JERUSALÉN, martes, 12 mayo 2009 (ZENIT.org).- En el segundo día de su visita a Jerusalén, Benedicto XVI quiso subrayar con palabras y gestos simbólicos el común patrimonio espiritual de judíos y cristianos, confirmando la intención de la Iglesia de continuar por el camino de reconciliación emprendido por el Concilio Vaticano II.
Siguiendo las huellas que recorrió en el año 2000 su predecesor, Juan Pablo II, el Papa alemán visitó el Muro Occidental, conocido por los cristianos como el Muro de las Lamentaciones, o como «Muro al-Buraq» por los musulmanes, pared del primer Templo de Jerusalén (el Templo de Salomón) construido en el siglo X a.C. y destruido por los babilonios en el 586 a.C.
Muro de las Lamentaciones
El Papa fue recibido por Shmuel Rabinowitz, rabino del Muro Occidental y de los Santos Lugares de Israel, quien le dijo: «Las piedras del Muro Occidental testimonian el glorioso pasado del pueblo judío, infundiendo la fuerza para afrontar las dificultades y la persecución».
«Así como estas piedras han sobrevivido a momentos difíciles –añadió–, el pueblo judío ha sobrevivido a persecuciones y torturas, permaneciendo como un pueblo moral y eterno, que no ha sido derrotado por ninguno. Es deber de toda persona de fe asegurar que no se dañe al pueblo judío».
El rabino recitó en hebreo algunos versos tomados de la oración del rey Salomón (1 Reyes 8) para la dedicación del Templo, en el que el soberano pide que toda súplica y oración elevada por un judío o no judío pueda ser acogida en el Templo Sagrado.
Por su parte, el Papa rezó en latín el Salmo 122 (121), el himno en honor de Jerusalén, que dice: «Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta… Desead la paz a Jerusalén: ‘Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios'».
A continuación, el Papa se dirigió al Muro de las Lamentaciones para introducir en una hendidura, según la tradición judía, una invocación al Señor escrita en un pedazo de papel, recogiéndose después en una oración.
En su súplica, el Papa se dirige al «Dios de todas los tiempos en mi visita a Jerusalén, la ‘Ciudad de la Paz’, morada espiritual para judíos, cristianos y musulmanes» para presentar «las alegrías, las esperanzas y las aspiraciones, las angustias, los sufrimientos y las penas de tu pueblo esparcido por el mundo».
«Escucha el grito de los afligidos, de los atemorizados y despojados; envía tu paz sobre esta Tierra Santa, sobre Oriente Medio, sobre toda la familia humana;
despierta el corazón de todos los que invocan tu nombre, para caminar humildemente por la senda de la justicia y la compasión», implora la oración escrita.
El mensaje concluye con una pasaje del libro de las Lamentaciones, que describe la situación de Jerusalén tras la destrucción, en el año 587 a.C., que deja espacios a la esperanza: «Bueno es el Señor con el que en él espera, con el alma que le busca».
En el Gran Rabinado de Israel
Inmediatamente después Benedicto XVI se dirigió en coche al Centro «Hechal Shlomo», sede del Gran Rabinado, en Jerusalén, para realizar una visita de cortesía a los dos rabinos jefes de Israel: el askenazi Yona Metzger y el sefardí Shlomo Amar.
El rabino Amar dijo al Papa que representa «a una gran nación de creyentes que saben lo que es la biblia, y vuestro deber es transmitir el mensaje de que el pueblo judío merece un renacimiento, y algo de respeto, para vivir en esta tierra».
Por su parte, el gran rabino askenazi añadió: «si un encuentro histórico como éste, en el que el jefe de la religión más grande del mundo se encuentra con los jefes del judaísmo, hubiera tenido lugar muchos años antes, mucha sangre inocente podría haberse salvado».
El Papa expresó posteriormente su alegría por los pasos que ha dado la comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los judíos y la delegación del Gran Rabinado de Israel para las Relaciones con la Iglesia católica, creada tras la visita del Papa Karol Wojtyla en el año 2000.
El Papa reconoció los puntos comunes entre los seguidores de las dos religiones.
«Judíos y cristianos están preocupados por asegurar el respeto por la sacralidad de la vida humana, la centralidad de la familia, una profunda educación de los jóvenes, la libertad de religión y de conciencia para una sociedad sana», afirmó.
Otro punto de encuentro señalado por el obispo de Roma fue la preocupación mutua por «el relativismo moral y las ofensas que produce contra la dignidad de la persona humana».
«Al afrontar las cuestiones éticas más urgentes de nuestros días, nuestras dos comunidades se encuentran ante el desafío de comprometer a las personas de buena voluntad con el nivel de la razón, presentando al mismo tiempo los fundamentos religiosos que sostienen de la mejor manera los perennes valores morales», aseguró.
El Santo Padre aprovechó el encuentro para «repetir que la Iglesia católica está irrevocablemente comprometida en el camino escogido por el Concilio Vaticano II para una auténtica y duradera reconciliación entre cristianos y judíos».
«Al ver los resultados alcanzados hasta ahora, e inspirándonos en las Sagradas Escrituras, podemos esperar con confianza en una cooperación cada vez más intensa entre nuestras comunidades, junto con todas las personas de buena voluntad, para condenar el odio y la opresión en todo el mundo», concluyó.
Por Mirko Testa