Qué espera la Iglesia de las facultades católicas de comunicación

Lo revela monseñor Claudio Maria Celli en un encuentro en Salamanca

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SALAMANCA, viernes, 22 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- «Restaurar el sentido religioso simbólico» y «valorizar y enseñar la capacidad narrativa a las generaciones jóvenes». En esto consiste, según el arzobispo Claudio Maria Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, «la urgencia» a la que deben responder las Facultades Católicas de Comunicación.

El arzobispo, que impulsa la comunicación desde la Santa Sede, ha abierto con esta invitación el Primer Congreso de Facultades Católicas de Comunicación de España, que se celebra en la Universidad Pontificia de Salamanca, este fin de semana.

Para monseñor Celli, «las Facultades católicas, y en especial las de comunicación, deben dar testimonio de que nada de lo humano les es ajeno». En este caso, ha alentado a una «sana interdisciplinariedad» de modo que «ejerzan un auténtico diálogo con los agentes de la actualidad contemporánea».

«Una facultad católica de comunicación habrá de vivir una comunicación caracterizada por una crediblidad y que sea relevante para nuestro tiempo», ha constatado.

En este sentido, es preciso dar «un testimonio de coherencia entre la palabra y la acción, entre lo que se proclama y lo que se vive».

«Las facultades han de ser espacios donde la comunicación sea fluida, respetuosa, abierta y dialogante», ha añadido.

«En un clima de libertad responsable, los alumnos recibirán casi por «ósmosis» las claves que les permitirán ser comunicadores eficaces y constructores de sociedades pacíficas y participativas» y es indispensable recordar, ha proseguido el arzobispo Celli, que «la comunicación, entendida en clave cristiana tiene la responsabilidad de asumir un enfoque definitivamente a medida humana».

La propuesta académica de una Facultad Católica de comunicación, además de la «excelencia en la formación técnica y profesional», tendrá que ofrecer a los alumnos unas «sólidas bases antropológicas».

Además, estas facultades pueden impulsar «la maduración de un cierto humanismo tecnológico» y entonces educar será «el otro nombre» de una «disponibilidad a la gracia que se hace anuncio, profecía y misterio».

El presidente del dicasterio para la comunicaciones sociales ha invitado las facultades estar «abiertas a las novedades de un contexto sociocultural como el de hoy» al que ha definido como «lleno de oportunidades aunque también de ambigüedades».

Monseñor Celli considera que las facultades tienen la urgencia de la «inculturación» y de la «adaptación» a la vez que una llamada a la «revisión crítica» y a un «esfuerzo permanente de discernimiento».

En un apasionado discurso a favor de «buscar la verdad», tarea de todo educador, monseñor Celli ha animado a los presentes al congreso a no convertir las facultades en lugares de «proselitismo» sino en espacios de humanidad y búsqueda de esta verdad, sobretodo en un momento en el que prolifera una «parálisis operativa» que deriva de muchos «relativismos contemporáneos» que producen una especie de «exilio de la realidad».

Así pues, es deseable que las facultades católicas sean lugares en los cuales «encontrar a Dios vivo», y cuya identidad no venga marcada por la cuestión del número de estudiantes católicos sino por la «convicción» y la oferta a los alumnos para comprender al ser humano en su plenitud.

Por Miriam Díez i Bosch

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ZENIT Staff

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