CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 4 diciembre 2008 (ZENIT.org).- No se combate la discapacidad eliminando a los discapacitados antes o después de su nacimiento. Esta evidente constatación explica el rechazo por parte de la Santa Sede de firmar la Convención sobre los derechos las personas con discapacidad.
La Santa Sede, que ha contribuido de manera importante en la redacción del texto de este documento, no ha podido dar su adhesión al texto a causa de que, en sus diferentes propuestas, se deja abierta la posibilidad del aborto como posibilidad para los discapacitados.
Por este motivo, el Vaticano pidió que en el documento apareciera una prohibición explícita del aborto, que no ha sido aceptada.
Según la Santa Sede, es «trágico que una imperfección del feto pueda ser una condición para practicar el aborto».
Entrevistado por ZENIT, Franco Previte, presidente de la asociación Cristianos para Servir, ha aplaudido la decisión de la Santa Sede de defender la vida humana, también y particularmente en el caso de personas con discapacidad.
El presidente de Cristianos para Servir explica que «los métodos de salud reproductiva, mencionados en los artículos 23/b e 25/a de la Convención, pueden abrir espacio a la aplicación del aborto selectivo, promoviendo la anticoncepción abortiva, las limitaciones de los nacimientos, las esterilizaciones. Medidas que ofenden la dignidad de la persona».
«Además –sigue diciendo Previte–, la planificación familiar, tal y como es contemplada por la Convención, está en clara oposición con el artículo número 10, en el que se garantiza ‘el derecho inalienable a la vida’, con el artículo 15, en el que se explica que nadie debe ser sometido a experimentos médicos científicos, y con el artículo 16, en el que se protege a la persona toda forma de abuso o violencia».
«Si no se rechazan explícitamente prácticas como el aborto, la esterilización y la eutanasia –subraya el presidente de Cristianos para Servir–, podría darse la posibilidad de que todos los discapacitados, especialmente los psíquicos, sean esterilizados o experimentar formas de eutanasia para frenar la difusión de discapacidades genéticas».
«De este modo nos encontraríamos ante la negación del derecho a la vida, un derecho fundamental de la humanidad», concluye Previte.