ROMA, lunes 1 de diciembre de 2008 (ZENIT.org).- Con una invitación a todos los cristianos a vivir el Adviento como un «tiempo de santidad», Benedicto XVI clausuró este domingo en la Basílica romana de San Lorenzo Extramuros el Año jubilar convocado para conmemorar el 1750 aniversario del martirio de este diácono de origen español, muy venerado en Roma desde la Antigüedad.
El Papa presentó al santo como modelo para este tiempo de Adviento: «nos repite que la santidad, es decir, el salir al encuentro de Cristo que viene continuamente a visitarnos, no pasa de moda, al contrario, con el paso del tiempo resplandece de modo luminoso y manifiesta la perenne tensión del hombre hacia Dios».
El pontífice aprovechó la homilía para explicar que el Adviento no sólo es «preparación para la Navidad" sino que su «significado es más profundo» y «nos proyecta ya hacia la venida gloriosa del Señor, al final de la historia».
«Adviento significa por tanto hacer memoria de la primera venida del Señor en la carne, pensando ya en su vuelta definitiva y, al mismo tiempo, significa reconocer que Cristo presente entre nosotros se hace nuestro compañero de viaje en la vida de la Iglesia que celebra este misterio», explicó.
La conciencia de la próxima venida del Señor, según el Papa, «debería ayudarnos a ver el mundo con ojos distintos, a interpretar los distintos acontecimientos de la vida y de la historia como palabras que Dios nos dirige, como signos de su amor que nos aseguran su cercanía en cada situación».
Velar «significa seguir al Señor, elegir lo que Él ha elegido, amar lo que Él ha amado, conformar la propia vida a la suya; velar comporta transcurrir carda momento de nuestro tempo en el horizonte de su amor sin dejarnos abatir por las inevitables dificultades y problemas cotidianos».
«Así lo hizo san Lorenzo, así debemos hacer nosotros», añadió el Papa.
San Lorenzo Extramuros, una basílica singular
El Santo Padre repasó la historia antigua e inmediata de esta basílica romana, erigida por el emperador Constantino en honor de san Lorenzo, y en cuyo interior están sepultados el Papa Pío IX y el conocido político cristiano Alcide De Gasperi, uno de los constructores de la Unión Europea tras la segunda Guerra Mundial.
De hecho, antes de la celebración, el Papa entró un momento en el hipogeo para orar ante la tumba de su predecesor, y se detuvo unos minutos ante los restos de De Gasperi.
Tuvo un recuerdo especial para el Papa Pío XII, quien durante los bombardeos sufridos por la basílica durante ese conflicto protagonizó una de las imágenes más conocidas de la guerra al salir personalmente a visitar a los afectados entre las ruinas.
«Nunca podrá borrase de la memoria de la historia el gesto generoso llevado a cabo en aquella ocasión por mi venerado predecesor, que corrió a socorrer y consolar a la población duramente afectada, entre las ruinas aún humeantes», afirmó el Papa Benedicto XVI.
También se refirió a la peculiaridad de esta basílica, que custodia desde 1885 uno de los cementerios más antiguos de Roma, en el «Agro Verano», y donde están sepultados entre otros los papas Zósimo, Sixto III e Hilario.
De hecho, aludiendo a los muchos funerales que en ella se celebran, el Papa explicó que «el pensamiento de la presencia de Cristo y de su vuelta cierta al final de los tiempos, es muy significativo en esta Basílica».
Por Inma Álvarez