La abolición del aborto como progreso de los derechos humanos

Por Mercedes Aroz

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MADRID, sábado, 22 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la ponencia presentada ante el Congreso Católicos y Vida Pública por Mercedes Aroz, una de las fundadoras del Partido Socialista de Cataluña.

En las elecciones generales de 2004, Aroz fue la senadora elegida con más votos, el 53% largo de los emitidos en su circunscripción, la provincia de Barcelona.En noviembre de 2007, ha abandonado el escaño de senadora, tras anunciar su conversión al catolicismo.

 

 

 

 

Quiero agradecer en primer lugar a los organizadores del Congreso, y en particular a D. Alfredo Dagnino y a D. José Francisco Serrano, la invitación a participar en este importante Congreso Católicos y Vida Pública, un referente fuerte dentro del catolicismo en España, desde el que se trabaja para hacer resurgir la presencia del hecho cristiano en nuestra sociedad.

1. Necesidad de reflexionar sobre la tarea de los cristianos en el mundo de hoy desde la prioridad de dar a conocer a Cristo

La reflexión en la presente edición se centra en la encíclica de Benedicto XVI, Spe Salvi, y en cómo llevar la esperanza y los valores cristianos al conjunto de la sociedad española en un momento, sin duda, crítico en el que se está configurando un nuevo modelo de sociedad.

Todo ello se enmarca a mi juicio en una cuestión central que es la necesidad de reflexionar profundamente sobre la tarea de los cristianos en el mundo de hoy, con la prioridad de dar a conocer a Cristo. Porque conocer a Cristo significa comprender el sentido de la propia vida y la propia identidad, y recibir una auténtica esperanza. La esperanza proviene, como nos dice Benedicto XVI, de conocer a Dios que nos ha mostrado su rostro en Cristo. La fe es esperanza pues por ella sabemos que tenemos un futuro: que nuestra vida no acaba en el vacío, que empieza y acaba en Dios.

2. ¿Cómo llevar la esperanza cristiana a todos?

Y la cuestión que se nos plantea es cómo llevar la esperanza a los que no la tienen y mostrar asimismo que la esperanza en una sociedad mejor no es una verdadera esperanza personal. Centrar las esperanzas sólo en el progreso material lleva a la larga o a la corta a la insatisfacción y, por otro lado, si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética de la persona no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el universo (SS 22).

Nos dice Benedicto XVI que de nuestro obrar cuando colaboramos para que el mundo sea más luminoso y humano surge esperanza para nosotros y para los demás, pero, con todo, lo más importante es llevar la luz de Cristo y su Evangelio, con hechos y palabras, a toda la sociedad, que hoy necesita el testimonio de los cristianos. Y considero que un compromiso serio en el anuncio del Evangelio precisa de un diagnóstico profundo de los desafíos reales que se plantean en la cultura contemporánea.

3. El anuncio del Evangelio requiere un diagnóstico profundo de los desafíos reales que hay que afrontar en la cultura contemporánea

La sociedad española es hoy una sociedad secularizada de forma similar al resto de la Europa Occidental en la que Dios ya no es el referente global con el que todo se articula, como bien describe el profesor Estrada en su libro El cristianismo en una sociedad laica , en el que también ofrece importantes reflexiones de futuro. Ha surgido un nuevo estilo de vida, de base profana, una nueva cultura en la que el núcleo es la ciencia y la técnica, y el pensamiento post-moderno se caracteriza por el escepticismo, el relativismo y el rechazo a conceptos fuertes como la verdad y el sentido, pues lo que determina la post-modernidad es la pérdida de referencias últimas. Esta pérdida de referencias ha conducido a una crisis de valores morales, a una pérdida de orientación personal y al malestar cultural existente.

Pero también hay aspectos positivos en la situación española pues el catolicismo sigue siendo relativamente mayoritario y subsiste la cultura de trasfondo católico. Hay, por tanto, condiciones favorables para que de nuevo germine el cristianismo. No se trata de que la religión perviva como mero hecho cultural, sino de hacerla resurgir como fe personal – que lleve al creyente a un compromiso real y a una experiencia profunda de la fe cristiana -, y en cuanto a la sociedad se trata de recuperar valores que elevan la dignidad del ser humano.

4. El cristianismo al encuentro del hombre de hoy

No es cuestión en mi opinión de mirar hacia el pasado sino de asimilar ampliamente y con profundidad los cambios, en particular el hecho de vivir en una sociedad secularizada, y en esta situación histórica responder a los retos que se plantean. Y el más urgente e importante hoy es, sin duda, contribuir a través del diálogo con la sociedad a construir unos valores comunes, una ética compartida, que contenga los valores fundamentales del hombre y que permita articular una convivencia integradora.

Creo que está por hacer en el ámbito cristiano el análisis de la sociedad en la que vivimos y el papel del cristianismo en ella, la reflexión sobre la relación entre cristianismo y sociedad pluralista, y el fomentar intensamente el diálogo con la cultura actual. Hay que configurar el modo de anunciar el mensaje cristiano y de proponer valores en una forma en la que pueda haber diálogo y que resulte comprensible para todos los ciudadanos. Para que los valores cristianos puedan ser asumidos por personas que no son cristianas, desde la convergencia entre fe y razón que pretende el cristianismo, es preciso utilizar argumentos convincentes para todos, mostrar la razonabilidad de nuestras posiciones y buscar puntos de encuentro. Y, posiblemente el punto de encuentro sea la vinculación de los valores cristianos con los derechos humanos – la vertiente secular de la dignidad de la persona que defiende el cristianismo -, la única referencia objetiva que puede ser asumida por todos los ciudadanos.

5. El reto de la abolición del aborto como progreso de los derechos humanos

Y en este sentido, éste puede ser el camino para hacer avanzar en la sociedad española una posición mayoritaria favorable a la abolición del aborto, como hoy existe respecto a la abolición de la pena de muerte en el mundo , abolida en España en 1983. Hay que plantear la abolición del aborto como lo que es: un objetivo progresista, de avance de la civilización, pues el reconocimiento jurídico de los derechos humanos y su ampliación es fruto del progreso del ser humano en la comprensión de su realidad y de su dignidad como persona. Y, hoy que conocemos por la ciencia que la realidad del ser humano existe desde su concepción, esto nos interpela desde el punto de vista de los derechos humanos para hacer extensivo el derecho a la vida reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos al primer estadio de la vida del hombre.Por tanto, el objetivo ha de ser ambicioso. No está sólo en evitar una nueva ley en el sentido que se dice, sino en convencer con argumentos a la mayoría de los ciudadanos y apoyados en la ciencia de que el aborto se opone a los derechos humanos y es impropio de una sociedad civilizada, y que esto ha de tener una plasmación jurídica en el medio plazo. De la misma manera que frente a los argumentos a favor de la pena de muerte en graves delitos prevaleció el respeto al derecho a la vida, hay que lograr que este derecho del hombre sea reconocido desde su concepción y hasta su muerte. Este objetivo ha de ir acompañado de una mayor protección a la maternidad y de la prevención del embarazo adolescente mediante la formación.

6. Resituar el debate sobre la laicidad: diferenciar «laicidad estatal» y «laicidad de la sociedad». La laicidad en la sociedad pluralista

Abordaré ahora el importante debate en el que estamos inmersos sobre el concepto de laicidad. Y sobre ello, es esclarecedor el libro del Cardenal S
cola, Una nueva laicidad, que lleva a la necesidad de resituar el debate incorporando la distinción entre «laicidad del Estado» y «laicidad de la sociedad», y la necesidad de definir entre todos que se entiende por laicidad en una sociedad pluralista.

El Estado ha de ser laico, esto significa que no es confesional e implica una neutralidad ideológica, pero al mismo tiempo no puede ser indiferente a la realidad social. La «sociedad laica», sin embargo, no lo es propiamente pues en ella se expresan los valores de los no-creyentes y de los creyentes, y una cuestión fundamental para la cohesión social es cómo se articulan esos diferentes valores. Lo que el poder político no puede hacer es imponer una ideología en la sociedad civil pues tanto la propia laicidad del Estado como la libertad religiosa y el respeto a la libertad de conciencia no lo permiten. En una sociedad democrática son las personas y los grupos los que tienen el papel de hacer aportaciones – a nivel cultural, espiritual, ético – y crear opinión en el marco de la libre expresión. Al poder político le corresponde respetar y garantizar esta actividad que expresa la realidad social y sin la que no puede existir una sociedad libre ni una ciudadanía responsable.

En este punto, hay que llamar la atención precisamente sobre la dificultad de debatir en España cuestiones de tipo ético lo que supone un serio déficit democrático, que es preciso corregir.

Otro aspecto a tener muy presente en la laicidad es que este ámbito abarca hoy un conjunto articulado de temas, y no únicamente la problemática de la relación Iglesia-Estado. Los temas son conocidos: matrimonio-familia, biotecnología, interculturalidad, inter-religiosidad, siendo las cuestiones más graves las que afectan a la visión del hombre.Por todo ello, es fundamental situar adecuadamente este debate y contribuir desde el cristianismo a construir un futuro ético y una convivencia integradora.

7. Anunciar a Cristo nuestra prioridad

No quiero acabar sin referirme a la situación que genera la crisis económica: paro y aumento de la pobreza. Algo que nos llama a estar muy atentos para hacer efectiva la solidaridad necesaria, apoyando particularmente a Cáritas que está afrontando la situación.

Y finalizo, a modo de resumen, con unas palabras de Benedicto XVI en EEUU , que nos exhortan a seguir siendo fermento de esperanza evangélica en la sociedad, llevando la luz y la verdad del Evangelio a todos los hombres, y contribuyendo a crear un mundo cada vez más justo y más libre. Sin dejarnos vencer por el pesimismo o los problemas. Y, sabiendo que sólo si nos mantenemos unidos a Cristo nuestro testimonio será creíble y dará frutos de paz y reconciliación en medio de una realidad – que como la nuestra -, muchas veces está marcada por divisiones y enfrentamientos.

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ZENIT Staff

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