WASHINGTON, sábado, 30 agosto 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito Kevin Appleby, director de la Oficina de Política Migratoria y de Refugiados de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, en el contexto del debate social provocado por la campaña presidencial estadounidense.
Appleby tiene una licenciatura en Derecho por la Universidad de Maryland y un grado de maestría en asuntos internacionales por la Universidad George Washington.
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El debate nacional sobre inmigración ha generado grandes discusiones, a menudo emocionales, sobre el impacto del número creciente de inmigrantes indocumentados en nuestras comunidades. Predomina el diálogo acalorado sobre los aspectos económico, social y legal de la cuestión. Sin embargo, deberíamos entender que, por encima de todo, la inmigración es un asunto humanitario y, en última instancia, una cuestión moral.
Cada día en parroquias, programas de servicios sociales, hospitales y escuelas las consecuencias humanas de un sistema de inmigración inadecuado son patentes: familias separadas, trabajadores inmigrantes explotados por coyotes y empleadores sin escrúpulos, y seres humanos desesperados por sobrevivir que mueren en los desiertos de Estados Unidos. Al tiempo que nuestra nación se beneficia del trabajo duro de los inmigrantes indocumentados, nosotros fallamos en extenderles las protecciones legales básicas para el lugar de trabajo. Aún peor, algunos usan a los inmigrantes como chivos expiatorios de nuestros problemas sociales.
El documento de los obispos estadounidenses Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles urge a los católicos a que estudien temas como la inmigración antes de ir a las urnas.
Dadas algunas prácticas y políticas actuales en algunos estados y ciudades de los EE.UU., y el efecto perjudicial que éstas causan sobre la vida y la dignidad humanas, los obispos han afirmado que la situación actual es inmoral y han hecho un llamado a la reforma integral del sistema de inmigración. Su receta para remediar el sistema es enfatizar la legalidad sobre la ilegalidad mediante la creación de vías legales para la inmigración y la legalización, con un camino abierto a la ciudadanía, para los inmigrantes indocumentados. Desde luego, esto incluye un cumplimiento riguroso de las leyes, pero también sugiere una aproximación más integral que reforma todos los aspectos del sistema. Este remedio representa la forma más efectiva, humana y práctica para resolver nuestra crisis inmigratoria.
Algunos argumentan que los trabajadores indocumentados y sus familias no deberían recibir estatus legal porque viven fuera de ley. Antes de emitir juicio, debemos considerar que la política estadounidense ha creado, en realidad, condiciones que fomentan la inmigración ilegal y el incumplimiento de la ley. Por ejemplo, mientras el gobierno federal ha gastado billones de dólares en reforzar la vigilancia y la seguridad en la frontera en los últimos 15 años, durante el mismo periodo el número de inmigrantes sin documentos se ha más que duplicado en el país. Esto se debe, principalmente al hecho de que una vez han entrado en los Estados Unidos, casi el 80 por ciento de los trabajadores inmigrantes varones encuentran trabajo en compañías estadounidenses. Este imán de trabajos disponibles induce a los inmigrantes a venir.
Para agravar el problema, las leyes de inmigración de Estados Unidos no proveen vías legales para que estos trabajadores puedan inmigrar de forma segura y legal. El número de visados de trabajo disponibles para trabajadores con poca preparación es absurdamente pequeño comparado con la demanda – 5,000 visas permanentes y 66,000 temporales por año. Los visados para mantener a las familias unidas pueden ser aún más escasos. Tiempos de espera de hasta 10 años para familiares cercanos de familias de México son algo bastante usual.
También debemos considerar la intención y el efecto de la trasgresión legal por parte del inmigrante, dos factores atenuantes que se consideran a menudo en los tribunales de EE.UU. La intención de los trabajadores inmigrantes es la de trabajar para poder sustentar a sus familias y el efecto es que ayudan a la economía estadounidense al trabajar en industrias importantes que necesitan mano de obra.
Por ejemplo, algunos líderes en el sector de la construcción estiman que si los trabajadores sin documentos se marcharan de los Estados Unidos, la construcción de viviendas se retrasaría entre seis y ocho meses y el costo subiría en un 30 a un 40 por ciento. El sector sanitario se apoya fuertemente en trabajadores inmigrantes para el cuidado de ancianos y enfermos. El Departamento de Trabajo predice que la demanda de trabajadores extranjeros en estas y otras industrias crecerá dramáticamente.
La reforma migratoria integral representa una solución humana a nuestra crisis. Permitirá a los inmigrantes y a sus familias permanecer juntos y, al mismo tiempo, contribuir sin temor sus talentos a la comunidad. También ayudará a reducir la explotación de los inmigrantes y a reducir el número de los que perecen en el intento de venir a los Estados Unidos.
Los oficiales electos deben examinar las causas que originan la emigración desde sus comunidades de origen y trabajar con sus gobiernos para crear puestos de trabajo en esos lugares. Esta es la solución a largo plazo que el alzamiento de un muro de 700 millas en la frontera no logrará. Es imperativo que ambos partidos y ambas cámaras del Congreso trabajen duro para producir leyes que creen un sistema de inmigración predicado en el cumplimiento de la ley y que enaltezca los valores que todos los americanos apreciamos-trabajo duro, oportunidad y compasión.
United States Conference of Catholic Bishops