Dios es el artista y nosotros somos el lienzo

Entrevista al director internacional de los Patrocinadores de las artes en los Museos vaticanos

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 8 de julio de 2009 (ZENIT.org).- Tras siete años de labor de restauración, el Papa Benedicto XVI ha inaugurado con unas vísperas solemnes la Capilla Paulina el 4 de julio de 2009. Esta capilla, reservada a los Pontífices, se encuentra muy cerca de la Capilla Sixtina y contiene las últimas obras maestras de Miguel Ángel, pintadas entre 1542 y 1550: «La crucifixión de Pedro» y «La caída de Saulo».

Los trabajos de restauración han sido posibles también gracias a la ayuda de los Patrocinadores de las artes en los Museos vaticanos cuyo director internacional es el padre Mark Haydu, L.C. Por este motivo ZENIT ha entrevistado al padre Mark, estadounidense, sobre la relación entre el arte y la fe.

–Padre Mark, ¿cómo comenzó su interés por el arte sagrado?

–Padre Haydu: Una imagen como ésta de un pintor del siglo XVII llamado Johannes Vermeer me abrió las puertas del mundo del arte. Me enseñó a buscar el mensaje profundo que una obra de arte puede esconder. Me ayudó a darme cuenta de que la persona que se acerca al arte puede salir enriquecida, y vi que el arte es capaz de abrir una dimensión espiritual y de comunicar verdades que de otra forma tal vez no se conseguiría.

–En el cuadro aparece una señora pensativa con una balanza en sus manos en una habitación desordenada, ¿qué más nos dice este cuadro?

–Padre Haydu: El primer paso sería analizar los elementos de la composición para ver qué nos dicen del autor, de sus intenciones y de su estilo. Pero me parece que su pregunta va más hacia el significado profundo del cuadro. Cuando aprecio un cuadro no sólo me pregunto qué quiso comunicar el autor, sino sobre todo qué me dice a mí esta obra. Esa es la cosa hermosa de una obra de arte: habla un lenguaje universal, es decir, el idioma de la belleza. Por ejemplo, en este cuadro vemos cómo el peso está recargado hacia el lado derecho; eso logra que nuestra atención se centre ahí. La luz que entra por la ventana en la parte izquierda, de alguna forma, equilibra la escena. Es el interior de una habitación, y es un momento cotidiano que nosotros «invadimos». Vermeer nos introduce en un momento personal y privado en la vida de esta persona. Detrás de la mujer vemos una pintura que representa el juicio universal. Esta mujer se dispone a equilibrar sus perlas. Podemos intuir que las perlas hacen referencia a sus tesoros terrenales y esta mujer los sopesa a la luz del juicio universal, de su destino eterno. Hace un balance de su vida y de lo que posee de cara a la eternidad. Esto, por ejemplo, nos puede ayudar a ver que el hombre es libre de reflexionar sobre lo que quiere hacer con su vida, pero que es importante hacerlo a la luz de la eternidad que nos espera a todos. La luz que recae sobre la mujer ilumina su cabeza, pero también su pecho, indicando de esta forma que la decisión que ha de tomar está, sí, en la mente; pero, sobre todo, en su corazón. Es allí donde se dan las decisiones del hombre. La mente las piensa, el corazón las pone en movimiento.

–¿Y cómo logra descubrir todo esto? 

–Padre Haydu: Después de fijarse sin prisas en la forma, el contenido, los colores, los elementos, es muy importante preguntarse: «¿por qué el autor lo ha hecho así y no de otra forma?». Es tratar de penetrar la mente del artista. Un artista puede crear lo que quiera, y eso nos puede hacer pensar también en el primero que hace arte: Dios.

–Dios, ¿artista?

–Padre Haydu: Sí, Él es el Artista por excelencia. La creación del mundo y del hombre, que Miguel Ángel celebra con sus frescos en la bóveda de la Capilla Sixtina, ¿no es una obra maravillosa e incomparable de arte? Y más allá de la naturaleza, podemos ver la maravilla de Dios Artista en nosotros mismos. Nosotros somos el lienzo. Con nuestra libre cooperación el Señor va dibujando la obra de arte que es nuestra vida. Después podemos mirar para atrás y preguntarnos: ¿por qué las cosas han sido así? Cuando analizamos un cuadro descubrimos la mano del artista, intuimos cuál fue su idea y qué quiso plasmar. De la misma manera, al ver nuestra vida, podemos descubrir la mano de Dios: nuestra vida ha sido así porque su Artista así lo ha permitido, así lo ha querido, y entonces nos damos cuenta de que no es fruto de la casualidad o la fatalidad, sino que detrás está la mano amorosa de Dios.

–¿Qué busca el arte sagrado?

–Padre Haydu: El arte sagrado trata de elevar el alma hacia Dios. Quiere transmitir el mensaje de la fe, explicarlo, compartirlo. Por eso, ante el arte sagrado una persona no puede pasar como un simple turista. «Todas las grandes obras de arte, todas las catedrales -las catedrales góticas y las espléndidas iglesias barrocas- son un signo luminoso de Dios y, por ello, una manifestación, una epifanía de Dios. (…) Al contemplar las bellezas creadas por la fe, constatamos que son sencillamente la prueba viva de la fe». Estas palabras las dijo el Santo Padre el verano pasado en su encuentro con los sacerdotes de la diócesis de Bolzano-Bressanone.

–Algunos opinan que tanto arte en las iglesias sólo distrae. ¿Es así?

–Padre Haydu: Si uno no lo sabe «leer», puede ser que se distraiga, pero si lo ve como un camino hacia Dios, sucede lo contrario. El arte hace referencia a lo que la liturgia celebra y proclama, y esto es una ayuda.  Podemos, por ejemplo, ver los cuadros de una iglesia que muestran las vidas de los santos y pensar que todos esos santos ofrecieron su vida por Cristo; y de esta contemplación podríamos pasar al propósito de querer ser santos también. O volver la mirada al Santísimo Sacramento y pedir la gracia de ser santos. Se trata, por tanto, de unir con un mismo puente dos cosas que pudieran parecer separadas. El arte puede también ser una valiosa ayuda para el fervor cuando el peregrino no habla la lengua del país en el que se encuentra la iglesia que visita: el peregrino podría ir apreciando el arte e ir recordando las predicaciones que ha escuchado sobre las escenas de la vida de Cristo o de los santos que se encuentran representadas en esa iglesia. El arte está ahí para ayudarnos a rezar, no sólo para que lo veamos y salgamos igual que como entramos.

–¿Cómo son las personas que visitan el arte de Roma?

–Padre Haydu: Con frecuencia podemos encontrar dos actitudes. Una es la del turista que viene a amontonar experiencias para después comentarlas con sus familiares y amigos: «Pasé por las cuatro basílicas de Roma»; «fui a los Museos vaticanos»; «vi esto y lo otro»; «¡qué bonito estaba todo aquello…!», y ya. De ahí no pasa. La otra actitud es la del peregrino. Es alguien que quiere hacer una pausa en la vida, analizar su alma delante de Dios, salir enriquecido. Es alguien que busca una gracia: un cambio de vida… Yo creo que hoy en día la gente que viene a visitar estos lugares busca eso. Necesita que el arte le eleve hacia Dios. El arte sagrado puede ser el medio que propicie la conversión del corazón hacia quien es el Autor de la Belleza. Y es que el arte pone al hombre delante de Dios, lo lleva a ver su vida a la luz de las realidades eternas y trascendentes. De hecho, una de las tareas principales de los Patrocinadores de las artes en los Museos vaticanos es restaurar las obras para que su inspiración e impacto originales sean más evidentes. De esta manera, los que ven estas obras pueden apreciarlas en toda su belleza. El impacto puede ser la diferencia entre uno que ve la obra como turista y otro que la ve como peregrino. Y cuando las personas hacen este click, todo les cambia. Se les abre un mundo nuevo, como fue en mi caso con aquel cuadro de Vermeer.

–¿Y qué recomienda a los turistas o peregrinos o turistas-peregrinos que visitan el arte de Roma?

–Padre Haydu: Que vengan y descansen no sólo distrayéndose con tanta belleza artística, sino que traten de descubrir a Cristo, el
mensaje de fe que hay detrás de cada obra de arte cristiano. Que hagan no sólo una ruta turística sino también un camino de fe. En este sentido puede ser una ayuda pedir que quien dirige las explicaciones de las obras de arte les ayude también a hacer una experiencia de fe.

–¿Cómo pueden ayudar los guías a los visitantes de Roma?

–Padre Haydu: Los guías son sobre todo historiadores de arte. Ahora bien, el guía cristiano busca también transmitir el fondo humano, cristiano y espiritual que hay detrás de cada obra de arte. De hecho ya hay numerosos guías aquí en Roma y en otros lugares que así lo hacen. Pienso que la misión del guía cristiano es la de ser puente entre Dios y el arte. Es quien ayuda a que quienes aprecian el arte pasen por él y conozcan las explicaciones artísticas, sí, pero también se encuentren con la fe, con el Evangelio y con Cristo. Les hablará de las ideas que los artistas querían transmitir. El guía cristiano por una parte conoce bien la historia y los aspectos técnicos de cada obra, y por otra parte busca comunicar a los turistas y peregrinos ideas que les ayuden a apreciar mejor el arte y a crecer humana y espiritualmente. De esta manera, los visitantes se acordarán siempre de aquel tour guiado de Roma, porque no se llevarán sólo datos científicos e históricos que se olvidan al día siguiente, sino que se llevarán algo más: una experiencia de acercamiento a Dios. Eso nunca se olvida.

–¿Quién puede colaborar con los Patrocinadores de las artes de los Museos vaticanos?

<p>–Padre Haydu: Cualquier persona que quiera sumarse al esfuerzo de conservar en su estado más perfecto el patrimonio artístico de los Museos vaticanos, de preservar estos valiosos elementos del patrimonio universal y de crear una cultura cristiana del hombre y del arte. Quien busque más información puede visitar nuestra página: www.vatican-patrons.org

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ZENIT Staff

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