el camino de la renovación espiritual, de la unidad de los cristianos, del servicio a los pobres y del testimonio del Evangelio».

Por otro lado, añadió el cardenal Kasper, «se sabía profundamente comprendido y apoyado por los Papas en su personal camino espiritual y en la orientación que iba tomando la joven comunidad de Taizé».

«La conciencia de actuar en armonía con el pensamiento del obispo de Roma era para él como una brújula en todos sus actos. Él nunca habría tomado una iniciativa que supiera que iba contra el parecer o la voluntad del Papa», concluye el purpurado alemán.

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ZENIT Staff

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