ROMA, domingo 7 de diciembre de 2008 (ZENIT.org).- Frente al fenómeno cada vez más difundido del turismo religioso, la Iglesia debe dar una respuesta pastoral adecuada basada sobre todo en la acogida del que viaja, afirmó el pasado jueves el arzobispo Agostino Marchetto, Secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral con Migrantes e Itinerantes.
El prelado intervino en el contexto del Master en Economía y Management de actividades turísticas y culturales de la Universidad Tor Vergata de Roma, con una conferencia sobre el tema “La Iglesia y el turismo religioso”.
El turismo, explicó, “no puede considerarse una realidad aislada e independiente de las condiciones generales en que la sociedad se desarrolla”, sino una cuestión “transversal y global, que toca varios ámbitos y que tiene influencia sobre varios sectores”, desde la construcción al transporte, desde el comercio al entretenimiento y la cultura.
“Un fenómeno de esta magnitud no podía no suscitar la atención pastoral de la Iglesia y de su Magisterio”, reconoció, y subrayó que de ahí deriva la “pastoral del turismo”, fundada principalmente en la acogida.
“Se ha calculado que un visitante permanece 6 minutos de media en una iglesia: un tiempo breve, de paso, casi fugitivo, pero que igualmente -creo- dejará un signo, más o menos profundo, según también la acogida que reciba””, observó.
“Por ello, la hospitalidad cuidada y preparada es uno de los aspectos más delicados y necesarios de la pastoral del turismo religioso”.
Según el prelado, la acogida “humanamente cordial” al turista que visita un lugar religioso debe incluir “la oferta de una clave de lectura de la espiritualidad del lugar y del acontecimiento religioso que ha inspirado al autor de una obra de arte o al constructor de un edificio sagrado”.
“Para algunos que nunca han oído hablar de Dios, quizás suponga un primer contacto con la religión”, recordó.
Por este motivo, el objetivo no debe ser “simplemente el de admirar un trozo de mármol bien esculpido”, “sino también el de abrir una pista que, respetando la libertad de cada uno, haga encontrar el sentido religioso que la obra expresa, es decir, finalmente el misterio de la muerte y resurrección de Jesús, que está en el centro de la historia de la salvación”.
La acogida de los turistas religiosos debe ser realizada por “personas fuertemente motivadas desde el punto de vista humano, y con conocimientos religiosos, históricos y artísticos suficientes, lo que después podría completarse con conciertos, exposiciones, conferencias y visitas guiadas, apoyadas por material informativo histórico y cultural”.
Particularmente importante es de hecho la “comprensión” de los lugares religiosos visitados, “ya que de ellos emergen los valores de una sociedad o de un credo que estimulan al menos la curiosidad y quizás lleven a la reflexión”.
El arzobispo subrayó otros aspectos relevantes del turismo, como el papel que puede desarrollar “también en el diálogo entre culturas, religiones y civilizaciones” y la necesidad de que sea “sostenible”, para poder satisfacer igualmente las necesidades y aspiraciones “no solo de las generaciones presentes sino también de las futuras”.
De la misma forma, el prelado se hizo “portavoz del encarecido llamamiento que nos llega con frecuencia por parte de tantos hermanos y hermanas que viven en países donde no pueden llevar a cabo como quisieran su servicio pastoral, o se encuentran en situación de extrema dificultad a causa de la intolerancia religiosa, manifestada recientemente también con actos sangrientos de violencia”.
“Ellos nos piden implícitamente que les visitemos para apoyar a sus comunidades”, subrayó, recordando que “en algunos de sus lugares de culto se custodian memorias del nacimiento y de la difusión del cristianismo”.
El Secretario de este dicasterio vaticano dedicó una atención particular a los monasterios, “lugares de paz y serenidad en los que descansar y recargar energías, espacios inusuales en los que transcurrir unas vacaciones en la quietud, que emana del tiempo lento de la meditación y de la sencillez de la vida religiosa”.
“Lejos del estrés de las ciudades, de la información martilleante, de la carrera frenética hacia el beneficio o del correr a los refugios ante la crisis financiera actual”, observó, los monasterios -”situados generalmente en lugares de gran fascinación natural y ricos en obras de arte” – “constituyen verdaderos oasis para el espíritu y por tanto también para el cuerpo (somos una unidad sustancial), lugares donde entrar en contacto con lo Absoluto”.
Monseñor Marchetto recordó finalmente la nueva primavera que está viviendo la peregrinación, “camino de fe, de penitencia, de conversión y de oración” que representa “una expresión común a todas las grandes religiones”.
En los últimos 30 años, constató, la peregrinación “ha encontrado una nueva vida y un incremento significativo, influido, también, desde la segunda mitad del siglo XX, por los numerosos viajes apostólicos de los Romanos Pontífices, que han visitado incluso santuarios”.
“En este itinerario religioso – concluyó – es necesario salir de sí mismos, de la rutina de las costumbres, para caminar hacia el horizonte indicado por el Señor, como hizo Abraham, nuestro Padre en la fe”.
Por Roberta Sciamplicotti, traducción del italiano por Inma Álvarez