AMMÁN, viernes 8 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI reivindicó la contribución que ofrecen los discapacitados a la sociedad durante el primer encuentro público que mantuvo en la tarde de este viernes en Jordania, una hora después de haber aterrizado en Ammán.
El Papa quiso dedicar su primer saludo, tras haber sido acogido por los reyes Abdalá y Rania, en el aeropuerto internacional Reina Alia, a los jóvenes que experimentan discapacidades, tanto físicas como mentales, atendidos en el Centro Nuestra Señora de la Paz.
Esta iniciativa, fundada en 2004 por el Patriarcado Latino de Jerusalén, no sólo ofrece atención médica, sino también formación y ayuda a la reinserción de estos muchachos, pues la discapacidad en ocasiones impide la integración social de estos jóvenes, tanto cristianos como musulmanes. En Jordania, el 53% de la población está compuesta por jóvenes de menos de 19 años, de los cuales el 10% tienen algún tipo de discapacidad.
Junto a los chicos y chicas, los enfermeros, los voluntarios y las religiosas combonianas que los atienden, dieron la bienvenida al Papa los dos grandes promotores de esta obra que es motivo de orgullo para la Iglesia en este país en el que los cristianos son una pequeña minoría: el obispo Selim Sayegh, vicario del mismo Patriarcado para Ammán, y el patriarca emérito de Jerusalén Su Beatitud Michel Sabbah.
En un encuentro festivo, celebrado en la iglesia del centro, el Santo Padre reconoció que estos jóvenes no sólo han tenido que afrontar la discapacidad, sino también "el rechazo".
"Sé lo importante que es para este centro sensibilizar sobre el puesto que corresponde a los inválidos en la sociedad y asegurar que se ofrezcan los medios adecuados para facilitar su válida integración. ¡Por esta amplitud de miras y determinación, todos vosotros merecéis elogio y aliento!", reconoció.
A su llegada, el Papa fue acogido en el exterior de la iglesia del centro por un grupo de jóvenes que improvisaron una pequeña fiesta árabe de cantos y saludos bajo el sol. Un sacerdote, con un megáfono, les entusiasmaba con eslóganes en árabe y el estribillo: "Benvenuto, Benedetto" (Bienvenido, Beneedicto). Los presentes enarbolaban banderas de Jordania y del Vaticano.
Posteriormente, el Papa entró en la iglesia acogida por el grito en italiano de los presentes:"Be-ne-det-to", al ritmo de las palmas. El canto litúrgico en ese momento se mezclaba con los gritos entusiastas típicos de las fiestas árabes. Al avanzar, el Papa recibió el saludo de los presentes, que le besaban la mano.
Cuando llegó al altar se arrodilló para rezar y en ese momento el silencio llenó el templo. Tras el discurso, el Papa saludó personalmente a muchos de los presentes, algunos de ellos en sillas de ruedas. Un espontáneo aplauso estalló cuando una pareja de jóvenes le puso a espaldas la kufiyya, el típico pañuelo tradicional árabe, rojo y blanco, como la que llevan los monarcas de Jordania.
Antes de despedirse, el Papa dejó espacio a las confidencias.
"Quiero pediros que asumáis una tarea especifica: rezad, por favor, por mí, cada día de mi peregrinación; por mi renovación espiritual en el Señor y por la conversión de los corazones a la manera de perdonar y de manifestar la solidaridad que es propia de Dios, de manera que mi experiencia, nuestra experiencia, por la unidad y la paz en el mundo traiga abundantes frutos", dijo.
Mientras el Papa dejaba la Iglesia, los presentes se despedían cantando en árabe el Ave María de Lourdes.
Por Jesús Colina