LA PAZ, miércoles, 3 diciembre 2008 (ZENIT.org).- Con relación a las reacciones de autoridades del Gobierno de Bolivia, a propósito de la homilía del cardenal arzobispo de Santa Cruz Julio Terrazas, el pasado domingo 30 de noviembre, la Oficina de Prensa de la Conferencia Episcopal Boliviana, ha tenido a bien aclarar ante la opinión pública una serie de malentendidos.
En primer lugar –explica en una nota de prensa de 1 de diciembre–, «cuando en una homilía, la Iglesia católica da ejemplos de hechos o situaciones concretas no hace política. Su misión consiste en reflexionar sobre la Palabra de Dios, cuestionarnos sobre la fe que profesamos y sacar orientaciones prácticas para la misma realidad que vivimos. La misión profética de la Iglesia no puede ser acallada y tampoco separada de su profunda raigambre cristiana».
Al referirse el cardenal, sigue la nota, «a la lacerante realidad del narcotráfico en nuestro país, actúa de acuerdo con las mismas constataciones oficiales en sentido de que, a pesar de los grandes esfuerzos que se realizan, esta amenaza no ha dejado de crecer en nuestro país».
De ahí «su llamado a que entre todos incrementemos los esfuerzos necesarios para conjurar esta amenaza es realista y pertinente».
Respecto a los diversos hechos de violencia recientes y pasados, la Iglesia católica siempre se ha pronunciado oportunamente «condenando el recurso de la violencia, venga de donde venga, como lo demuestran sus últimos pronunciamientos», recuerda la nota.
Y enumera las veces que los obispos de Bolivia han alzado su voz en este sentido: «Sin diálogo, no hay Paz», abril 2008; «Al servicio del diálogo, abril 2008; «El legado de la libertad», agosto 2008, «No a la violencia, Sí al entendimiento», septiembre 2008; «Derechos Humanos y libertades fundamentales», septiembre 2008 y «Libertad de expresión y bien común», septiembre 2008.
«Las afirmaciones de las autoridades políticas de que sus cuestionamientos no se dirigen a la Iglesia católica en Bolivia, sino a algunos miembros de la jerarquía carece de base racional y de verdadero conocimiento de la naturaleza de la Iglesia católica –remacha la nota–. Esperamos que estas declaraciones no sean un intento de sembrar división en la Iglesia que tiene como rasgo fundamental la unidad, fundada en la Palabra de Dios y la comunión entre todos».
Y concluye deseando que este Tiempo de Adviento «preparación al encuentro con Jesucristo, quien se hace hombre para enaltecer la dignidad humana, nos ayude a todos a construir hoy el Reino de Dios que es paz, fraternidad y justicia».
En su homilía, el cardenal arzobispo de San Cruz dijo que «nuestro pueblo no sólo se alimenta de palabras huecas, sino busca con mucho optimismo y con mucha confianza la palabra de vida, la Palabra del Señor».
Pidió que se escuche la Palabra para que «nos ayude a entendernos como hermanos», y así «vivamos según los criterios, principios y deseos de nuestro Dios y nos vayamos alejando de todo aquello que nos separa de Dios y nos aleja de nuestros hermanos».
El purpurado boliviano se refirió a la violencia en la India y dijo al respecto que «en Bolivia no estamos lejos, quizá no hay este tipo de terrorismo, pero hay un hecho que debe llamarnos la atención: nuestro país se va convirtiendo en el espacio donde van dominando los narcotraficantes», advirtió.
«Sin Dios y sin ley pueden absorber toda la marcha del país y pueden exterminar el alma y el corazón del pueblo boliviano. Hay que hacer un esfuerzo para que Bolivia no sea el centro donde se acumula la droga y con la droga el crimen, la maldad y la falta de perspectiva para salir hacia un horizonte más claro del lugar en que nos encontramos», exhortó.
Dijo que «los odios, los rencores, las matanzas, los terrorismos de cualquier clase no se justifican cuando nosotros por la fe, aceptamos a Dios como Padre y no como vengador, a Dios que nos libera y no como el que viene a someternos a nuevas esclavitudes».
Recordó que Adviento es tiempo «para cultivar la auténtica esperanza, aquella que brota de la fe, no la esperanza que se impone, no las de afuera y que nunca se concretan, la esperanza que no es una ilusión. Nos toca a nosotros quitar de nuestro ambiente las ilusiones y dejarnos poseer por la presencia salvadora de nuestro Dios».
Concluyó asegurando que «es el tiempo para todos» y que las palabras que dice y las denuncias que hace, son «para condenar el pecado y no van dirigidas a una persona específica». «Gracias a Dios, yo nombro el pecado, pero a los pecadores los respeto, a cada uno de ellos, aunque sean los más grandes de este mundo», puntualizó.
Por Nieves San Martín