La encíclica "Caritas in veritate" en cápsulas

Propuestas del Papa para «civilizar» la economía

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 7 julio 2009 (ZENIT.org).- La encíclica «Caritas in veritate» «sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad», publicada por Benedicto XVI este martes, presenta propuestas para «civilizar» la economía, en plena crisis financiera.

La encíclica, carta dirigida por el Papa «a todos los hombres de buena voluntad», en sus 136 páginas actualiza la doctrina social de la Iglesia, en particular, las enseñanzas de las encíclicas «Populorum progressio«, publicada por Pablo VI en 1967, y «Sollicitudo rei socialis«, de Juan Pablo II, que vio la luz en 1988.

Presentamos algunas de las frases más destacadas de esta tercera encíclica del pontificado del Papa Joseph Ratzinger.

* * *

–Caridad sin verdad: «Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad.» (n. 3).

–Caridad sin Dios: «Un cristianismo de caridad sin verdad se puede confundir fácilmente con una reserva de buenos sentimientos, provechosos para la convivencia social, pero marginales. De este modo, en el mundo no habría un verdadero y propio lugar para Dios» (n. 4).

–La Iglesia no hace política: «La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer y no pretende ‘de ninguna manera mezclarse en la política de los Estados’. No obstante, tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación»… «Para la Iglesia, esta misión de verdad es irrenunciable». (n. 9).

–El progreso, una vocación: «El progreso, en su fuente y en su esencia, es una vocación: ‘En los designios de Dios, cada hombre está llamado a promover su propio progreso, porque la vida de todo hombre es una vocación’. Esto es precisamente lo que legitima la intervención de la Iglesia en la problemática del desarrollo. » (n. 16).

–La lección de la crisis: «La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un modo nuevo» (n. 21).

–Propiedad intelectual: «Hay formas excesivas de protección de los conocimientos por parte de los países ricos, a través de un empleo demasiado rígido del derecho a la propiedad intelectual, especialmente en el campo sanitario» (n. 22).

–Progreso integral: «No basta progresar sólo desde el punto de vista económico y tecnológico. El desarrollo necesita ser ante todo auténtico e integral. El salir del atraso económico, algo en sí mismo positivo, no soluciona la problemática compleja de la promoción del hombre» (n. 23)

–Precariedad laboral: «Cuando la incertidumbre sobre las condiciones de trabajo a causa de la movilidad y la desregulación se hace endémica, surgen formas de inestabilidad psicológica, de dificultad para crear caminos propios coherentes en la vida, incluido el del matrimonio. Como consecuencia, se producen situaciones de deterioro humano y de desperdicio social» (n. 25).

–El hombre, primer capital: «Quisiera recordar a todos, en especial a los gobernantes que se ocupan en dar un aspecto renovado al orden económico y social del mundo, que el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad» (n. 25).

–Lucha contra el hambre: «En la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta. El hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional» (n. 27).

–Vida y desarrollo: «La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre» (n. 28).

–Desigualdades: «La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones económicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las desigualdades y que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos» (n. 32).

El mercado: «Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, precisamente esta confianza ha fallado, y esta pérdida de confianza es algo realmente grave» (n. 35).

«La sociedad no debe protegerse del mercado, pensando que su desarrollo comporta ipso facto la muerte de las relaciones auténticamente humanas. Es verdad que el mercado puede orientarse en sentido negativo, pero no por su propia naturaleza, sino por una cierta ideología que lo guía en este sentido» (n. 36).

–Los pobres, una riqueza: «No se debe considerar a los pobres como un ‘fardo’, sino como una riqueza incluso desde el punto de vista estrictamente económico» (n. 35).

–Democracia económica: «En la época de la globalización, la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes. Se trata, en definitiva, de una forma concreta y profunda de democracia económica» (n. 38).

–La empresa: «Uno de los mayores riesgos es sin duda que la empresa responda casi exclusivamente a las expectativas de los inversores en detrimento de su dimensión social» (n. 40).

–Especulación: «Se ha de evitar que el empleo de recursos financieros esté motivado por la especulación y ceda a la tentación de buscar únicamente un beneficio inmediato, en vez de la sostenibilidad de la empresa a largo plazo, su propio servicio a la economía real y la promoción, en modo adecuado y oportuno, de iniciativas económicas también en los países necesitados de desarrollo» (n. 40).

–Papel del Estado: «El mercado único de nuestros días no elimina el papel de los estados, más bien obliga a los gobiernos a una colaboración recíproca más estrecha. La sabiduría y la prudencia aconsejan no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado» (n. 41).

–Globalización: «La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético fundamental vienen dados por la unidad de la familia humana y su crecimiento en el bien. Por tanto, hay que esforzarse incesantemente para favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria»…. «La globalización no es, a priori, ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella» (n. 42).

–Crecimiento demográfico: «No es correcto considerar el aumento de población como la primera causa del subdesarrollo, incluso desde el punto de vista económico» (n. 44).

–Familia: «Se convierte en una necesidad social, e incluso económica, seguir proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona» (n. 44).

–Ética y economía: «La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquier
a, sino de una ética amiga de la persona» (n. 45).

–Cooperación internacional: «La cooperación internacional necesita personas que participen en el proceso del desarrollo económico y humano, mediante la solidaridad de la presencia, el acompañamiento, la formación y el respeto. Desde este punto de vista, los propios organismos internacionales deberían preguntarse sobre la eficacia real de sus aparatos burocráticos y administrativos, frecuentemente demasiado costosos» (n. 47).

–Ambiente: «La naturaleza está a nuestra disposición no como un ‘montón de desechos esparcidos al azar’, sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para ‘guardarla y cultivarla'» (n. 48).

–Problemas energéticos: «El acaparamiento por parte de algunos estados, grupos de poder y empresas de recursos energéticos no renovables, es un grave obstáculo para el desarrollo de los países pobres» (n. 49).

–Energías alternativas: «Hoy se puede mejorar la eficacia energética y al mismo tiempo progresar en la búsqueda de energías alternativas. Pero es también necesaria una redistribución planetaria de los recursos energéticos, de manera que también los países que no los tienen puedan acceder a ellos. Su destino no puede dejarse en manos del primero que llega o depender de la lógica del más fuerte» (n. 49).

–Solidaridad y educación: «Una solidaridad más amplia a nivel internacional se manifiesta ante todo en seguir promoviendo, también en condiciones de crisis económica, un mayor acceso a la educación que, por otro lado, es una condición esencial para la eficacia de la cooperación internacional misma» (n. 61).

–El relativismo empobrece: «Para educar es preciso saber quién es la persona humana, conocer su naturaleza. Al afianzarse una visión relativista de dicha naturaleza plantea serios problemas a la educación, sobre todo a la educación moral, comprometiendo su difusión universal. Cediendo a este relativismo, todos se empobrecen más» (n. 61).

–Emigrantes: «Está comprobado que los trabajadores extranjeros, no obstante las dificultades inherentes a su integración, contribuyen de manera significativa con su trabajo al desarrollo económico del país que los acoge»…. «Todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación» (n. 63).

–Finanzas: «Todo el sistema financiero ha de tener como meta el sostenimiento de un verdadero desarrollo. Sobre todo, es preciso que el intento de hacer el bien no se contraponga al de la capacidad efectiva de producir bienes. Los agentes financieros han de redescubrir el fundamento ético de su actividad para no abusar de aquellos instrumentos sofisticados con los que se podría traicionar a los ahorradores». (n. 65).

–Microcrédito: «La experiencia de la microfinanciación, que hunde sus raíces en la reflexión y en la actuación de los humanistas civiles -pienso sobre todo en el origen de los Montes de Piedad-, ha de ser reforzada y actualizada, sobre todo en los momentos en que los problemas financieros pueden resultar dramáticos para los sectores más vulnerables de la población, que deben ser protegidos de la amenaza de la usura y la desesperación» (n. 65).

–Consumidores y asociaciones:

–ONU: «Se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones» (n. 67).

–Autoridad política mundial: «Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial» (n. 67).

–Los peligros de la técnica: «La técnica tiene un rostro ambiguo. Nacida de la creatividad humana como instrumento de la libertad de la persona, puede entenderse como elemento de una libertad absoluta, que desea prescindir de los límites inherentes a las cosas. El proceso de globalización podría sustituir las ideologías por la técnica» (n. 70).

–Medios de comunicación: «Dada la importancia fundamental de los medios de comunicación en determinar los cambios en el modo de percibir y de conocer la realidad y la persona humana misma, se hace necesaria una seria reflexión sobre su influjo, especialmente sobre la dimensión ético-cultural de la globalización y el desarrollo solidario de los pueblos» (n. 73).

–Bioética: «La bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral, y en el que está en juego la posibilidad de un desarrollo humano e integral. Éste es un ámbito muy delicado y decisivo, donde se plantea con toda su fuerza dramática la cuestión fundamental: si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios» (n. 74).

–Nuevas formas de esclavitud: «Las nuevas formas de esclavitud, como la droga, y la desesperación en la que caen tantas personas, tienen una explicación no sólo sociológica o psicológica, sino esencialmente espiritual. El vacío en que el alma se siente abandonada, contando incluso con numerosas terapias para el cuerpo y para la psique, hace sufrir. No hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo» (n. 76).

–El desafío cristiano: «El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don» (n. 79).

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ZENIT Staff

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