CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 31 agosto 2008 (ZENIT.org).- Llevando una bendición y el saludo de Benedicto XVI, el cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, presidió este vienes en la ciudad de Kazán, en la República de Tartaria, en Rusia, la misa de consagración de la iglesia católica de la Exaltación de la Santa Cruz, un hecho histórico para la pequeña comunidad católica, que vive en medio de la mayoría musulmana y que carecía de un lugar de culto así.
En la solemne celebración se rezó por la solución de la crisis internacional, que tiene su epicentro en el Cáucaso y por la paz del mundo, como nos ha señalado el arzobispo Antonio Mennini, nuncio apostólico, representante de la Santa Sede ante la Federación Rusa, que ha participado en esta Misa.
«Se ha rezado por la paz del mundo -ha revelado a los micrófonos de Radio Vaticano–. Para que todas las partes implicadas, con la ayuda también de la comunidad internacional, puedan verdaderamente sentarse alrededor de una mesa. Porque no faltan los instrumentos para dirimir estas controversias, para encontrar soluciones satisfactorias para las partes».
Participaron numerosas autoridades civiles y religiosas. La misa ofreció la oportunidad para agradecer, en nombre del Papa, a los administradores musulmanes y a la población de Kazán que ha colaborado en brindar un lugar de culto a la minoría católica de esta ciudad.
«Un auténtico ejemplo de respeto interreligioso», confirma el arzobispo Antonio Mennini: «Un mensaje no sólo para Rusia, sino para todo el mundo, en lo que se refiere a la tolerancia y no sólo, a la comprensión entre todas las religiones y toda fe. Como dijo el párroco durante la Misa, durante todos los años de construcción de esta iglesia ha habido solidaridad efectiva de parte de los ortodoxos y de los musulmanes».
«Como se sabe, la iglesia católica había sido requisada y el gobierno local y el federal encontraron dificultades para devolverla, porque en ella se habían colocado las maquinarias de las fábricas de aviones que hay aquí. A pesar de todo ello, se empeñaron y nos ofrecieron un bellísimo terreno», añade el representante papal en Rusia.
«Nos han ayudado mucho también en la parte económica, junto, ciertamente, con la Santa Sede y el Santo Padre, precisamente porque –como dijeron– todas las religiones tienen el derecho de tener un lugar digno donde rezar, donde reunirse. Todos han formulado votos para que crezca esta colaboración entre católicos y ortodoxos y entre todas las religiones».
La construcción de la iglesia ha sido posible, gracias también a la contribución de la ciudad de Kazán, de mayoría musulmana. En un lugar de especial veneración para la tradición religiosa ortodoxa, enlazado con la aparición de la Virgen, en 1579, y con el icono de la Madre de Dios, que el Santo Padre Juan Pablo II donó a la Iglesia y al pueblo ruso, en agosto de 2004.
Desde Kazán, en unas declaraciones a Radio Vaticano, el cardenal Sodano ha destacado «la importancia de dar el corazón a esta comunidad católica, que no tenía un lugar de culto». El mismo purpurado celebró la santa misa de los últimos dos días en la pequeña capilla del cementerio, donde se reunía la comunidad católica.
Este día quedará como un gran momento de fiesta, señaló también el cardenal Sodano, haciendo hincapié en la presencia del presidente de la República de Tartaria, que le ha entregado las llaves de la nueva iglesia, y del alcalde de Kazán: «Por lo tanto, fiesta de la comunidad católica y también fiesta de la ciudad, que vive esta experiencia religiosa y de diálogo común».
El cardenal Sodano rezó ante el icono de la Virgen de Kazán y visitó el antiguo monasterio del Arcángel Rafael, ortodoxo. «He encontrado a una comunidad muy ferviente. Nos hemos abrazado en el nombre de María y nos hemos saludado. Precisamente en el nombre de María encontramos el mejor ecumenismo, el ecumenismo espiritual que nos une a todos», confiesa.
Desde esta ciudad tártara, el decano del Colegio Cardenalicio ha querido expresar también sus mejores anhelos de paz para toda la gran nación rusa: «Hemos rezado, en estos días, y seguiremos rezando por el progreso pacífico de todos aquí y en la gran nación rusa. También rezamos por la solidaridad entre las naciones cercanas. La bandera de Juan Pablo II y la bandera del Papa actual, Benedicto XVI, es la bandera del diálogo mutuo. La bandera de la paz. Porque somos miembros de una misma familia y como hermanos y hermanas debemos entendernos, debemos colaborar».
«Éste es el mensaje de paz que la Iglesia repite siempre. Ésta es la bandera que también hoy aquí elevamos, con la certeza de que con la intercesión de María, Reina de la Paz, habrá un gran porvenir para estos pueblos», concluye.