CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 31 mayo 2009 (ZENIT.org).- La Iglesia católica no es una agencia humanitaria ni una institución social, explicó Benedicto XVI en este domingo de Pentecostés. «El alma de la Iglesia es el Espíritu Santo».
Así lo explicó el pontífice a mediodía, al rezar la oración mariana del Regina Caeli junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, tras haber celebrado la misa de la solemnidad.
El obispo de Roma explicó que en Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles en el Cenáculo, tras las ascensión de Jesús al cielo, constituye «el misterio de su propio nacimiento».
«El Espíritu Santo –aclaró–, que con el Padre y el Hijo creó el universo, que guió la historia del pueblo de Israel y habló por medio de los profetas, que en la plenitud de los tiempos cooperó en nuestra redención, en Pentecostés bajó sobre la Iglesia naciente y la hizo misionera, enviándola a anunciar a todos los pueblos la victoria del amor divino sobre el pecado y sobre la muerte».
«El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia», recalcó hablando desde la ventana de su estudio y se preguntó. «¿Sin Él a qué quedaría reducida?».
«Sería ciertamente un gran movimiento histórico, una compleja y sólida institución social, quizá una especie de agencia humanitaria», respondió.
«Y, en realidad, así la consideran quienes la ven fuera de una perspectiva de fe», siguió diciendo.
Sin embargo, dijo, «en su verdadera naturaleza y también en su más auténtica presencia histórica, la Iglesia es incesantemente modelada y guiada por el Espíritu de su Señor. Es un cuerpo vivo, cuya vitalidad es precisamente fruto del invisible Espíritu divino».
El pontífice concluyó deseando que «de manera particular sientan la presencia confortante del Paráclito las comunidades eclesiales que sufren persecución en el nombre de Cristo».