El impacto de la migración en la unidad familiar preocupa a la Iglesia

Encuentro de obispos de Canadá, Estados Unidos, México y América Central

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TECÚN UMÁN, martes, 30 junio 2009 (ZENIT.org).- Obispos de América Central, México, Canadá y Estados Unidos, se reunieron en la frontera México-Guatemala, en la ciudad de Tecún Umán, del 2 al 4 de junio, para abordar el fenómeno de las migraciones.

Junto con sacerdotes, religiosas, laicas y laicos comprometidos en la pastoral de Migrantes, buscaron cómo contribuir a lograr políticas migratorias que respeten la dignidad humana y protejan la vida de las y los migrantes.
 
La reunión sigue a otros encuentros realizados en Estados Unidos y México en años anteriores.

Contó con la asistencia del secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes de la Santa Sede, monseñor Agostino Marchetto.
 
En los diálogos, los participantes centraron su atención “en los miles y miles de migrantes que buscan un futuro mejor para sus familias, debido a la pobreza en sus lugares de origen».

Así lo señala un mensaje emitido al final del encuentro, el pasado 4 de junio, por los obispos responsables de la Pastoral de Migrantes de los citados países.

«También hemos utilizado el término migrantes en un sentido más amplio, que incluye refugiados, desplazados y trabajadores temporales”, añade el texto.
 
“Estamos ahora en un momento privilegiado en la historia de la migración en el
hemisferio», afirma elmensaje.

«El nuevo gobierno de los Estados Unidos ha anunciado su intención de hacer una reforma migratoria y trabajar con los países de México y América Central para enfrentar las desigualdades económicas que producen la migración”, destaca.

“La crisis económica global ha golpeado a todas las naciones y no puede ser excluida en el momento de encontrar solución a los problemas de la migración», advierte.

«Por ello, hemos examinado los alcances e implicaciones de una economía global y su impacto en los flujos migratorios”, explica.

Para los obispos responsables de migraciones, no hay tiempo que perder.

“Los migrantes cada día se enfrentan a un viaje muy peligroso y sufren vejaciones, asaltos de parte de traficantes y tratantes de personas, y de los cárteles de la droga», denuncian.

«Mientras ellos buscan trabajo para sostener a sus familias, sufren abusos y en muchos casos hasta la muerte”, lamentan.

Los prelados consideran “que se debe prestar gran atención a los grupos del crimen organizado que en muchos casos operan impunemente a lo largo de nuestras fronteras y dentro de nuestros propios países, particularmente a los que se involucran en el tráfico de drogas”.

“Estos cárteles no solamente amenazan a los migrantes, sino que su violencia domina en ciudades y comunidades», aseguran.

«Las redes de trata de personas constituyen un horrible crimen que debe ser eliminado y que golpea cruelmente a ujeres, hombres y niños”, afirman.

Los firmantes del comunicado denuncian que “las violaciones a los derechos humanos de las y los migrantes han crecido notablemente, focalizándose en lugares específicos, sin que hasta ahora las autoridades locales hayan hecho algo para evitarlo”.

Confiesan que les “ha preocupado gravemente el impacto de la migración en la unidad familiar”.

“Muchas familias sufren la desintegración y en la gran mayoría de los casos, son los niños quienes reciben el impacto de esta desintegración cuando los dejan solos o se ven forzados a trabajar para sostener a la familia que ha perdido al padre o a la madre», lamentan.

«Hemos verificado la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran muchos niños migrantes no acompañados”, aseguran.

Reconocen “que toda persona, de acuerdo a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, tiene el derecho de residir en su propia patria y de migrar cuando sus propios países no les ofrecen las oportunidades de bienestar integral”.

Expresan su tristeza cuando constatan que “dentro de nuestras mismas comunidades parroquiales no se acoge y se atiende a las y los migrantes como hermanos en la misma fe y miembros de la misma familia”.

Por ello insisten una vez más : “En la Iglesia nadie es extranjero”.

Los obispos urgen, en primer lugar, a los presidentes de Estados Unidos, México, América Central y al primer ministro de Canadá, “a encontrar consensos sobre la cooperación regional en los temas de migración y desarrollo, incluyendo un planteamiento y una solución a las raíces que causan la migración”.

En segundo lugar, hacen un llamamiento “para que se realice un encuentro a nivel regional de estos líderes para discutir estos temas tan importantes y planear acciones conjuntas”.

En tercer lugar, urgen a sus hermanos obispos, sacerdotes, personas de la vida consagrada, laicas y laicos comprometidos “a acoger en las comunidades parroquiales con amor y solicitud, a los migrantes que pasan por los caminos de América Central, México, Estados Unidos y Canadá».

«Es necesario que ellos y ellas se sientan apoyados desde sus comunidades de origen hasta sus lugares de destino y que este acompañamiento no les falte durante la larga y fatigosa travesía que realizan”, indican.

En cuarto lugar, hacen un llamamiento “para que se vuelvan a examinar las políticas de protección al refugiado y asilado.

Mujeres, niños y familias, escapan por razones políticas y otras formas de persecución, pero no reciben una protección adecuada en otros países”, destacan.

Agradecen “a quienes con esfuerzo y dedicación sirven a los migrantes en las casas de acogida, en las comunidades parroquiales y en las familias, aún corriendo riesgos y peligros de muerte».

Y concluyen: «Ellos y ellas demuestran su coherencia cristiana y fortalecen la Pastoral de los Migrantes como una pastoral específica de la Iglesia”.

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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