BOGOTÁ, miércoles, 26 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Los obispos de Colombia han manifestado su amor y cercanía a las personas que en la crisis económica de las «pirámides» han perdido sus ahorros.
Al mismo tiempo, un comunicado emitido este miércoles por monseñor Rubén Salazar Gómez, presidente de la Conferencia Episcopal denuncia la «enfermedad moral" manifestada en la injusticia social que busca «dinero fácil».
Las «pirámides financieras» son empresas ilegales captadoras de dinero que pagan rendimientos de hasta un 300% con el dinero de nuevos clientes, hasta quebrar o huir con los fondos.
El Gobierno colombiano intervino hace dos semanas DMG, considerada como una de las entidades ilegales más grandes de este tipo, con presuntos vínculos con narcotraficantes y líderes políticos, y decretó la emergencia social por la quiebra de varias «pirámides», en las que unos tres millones de personas habían depositado su dinero atraídos por exorbitantes ganancias.
El colapso de las «pirámides» ha desencadenado gravísimos disturbios en varias ciudades colombianas.
Monseñor Salazar Gómez, arzobispo de Barranquilla, explica que «con amor de pastores acompañamos a todas las personas que han perdido sus bienes y ahorros, comprendemos su dolor y angustia y los invitamos a buscar, con valentía pero con prudencia y respeto a la ley, la restitución de sus haberes».
El prelado denuncia «con claridad que estos acontecimientos muestran, una vez más, la situación de enfermedad moral que vive nuestra Patria, producida por la degradación de las costumbres sociales que tiene -al mismo tiempo como causa y efecto en un aberrante círculo vicioso- la violencia generalizada, la injusticia que ha corroído todos los ámbitos de la vida nacional, la corrupción rampante, la politiquería exacerbada que ha impedido la construcción de una nación ordenada y pacífica, la búsqueda inescrupulosa del dinero fácil y la omnipresente acción deletérea del crimen, especialmente el narcotráfico, el contrabando, la delincuencia organizada».
«Enfermedad moral que causa un número creciente de víctimas, en su mayoría desprotegidas e inermes ante las fuerzas destructoras de su dignidad».
«Invitamos a las fuerzas vivas del país a que todos -dejando a un lado lo que nos enfrenta y divide- busquemos sinceramente el bien común de los colombianos, especialmente de los más pobres y desamparados, para que aunando nuestras fuerzas podamos construir juntos una sociedad más justa, fraterna, solidaria y en paz», afirma el comunicado episcopal.