CIUDAD DEL VATICANO, viernes 29 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI deploró este viernes los ataques contra los cristianos en varias regiones de la India en el discurso que dirigió al nuevo embajador de ese país ante la Santa Sede.
«Me uno a los responsables religiosos y gubernamentales de todo el mundo que comparten el deseo común de que todos los miembros de la familia humana disfruten de la libertad de practicar su religión y participen en la vida cívica sin miedo de las repercusiones negativas en virtud de sus creencias», dijo el Papa en su discurso a la embajadora Chitra Narayanan.
«No puedo dejar de expresar mi profunda preocupación por los cristianos que han sido víctimas de explosiones de violencia en ciertas regiones en el interior de vuestras fronteras», añadió.
El pontífice reconoció los esfuerzos aplicados por el país para «ofrecer a las víctimas un techo y ayuda, auxilio y reinserción».
Asimismo, pidió que se realicen las «investigaciones criminales» necesarias y «procesos judiciales justos para resolver estas cuestiones».
«Hago un llamamiento a todos a respetar la dignidad humana rechazando el odio y renunciando a la violencia en todas sus formas».
Los cristianos en la India, particularmente en el Estado de Orissa, han sido víctimas de una salvaje oleada de a partir del 24 de agosto de 2008 que se extendió durante el otoño.
A partir de ese día, los ataques de fundamentalistas hindúes, provocaron la huida de sus casas de 10 mil familias, unas 54 mil personas. Según fuentes de la Cáritas diocesana de Bhubaneswar, capital del Estado de Orissa, los muertos serían 80; según el gobierno local algo más de 40.
Más de cinco mil casas fueron devastadas o quemadas, en una campaña de ataques que se extendió por 392 pueblos. Las iglesias católicas y protestantes dañadas o completamente destruidas fueron 149. Unas 40 escuelas o centros de catequesis cristianos sufrieron daños.
Según explicó el padre a la embajadora, en este ambiente, «la Iglesia católica, en su país, continuará desempeñando un papel de promoción de la paz, de la armonía y de la reconciliación entre los discípulos de todas las religiones, especialmente a través de la educación y d ella formación en las virtudes de la justicia, la tolerancia y la caridad».
Toda forma de educación auténtica, aclaró, busca «cultivar las virtudes morales y preparar a los jóvenes para asumir sus responsabilidades sociales con una profunda sensibilidad en lo que es buenos, justo y noble».