LIMA, martes, 12 mayo 2009 (ZENIT.org).- El Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM realizó un Seminario sobre crisis financiera internacional y su impacto en los pobres, del 3 al 7 de mayo en Lima-Perú.
El objetivo de este Seminario era realizar un análisis y reflexión de la situación y causas de la crisis económico-financiera, el cambio climático y las prioridades de la acción pastoral en la opción preferencial por los pobres dados los tiempos que vive la región.
Participaron en el Encuentro representantes de Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guatemala, Costa Rica y República Dominicana.
Los asistentes hicieron una declaración final -dividida en tres partes: ver, juzgar y actuar- en la que afirman que «al enfrentar la crisis actual que afecta a nuestras sociedades, no estamos ante un mero problema técnico financiero. Se trata de un problema humano y ecológico, en sus causas y en sus consecuencias, que como tal no resulta en absoluto ajeno a la misión y vida de la Iglesia, sino que, por el contrario, es parte constitutiva de la tarea evangelizadora».
«Constatamos que vivimos una crisis –dice la declaración–, que impacta en la reducción del crecimiento económico, el aumento del desempleo, la reducción del comercio e inversiones externas e internas, la disminución de la liquidez así como de los recursos para el gasto social, el incremento de los precios de los alimentos y los medicamentos con sus secuelas de profundización de la pobreza y desigualdad».
«A esta situación nos ha llevado principalmente el actual modelo económico centrado en el consumismo, en un sistema financiero especulativo y el afán incesante de obtener cada vez mayor lucro».
«En el contexto actual del cambio climático y la depredación de los bienes naturales, nos preocupa la velocidad de los cambios producidos en el medio ambiente y la ecología y la lentitud de las respuestas sociales frente a ellos. Es de resaltar la dependencia de las fuentes de energía fósiles, por sus consecuencias en el calentamiento global y los cambios climáticos», añade.
Los firmantes de la declaración lamentan que las medidas anti-crisis «no tengan verdadera proyección de largo alcance, no cuestionen a fondo las bases del modelo económico y estilo de desarrollo que es el ‘caldo de cultivo’ de esta crisis, no incorporan las urgentes respuestas frente al cambio climático ni las necesidades regionales de integración».
Y consideran «más injusto todavía que los pobres no tengan voz ni representación en las discusiones y toma de decisiones». En este sentido «es clamoroso que hoy se estén discutiendo diversas medidas de rescate de grandes empresas financieras e industriales sin discutir a fondo el impacto en los empobrecidos y excluidos, en las razas y culturas de nuestro tiempo así como en las generaciones futuras».
En el apartado de la declaración dedicado a «juzgar», los firmantes afirman que deben vivir su vocación profética «cuestionando el estilo de vida consumista y depredador que quiebra la solidaridad de la familia humana y que nos impide ver el planeta como casa común».
Desde esta perspectiva, subrayan, «es necesario caminar hacia un estilo de vida solidario, austero, que incluya a empobrecidos y excluidos y se plantee con firmeza el cuidado de la creación».
En el apartado dedicado a «actuar», indican que «urge llevar a cabo capacitaciones y actividades formativas que profundicen el análisis y prevean nuevas situaciones que puedan darse, a fin de visualizar las mejores soluciones, transformarlas en propuestas e incidir en políticas públicas».
«Los tiempos actuales nos exigen hacer un serio análisis de estas situaciones con la gente, desde las parroquias hasta los niveles subnacionales y nacionales», sugieren.
«Es importante exigir a los países industrializados la adhesión y cumplimiento de los protocolos internacionales suscritos para disminuir los gases de efecto invernadero y el calentamiento global», afirman.
Indican que «los mayores esfuerzos para salir de la crisis deben realizarlos quienes se enriquecieron más, acumulando riquezas». «Es necesario para ello que el FMI y el Banco Mundial reorienten sus objetivos en el marco de una reforma fundamental, convirtiéndose en verdaderas instancias de apoyo al desarrollo humano integral».
«Corresponde a la Iglesia, dados sus niveles de credibilidad y legitimidad, un rol clave en la promoción de espacios de diálogo equitativos, bien informados en que participen todos los sectores y actores involucrados con una actitud de escucha».
Los firmantes piden «urgir a los cristianos y cristianas que tienen liderazgo en lo económico, político y ambiental, a que contribuyan activamente a la humanización de las estructuras y por el bien común desde los niveles locales, subnacionales hasta los nacionales y continentales».
Así mismo «exigir que se adopten políticas públicas activas para proteger y promover el trabajo y el empleo con los consiguientes ingresos dignos; así mismo aumentar la urgente inversión social especialmente a favor de las poblaciones empobrecidas y excluidas».
«Tenemos que caminar definitivamente hacia sociedades austeras, solidarias en lo económico y sustentables», sugieren.
Y concluyen afirmando que «es tarea de las Pastorales Sociales-Cáritas implementar las conclusiones de Aparecida en clave de Misión Continental en la perspectiva que nos plantea DA 474-c, «buscar un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere la lógica utilitarista e individualista que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos.»
Por Nieves San Martín