Benedicto XVI: Comprender el pasado cristiano para construir el futuro

Audiencia a los miembros del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes 22 de diciembre de 2008 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el texto completo del discurso pronunciado el pasado sábado 20 de diciembre por Benedicto XVI al recibir en audiencia a los miembros del Instituto Pontificio de Arqueología Cristiana.

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Señor cardenal,

queridos hermanos y hermanas

Con verdadero placer os doy la bienvenida y saludo a cada uno de vosotros, que formáis parte del Instituto Pontificio de Arqueología Cristiana. Saludo en primer lugar al Gran Canciller, el cardenal Zenon Grocholewski, y le agradezco las palabras con la que se ha hecho amable intérprete los sentimientos de todos vosotros. Saludo al rector, al cuerpo docente, a los colaboradores y a los estudiantes. El agradable encuentro de hoy me da la oportunidad de manifestar mi vivo aprecio por la preciosa y fecunda actividad cultural, literaria y académica que lleva a cabo vuestro Instituto, en servicio a la Iglesia y a la cultura en general.

Sé de hecho que, en los ámbitos tradicionales de la arqueología, son de notable relevancia científica los cursos ordinarios y de especialización mediante los cuales vuestro Instituto Pontificio de Arqueología Cristiana se propone dar a conocer los monumentos paleocristianos sobre todo de Roma, con amplias referencias al resto de regiones del Orbis christianus antiquus. También la «Revista» y la actividad científica de profesores y ex alumnos, además de la promoción de congresos internacionales busca, a vuestro entender, salir al encuentro de las expectativas de cuantos le preocupan por el conocimiento y estudio de las ricas memorias históricas de la comunidad cristiana. La finalidad principal de vuestro Instituto es precisamente el estudio de los vestigios de la vida eclesial a través de los siglos. Ofrecéis la oportunidad, a quien elige esta disciplina, de internarse en una realidad compleja, la de la Iglesia de los primeros siglos, para «comprender» el pasado haciéndolo presente a los hombres de hoy. «Comprender» para vosotros es como identificarse con el pasado que emerge a través de los ámbitos típicos de la arqueología cristiana: la iconografía, la arquitectura, la epigrafía y la topografía. Cuando se trata de describir la historia de la Iglesia, que es «signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1), la paciente investigación del arqueólogo no puede prescindir de penetrar también en las realidades sobrenaturales, sin renunciar sin embargo al análisis riguroso de los restos arqueológicos.

En efecto, como bien sabéis, no es posible una visión completa de la realidad de una comunidad cristiana, por antigua o reciente que sea, si no se tiene en cuenta que la Iglesia está compuesta de un elemento humano y de un elemento divino. Cristo, su Señor, habita en ella y la ha querido como «comunidad de fe, de esperanza, de caridad, como organismo visible a través del cual difunde a todos la verdad y la gracia» (LG 8). En esta pre-comprensión teológica, el criterio de fondo no puede ser otro que el de dejarse conquistar por la verdad investigada en sus fuentes antiguas, con un ánimo libre de pasiones y prejuicios, siendo la arqueología cristiana una ciencia histórica, y por tanto basada en el estudio metódico de las fuentes.

La difusión de la cultura artística e histórica en todos los sectores de la sociedad proporciona a los hombres de nuestro tiempo los medios para reencontrar sus propias raíces y para tomar de ellas los elementos culturales y espirituales que le ayuden a edificar una sociedad de dimensiones verdaderamente humanas. Todo hombre, toda sociedad necesita una cultura abierta a la dimensión antropológica, moral y espiritual de la existencia. Auguro fervientemente, por tanto, que gracias a la labor de vuestro benemérito Instituto, prosiga e incluso se intensifique la búsqueda de las raíces cristianas de nuestra sociedad. La experiencia de vuestro Instituto demuestra que el estudio de la arqueología, especialmente d ellos monumentos paleocristianos, permite profundizar en el conocimiento de la verdad evangélica que se nos ha transmitido, y ofrece la oportunidad de seguir a los maestros y testigos de la fe que nos han precedido. Conocer la heredad de las generaciones cristianas pasadas permite a las sucesivas mantenerse fieles al depositum fidei de la primera comunidad cristiana y, siguiendo su mismo camino, seguir haciendo resonar en todo tiempo y lugar el Evangelio inmutable de Cristo. De ahí que, junto a los importantes resultados obtenidos en el campo científico, vuestro Instituto se preocupe justamente por ofrecer una contribución provechosa al conocimiento y profundización de la fe cristiana. Acercarse a los «vestigios del Pueblo de Dios» es una forma concreta de constatar cómo los contenidos de la misma fe inmutable han sido acogidos y traducidos en vida cristiana según las cambiantes condiciones históricas, sociales y culturales, en el arco de muchos siglos.

Queridos hermanos y hermanas, continuad promoviendo la custodia y profundización de la vastísima herencia arqueológica de Roma y de las diversas regiones del mundo antiguo, conscientes de la misión propia de vuestro Instituto, que es la de servir a la historia y al arte valorando los numerosos testimonios que la «Ciudad Eterna» posee de la civilización occidental, de la cultura y de la espiritualidad católica. Se trata de un patrimonio precioso que se ha formado en el curso de estos dos milenios, un tesoro inestimable del que sois administradores y del que es necesario, como el escriba del Evangelio, sacar continuamente lo nuevo y lo viejo (cfr Mt 13,52). Con este deseo, y ante la Santa Navidad inminente, formulo fervientes votos por vosotros y por vuestros seres queridos, mientras que os bendigo de corazón a todos.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez

© Copyright 2008 – Libreria Editrice Vaticana]

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ZENIT Staff

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