MADRID, miércoles 26 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- Los católicos españoles están urgentemente llamados a «manifestar las razones de su esperanza en una sociedad, como la nuestra, aturdida en su prepotente y falaz autosuficiencia». Así reza el Manifiesto final del Congreso «Católicos y Vida Pública» que ha tenido lugar el pasado fin de semana en Madrid.
Este Congreso, que ha celebrado su décima edición, llevaba por título «Cristo, la esperanza fiable», y ha reunido a más de 1.400 participantes y más de 4.000 lo han seguido por vía telemática, según los organizadores.
En él han participado, entre otras personalidades, los cardenales Antonio Mª Rocuo y Antonio Cañizares, arzobispos de Madrid y Toledo respectivamente, el obispo auxiliar de Madrid monseñor Juan Antonio Martínez Camino, el escritor Juan Manuel de Prada, el decano emérito de Filosofía de la Universidad Católica de Washington Jude P. Dougherty, y el responsable de Cultura de la Conferencia Episcopal Italiana Vittorio Sozzi, entre otros.
El manifiesto afirma que la sociedad está en «crisis», «desde la cultura, a la economía, desde la política, a la violencia terrorista, desde la familia, a la escuela y a la Universidad, desde la injusticia, a la falta de respeto a la vida y a la dignidad humana».
«Es éste un difícil momento de la historia, agravado por la crisis económica, que evidencia las contradicciones de un sistema que no pone al hombre en el centro de toda su actividad».
Sin embargo, todo ello no es más que la expresión de «una crisis más angustiosa», provocada por «la quiebra moral profunda de los valores cristianos que han generado y vertebrado, durante siglos, nuestra propia identidad como pueblo».
Ante esto, los congresistas afirman que los católicos «queremos seguir contribuyendo decisivamente a una libertad en democracia basada en el respeto a la Verdad, a una paz, que es imposible sin justicia y sin perdón, a una definitiva reconciliación entre españoles».
«Queremos que nuestros hijos y nuestros nietos no tengan que avergonzarse de nosotros y que sin sectarismos intolerables ni manipulaciones mediáticas se respeten la memoria y el legado de todos nuestros mayores, así como la fe católica y los símbolos religiosos», añaden.
Defender los símbolos religiosos
Precisamente, uno de los puntos importantes del congreso fue la necesidad de defender los elementos religiosos en la vida pública, en el mismo momento en que saltaba a la opinión pública la polémica por la retirada de un crucifijo de un colegio público de Palencia.
Monseñor Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid y secretario de la Conferencia Episcopal, afirmó durante su intervención que la presencia de elementos religiosos en el ámbito público «no sólo no debe ser evitada, sino que es plenamente necesaria».
«La acción de lo religioso en la esfera pública constituye una inmunización frente a la tentación totalitaria de que el hombre no sea considerado más que como un simple engranaje de la maquinaria social», afirmó.
Para monseñor Martínez Camino, «tras las pantallas y las luces, un sufrimiento crónico de falta de esperanza», cuyo origen es «una cultura dominante que pretende sustituir al Dios de la Esperanza por el ídolo del progreso».
De la misma forma, el presidente de la Asociación Católica de Propagandistas (Acd)P, Alfredo Dagnino, lamentó que «todo esté permito en el mundo de hoy excepto proclamar a Dios».
Dagnino afirmó que «hoy en España, los católicos nos sentimos injustamente tratados» por ese «laicismo relativista», y añadió que la presencia de lo religioso en la vida pública «es necesario, no sólo para que sea respetado en plenitud el derecho a la libertad religiosa, sino como condición imprescindible del Estado de Derecho.
Una crisis antropológica
Por su parte, el cardenal Cañizares afirmó, durante la presentación del Congreso, que la actual crisis se debe a una «cultura de la increencia, apuntalada y promovida por un proyecto de ruptura antropológica», basado em «el relativismo moral, el laicismo y la ideología de género».
Para el purpurado, «es precisamente la relegación de la fe» lo que subyace tras la situación de crisis actual. «Lo que hay detrás de todo ello son hombre que sólo confían en sí mismos, que no esperan».
Afirmó que en este momento los cristianos deben «mantener viva la esperanza en Dios, pese a estos tiempos, recios para la fe y para el hombre». Ante la actual situación generalizada de crisis en todos los ámbitos, incluido el económico, el arzobispo de Toledo aseguró que no hay que ser «optimista ni pesimista», sino un «un hombre de fe».
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Por Inma Álvarez