CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 3 mayo 2009 (ZENIT.org).- El viaje a Tierra Santa que Benedicto XVI realizará del 8 al 15 de mayo es una peregrinación, no un evento político, aclara el portavoz, que tiene por objetivo promover «la reconciliación y la paz».
Padre Federico Lombardi, S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, en el último editorial de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano, del que también es director, analiza el significado de la peregrinación que llevará al Papa a Jordania, Israel y los Territorios Palestinos, «el viaje más esperado y posiblemente el más comprometedor hasta ahora de su pontificado».
El portavoz comienza aclarando que es un «ante todo un viaje de fe», en medio de las tensiones de una región en la que desde hace décadas todo evento es interpretado en clave política.
Es más, subraya el padre Lombardi, se trata de un una peregrinación por excelencia «a los lugares más santos de la historia de la salvación y sobre todo de la encarnación, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, Hijo de Dios».
«El deseo espiritual de todo cristiano, se ha convertido en espontánea prioridad para los pontífices desde que sus viajes internacionales se han convertido en una posibilidad concreta. No fue casualidad que precisamente la peregrinación a Tierra Santa de Pablo VI fuera el primero de todos estos viajes. Fue un momento verdaderamente histórico y de gracia para la Iglesia católica que celebraba el Concilio, para el camino del ecumenismo con el encuentro con el Patriarca Atenágoras, y para la invocación de la paz entre los pueblos de la región y del mundo», aclara.
«Juan Pablo II -recuerda– tuvo que esperar mucho tiempo antes de cumplir el deseo de esta peregrinación, pero después tuvo la alegría de realizarla con serenidad, en el corazón del gran Jubileo, verdadero culmen de su gran pontificado, con momentos de oración de intensidad sublime y con gestos memorables de amistad y cercanía con los pueblos judío y palestino y con sus sufrimientos pasados y contemporáneos».
Ahora que le corresponde a Benedicto XVI, el padre Lombardi reconoce que «es muy incierta la situación política en el área, y también las perspectivas de pacificación son frágiles. Pero el Papa se pone en camino igualmente, con una valentía admirable que se funda en la fe, para hablar de reconciliación y de paz».
«Todos le debemos acompañar no sólo con la oración ordinaria, sino también con aquella movilización espiritual que Juan Pablo II llamaba la «gran oración». Para que la Iglesia se renueve en sus manantiales, para que la unión entre los cristianos se acerque, y el odio deje por fin el paso a la reconciliación», concluye.