Obispos argentinos: Misión continental

Carta pastoral de la Conferencia Episcopal

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BUENOS AIRES, sábado, 22 de agosto de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la carta pastoral de los obispos argentinos con ocasión de la Misión Continental aprobada por la 153ª Reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina.

* * *

A los sacerdotes, diáconos, comunidades religiosas, fieles laicos:

1. El acontecimiento de Aparecida ha sido para la Iglesia una invitación a renovar nuestro ardor apostólico y nuestro fervor. Cada uno de nosotros sabe lo que es «evangelizar» y lo que implica esta vocación en la Iglesia. Pues «anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas» (DA 30).

2. Pero es cierto que siempre en la Iglesia hay una novedad. Y la novedad está dada por los desafíos que nos marca el tiempo presente, la época que estamos viviendo. Esta es la maravilla de la presencia del Espíritu en la Iglesia. El Espíritu siempre sopla para encontrar lo nuevo en lo ordinario, renovando lo cotidiano, porque es Cristo el que hace nuevas todas las cosas: «yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?» (Is. 43, 19).

3. Y lo que hay de nuevo es el Espíritu, que sopla en este tiempo en la Iglesia de nuestro Continente. ¿Y qué nos dice el Espíritu? ¿Qué nos viene soplando? La necesidad de renovar (hacer nuevo) nuestro estilo evangelizador. Alcanzar un renovado estilo misionero, pues «la fuerza de este anuncio de vida será fecunda si lo hacemos con el estilo adecuado, con las actitudes del Maestro, teniendo siempre la Eucaristía como fuente y cumbre de toda actividad misionera» (DA 363). La Iglesia en América Latina, reunida en el Santuario de Aparecida en mayo de 2007, nos viene a decir que la novedad está en definir la identidad cristiana desde la única vocación de discípulos y misioneros de Jesucristo.[1]

4. Uno podría entender que son dos vocaciones distintas: que uno es primeramente discípulo y después, si se siente llamado, será misionero. Como si esta última fuera una segunda vocación, y en todo caso, optativa. Sin embargo Aparecida intenta que los cristianos descubran que por el bautismo tenemos una única vocación discipular y misionera al mismo tiempo, que el discipulado nos lleva a la misión y la misión nos modela como discípulos. Sin negar un camino pedagógico, pero descubriendo la unidad de una misma vocación de discípulos misioneros, como dos caras de una misma moneda.

5. Este es el gran desafío en este tiempo. Cómo renovar nuestras opciones pastorales desde la perspectiva misionera, transmitiendo que hay una sola vocación de discípulos misioneros. Y este desafío es para las comunidades diocesanas, parroquiales y para todas las áreas y ámbitos pastorales. Como decíamos en Navega mar adentro: «Tenemos por delante la apasionante tarea de hacer renacer el celo evangelizador, en el horizonte exigente y comprometido de la pastoral ordinaria.» (NMA 70).

6. Mucho se habló en torno a la Vª CG en Aparecida, sobre la implementación de una Misión Continental. Parecía que iban a surgir orientaciones concretas para un camino misionero en todo el continente. Pero, en una acertada decisión, no apareció junto al Documento Conclusivo, ningún esquema metodológico que ayude a implementarla al mismo tiempo, de la misma manera y orgánicamente en todo el continente.

7. La propuesta de Aparecida es más audaz, va más allá de una misión  programática  aunque no la excluye. La Misión que propone Aparecida no está limitada en el tiempo, sino pensada de forma tal que después que se inicie continúe, que sea una misión permanente. No se trata de programar una serie de acciones, aunque no lo descarta, sino el comienzo de algo con proyección indeterminada.

8. Por tal motivo fue madurando una acentuación en la necesidad de una «conversión pastoral» y un estilo misionero en toda actividad pastoral ordinaria. Esto no significa que no se hagan gestos misioneros concretos, pero queda claro que la Misión Continental no debe terminarse en ellos.

9. Por lo tanto hablar de Misión Continental es decir al mismo tiempo dos cosas:

§  trabajar en una «conversión pastoral» que lleve a un estado de misión permanente, a partir de la pastoral ordinaria,

§  y realizar misiones organizadas que encarnen y hagan visible este renovado estilo misionero.

10. Esto permite que cada Iglesia particular pueda adecuar su camino misionero vinculándolo con las prioridades pastorales que se vienen trabajando. Así la misión no aparece como punto de partida sin tener en cuenta el camino anterior, sino que viene a potenciar y renovar lo que se está haciendo. [2]

11. Destacamos que el comienzo de este camino misionero renovado, coincide con la proclamación del Año Sacerdotal, convocado por Benedicto XVI, y siguiendo el testimonio del santo Cura de Ars. Esta iniciativa ya está dando sus frutos de gozoso fervor en los sacerdotes, compartido plenamente con los fieles laicos.

12. Igualmente tenemos en cuenta que el anuncio de la verdad de Jesucristo es y será siempre «signo de contradicción». Hoy abundan modelos antropológicos incompatibles con la naturaleza y dignidad del hombre. Anunciar integralmente a Jesucristo en nuestros días exige coraje y espíritu profético, conscientes que la fe deberá engendrar modelos culturales alternativos para la sociedad actual.

 

 En continuidad con «Navega mar adentro»

conversión pastoral. [3] ¿Qué se entiende por conversión pastoral? No hay dudas que si hablamos de «conversión», este término está vinculado a «errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes«[4] pastorales que hay que abandonar para que la transmisión del Evangelio sea más fecunda.

14. La conversión pastoral se expresa en la firme intención de asumir el estilo evangélico de Jesucristo en todo lo que hacemos. Estilo que exige, del evangelizador, la acogida cordial, la disponibilidad, la pobreza, la bondad y la atención a las necesidades de los demás. (cfr. Mt 10, 5-10) Por este motivo la conversión pastoral tiene que tocar la pastoral ordinaria, empezando por la parroquia, las capillas, las comunidades, la catequesis, la celebración de los sacramentos, las estructuras diocesanas, decanales, etc. Y es allí, en nuestra tarea pastoral ordinaria, donde debemos reconocer que hay «estructuras caducas» y que es necesario abandonarlas, para favorecer la transmisión de la Fe.

15. En la tarea pastoral ordinaria la gran «conversión pastoral» pasa por el modo de relacionarse con los demás. Es un tema «relacional». Importa el vínculo que se crea, que permite transmitir «actitudes» evangélicas. Como Jesús en el encuentro con el ciego de Jericó, que lo llamó, le abrió un espacio para que compartiera su dolor, le devolvió la vista, y así finalmente, en un vínculo nuevo, el ciego «lo siguió por el camino» (cfr. Mc 10, 46 – 52)

16. La Iglesia ha ido acentuando esta característica pastoral. Con la llegada del Tercer Milenio, Juan Pablo II sorprende a todos convocando a la Iglesia a un «camino programático pastoral«[5] sostenido por una espiritualidad de comunión que lleva a la santidad. El modelo está en las relaciones trinitarias que fundamentan una eclesiología de comunión. En ella el prójimo «es un don para mí»,[6]  ya que me transmite el resplandor de amor trinitario que esconde su corazón. La riqueza del hermano enriquece al evangelizador. Por eso en esta etapa
evangelizadora más que hablar de «destinatarios» de la misión, tenemos que pensar en «interlocutores» con los cuales encontrarnos para testimoniar a Cristo en un diálogo e intercambio enriquecedor.

17. La pastoral, entonces, parece desarrollarse en lo vincular, en las relaciones, para que los programas pastorales no terminen siendo «máscaras de comunión«. Aquí importa en primer lugar lo que es previo a cualquier programa o acción. Antes de la organización de tareas, importa el «como» las voy a hacer, el modo, la actitud, el estilo. Así entonces las tareas son herramientas de un estilo comunional,  cordial, discipular, que transmite lo fundamental: la bondad de Dios.

18. Los obispos en Argentina así lo entendimos también y el documento pastoral «Navega mar adentro«, del año 2003, sigue el camino inspirado por Juan Pablo II en la intención de «hacer de la Iglesia casa y escuela de comunión» (NMA 83). El documento de Aparecida continúa con esta perspectiva, dándole una dimensión misionera, ya que todo  agente pastoral transmite la fe a partir de la propia persona. Cada cristiano está llamado a dar testimonio de la bondad de Dios con sus propias actitudes, siguiendo las enseñanzas del Apóstol: «Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús» (Fil 2, 5).

19. La misión lleva al encuentro personal para transmitir a Cristo. La misión es relación, es vínculo. No hay misión si no me relaciono con el prójimo. La misión necesita de la cercanía cordial. Y el desafío, desde esta cercanía, es llegar a todos sin excluir a nadie.

20. En esta cercanía misionera Aparecida confirma la importancia y la valoración de la religiosidad popular. Camino privilegiado en América latina que nos lleva a descubrir lo que ya hay de Dios en el corazón de nuestros pueblos, «el precioso tesoro de la Iglesia Católica en América Latina».[7] 

Nuevo punto de partida

21. Para saber cuál tiene que ser el estilo misionero que debemos implementar hay que partir de una mirada de la realidad con espíritu de Fe y descubrir algunos elementos esenciales. Como la cuestión social, que «abarca tanto las situaciones de exclusión económica como las vidas humanas que no encuentran sentido y ya no pueden reconocer la belleza de la existencia» (HB 25).  O el «crecimiento del individualismo y el debilitamiento de los vínculos personales y comunitarios» (HB 25).

22. Por este motivo no sorprende que la Vª CG tenga como telón de fondo el desafío de ayudar a plenificar la vida, a tener una vida más digna, bajo el lema «para que los pueblos en Él tengan Vida«. Y hoy, fundamentalmente, en nuestra cultura la dignidad de la vida se juega en el eje inclusión – exclusión; comunión – aislamiento. Y este pasa a ser el horizonte primero de la misión.

23. El Papa Benedicto XVI presenta estos desafíos y da pistas de reflexión en el discurso inaugural[8]. Y dice: ¿Qué nos da Cristo realmente? ¿Por qué queremos ser discípulos de Cristo? Porque esperamos encontrar en la comunión con él la vida, la verdadera vida digna de este nombre, y por esto queremos darlo a conocer a los demás, comunicarles el don que hemos hallado en él.[9] En un tiempo donde la sociedad, en su conjunto, se ha vuelto impersonal, competitiva y, a veces hasta despiadada… la gente busca y necesita de lugares de acogida y de confianza.

24. Esta necesidad y reclamo parece ser respondido por Benedicto XVI al dar el marco de la Vª CG en el Discurso inaugural, cuando dice: «Todavía nos podemos hacer otra pregunta: ¿Qué nos da la fe en este Dios? La primera respuesta es: nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. La fe nos libera del aislamiento del yo</b>, porque nos lleva a la comunión: el encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9).«

25. De esta manera la tarea de la Misión Continental en nuestro país puede concretarse en una pastoral de la Fe.[10] Una Fe que ayuda a dignificar la Vida en Cristo desde una experiencia concreta de inclusión y comunión. Teniendo en cuenta que «La relación que une al discípulo-misionero con Jesús no es, en primer lugar, de orden intelectual, sino la adhesión a su Persona por la fe.»[11] 

Acciones destacadas.

 26. En continuidad con el camino metodológico de «Navega mar adentro» presentamos finalmente algunas acciones destacadas para este tiempo de renovación misionera que están en estrecha vinculación con las del documento pastoral.

a) Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica y diocesana, en especial desde la Parroquia[12]

27. Para que la Misión no quede sólo en un gesto misionero, el gran desafío es el de renovar la pastoral ordinaria desde un nuevo estilo misionero. Para ello es fundamental poner la mirada en la Parroquia como institución pastoral privilegiada en la tarea evangelizadora. Dice el Documento de Aparecida: «La renovación de las parroquias, al inicio del tercer milenio, exige reformular sus estructuras, para que sea una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión.«(DA 172)

28. Debemos retomar con energía el proceso de la reforma y conversión de nuestras parroquias. Cada parroquia ha de renovarse en orden a aprovechar la totalidad de sus potencialidades pastorales para llegar efectivamente a cuantos le están encomendados (NMA 72). Para esto es fundamental acoger cordialmente a quienes se acercan a nuestras comunidades. Será una ocasión para ofrecer el rostro cordial de la Iglesia y aprovecharlas como lo que son: encuentros privilegiados para la evangelización (NMA 90, a.). Como la misión comienza en el gesto cordial y cercano para dar testimonio personal de Cristo  debemos hacer de la Iglesia «casa y escuela de comunión» (NMA 83).

b)   Priorizar una pastoral misionera desde la catequesis de iniciación

29. Es conocida por todos la mayor dificultad que hay hoy en la transmisión familiar de la Fe. En algunas regiones o ciudades, muchos niños llegan a la catequesis sin saber hacer la señal de la cruz y se difiere el bautismo de los niños por variados motivos (NMA 90).

30. Así uno puede encontrar, en algunos barrios no cercanos a un templo parroquial o capilla, muchos niños sin bautizar. Y si no hay bautismo no está el vínculo primero y más simple con la Iglesia que es la pertenencia a ella como una familia (NMA 77).

31. Por eso hay que pensar en cómo encarar una decidida pastoral bautismal, donde la invitación, a partir del anuncio del Kerygma, sea la de ofrecer el bautismo para quien no lo tiene o invitando a no diferirlo por más tiempo en los niños pequeños.

32. La novedad misionera debe estar en agregar a la preparación pre-bautismal, una pastoral post-bautismal, donde la Iglesia haga visible que se hace cargo de los hijos que engendra. Que este camino post-bautismal oriente y acompañe a la culminación de la catequesis de iniciación en la Confirmación y Eucaristía (NMA 73). Esta pastoral bautismal debe atender también la celebración litúrgica del sacramento, donde se experimente de verdad que es la comunidad eclesial quien recibe a sus nuevos miembros.

33. La novedad misionera de esta pastoral con ocasión de la catequesis de iniciación, también está en el de
safío de sostener a lo largo de la vida la conciencia de la vocación bautismal de discípulos misioneros, ayudando a desarrollar el potencial misionero que hay en cada bautizado (NMA 76).

34. Si el objetivo central de la catequesis de iniciación es llevar a las personas a un verdadero encuentro con Jesucristo y a una inserción en la vida de la comunidad, para ello el primer espacio de encuentro con El será el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios, de Jesucristo vivo, en la Iglesia, que es nuestra casa.[13]

c) Promover el compromiso misionero hacia una sociedad justa y responsable. Pastoral Familiar y Doctrina Social de la Iglesia.

35. Los obispos en Argentina hemos decidido también tener el Bicentenario (2010 – 2016) como meta y objetivo evangelizador. La Misión Continental en Argentina no puede estar separada de este acontecimiento, teniendo en cuenta que su celebración se da en un espacio de tiempo de 6 años. Esto permite trabajar desde la Doctrina Social de la Iglesia en un camino formativo y de compromiso con la construcción de la sociedad y en especial poniendo énfasis en la pastoral familiar y educativa, como se prioriza en Navega mar adentro (NMA 97; HB 32).

36. La misión, desde esta perspectiva, debe ayudar a revertir la carencia importante de participación de los cristianos, y la ciudadanía en general, como agentes de transformación de la vida social, económica y política del país, alentando el paso de habitantes a ciudadanos responsables (HB 34).

37. La misión es, también, salir «como buenos samaritanos, al encuentro de las necesidades de los pobres y los que sufren y crear las estructuras justas que son una condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad» (DA 537) y desde aquí proyectar, «como prioridad nacional, la erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos«. (HB 5)

d) Expandir procesos misioneros permanentes

38. Junto con la renovación misionera de la pastoral ordinaria, habrá que extender la presencia misionera, al modo de un proceso permanente, incluyendo aquellas acciones puntuales que ayuden a encender y mantener vivo el ardor misionero. No podemos contentarnos con esperar a los que vienen. Por tanto, imitando al Buen Pastor que fue a buscar a la oveja perdida, una comunidad evangelizadora se siente movida continuamente a expandir su presencia misionera en todo el territorio confiado a su cuidado pastoral y también en la misión orientada hacia otros pueblos (NMA 90, b).

39. Este es el ámbito que más reclama una pastoral de conjunto diocesana. Es el obispo junto a todo el presbiterio, los religiosos y religiosas, y los fieles laicos, quienes deciden cuáles van a ser las características de esta misión ya que es un servicio a la Iglesia toda, a la diócesis. Todos tienen que participar con gestos misioneros comunes: parroquias, comunidades eclesiales de base,[14] movimientos laicales, comunidades educativas en todos sus niveles, pastorales específicas, grupos de lectura orante de la Palabra de Dios siguiendo el itinerario de la Lectio Divina,[15] etc.

40. Para hacer visible esta opción misionera puede ayudar tener gestos y signos compartidos, como ser:

– el tríptico obsequiado por el Papa Benedicto XVI en Aparecida, acompañado de una sencilla catequesis sobre su simbología de fe;

la oración de la Misión Continental preparada con textos del magisterio de Benedicto XVI en Aparecida;

el logo utilizado en Aparecida puede seguir siendo distintivo para los misioneros y para los subsidios que se preparen para esa labor;

– a estos signos pueden asociarse otros actos inspirados y simultáneos relacionados con solemnidades litúrgicas, como Navidad, Pascua o Pentecostés, o fiestas Marianas.


Conclusión

41. Aparecida provoca una revisión del estilo evangelizador. Redescubre que la misión (relación con el otro para compartir la fe en Cristo) es fundamental en la identidad cristiana, dando prioridad a las actitudes y al estilo evangelizador.

42. Por ello es necesario un camino de «conversión pastoral», buscando cambiar el modo de transmitir el Evangelio reconociendo que el Espíritu Santo está en el origen de todo camino de Fe.

43. Hoy más que nunca se espera de todo agente evangelizador la conciencia de esta vocación de discípulos misioneros. El vínculo con Jesús en la dimensión discipular se hace vínculo misionero con los hermanos para presentarles el amor y la bondad de Dios.

43. Teniendo en cuenta la presencia de la Iglesia y sus enseñanzas en la construcción de nuestra patria y en el horizonte de la celebración de su Bicentenario (2010 – 2016) nos encomendamos a nuestra madre, la Virgen de Luján, para renovar nuestro compromiso misionero y transmitir el Evangelio de Cristo para «que todos en Él tengan Vida».
 

153ª Reunión de la Comisión Permanente
Buenos Aires, 20 de agosto de 2009
en memoria de San Bernardo

Siglas:

DA:   «Aparecida. Documento Conclusivo.»

         CELAM, Mayo de 2007.

         Oficina del Libro de la CEA

HB:   «Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad»

         Conferencia Episcopal Argentina, Noviembre de 2008.

         Oficina del Libro de la CEA

NMA: «Navega mar adentro»

         Conferencia Episcopal Argentina, Mayo de 2003.

         Oficina del Libro de la CEA

Notas

[1] Aparecida. «Documento Conclusivo». CELAM, Mayo de 2007. «Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan Vida. -Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida- (Jn 14, 6); Oficina del Libro de la CEA, Buenos Aires, 2007.

[2] «Valoramos el camino pastoral que realizan las Iglesias particulares con sus nuevos planes y proyectos. Por ello, agradecemos la entrega generosa de los sacerdotes y diáconos, nuestros principales colaboradores, de los consagrados y consagradas, de los agentes pastorales y de todas las comunidades cristianas. Con ustedes deseamos seguir abiertos al impulso del Espíritu, que nos viene de Aparecida, para renovar el entusiasmo de ser discípulos misioneros de Jesucristo. De la mano de María, fiel discípula y servidora, queremos llevar vida plena a nuestro pueblo.» Declaración de los obispos al término la 95ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina. (Pilar, 12 de abril de 2008)

[3] Aparecida. «Documento Conclusivo». Nº 365 y ss.

[4] Juan Pablo II, «Tertio millennio adveniente», Nº 33; 1994.

[5] Juan Pablo II, Carta Apostólica «Novo milenio ineunte», Nº 42, párr. b; 2001,

[6] Idem, Nº 43, párr. b.

[7] Aparecida «Documento Conclusivo», Nº 258 – 265.

[8] «En el mundo de hoy se da el fenómeno de la globalización como un entramado de relaciones a nivel planetario. Aunque en ciertos aspectos es un logro de la gran familia humana y una señal de su profunda aspiración a la unidad, sin embargo comporta también el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo. Como en todos los campos de la actividad humana, la globalización debe regirse también por la ética, poniendo todo al servicio de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.

En América Latina y el Caribe, igual que en otras regiones, se ha evolucionado hacia la democracia, aunque haya motivos de preocupación ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas, y que no corresponden con la visión cristiana del hombre y de la sociedad, como nos enseña la doctrina social de la Iglesia. Por otra parte, la economía liberal de algunos países latinoamericanos ha de tener presente la equidad, pues siguen aumentando los sectores sociales que se ven probados cada vez más por
una enorme pobreza o incluso expoliados de los propios bienes naturales.» (cfr. Benedicto XVI, «Discurso Inaugural», nº 2, párr. 2-3)

[9] cfr. Benedicto XVI, «Discurso Inaugural», nº 3, párr. 4

[10] «La MISIÓN debe encarar la «pastoral de la fe» y está centrada en torno a tres ejes: la predicación, la catequesis, la piedad popular. A su vez la Misión debe tener dos ejes transversales: la animación bíblica de toda la pastoral, una fuerte espiritualidad mariana.» Mons. Luis Villalba, «Navega mar adentro – Aparecida y la Misión Continental», Presentación en la 95ª Asamblea Plenaria, abril 2008.

[11] Idem.

[12] Cfr. Aparecida, «Documento Conclusivo», Nº 170 – 177.

[13] Cfr. Aparecida, «Documento Conclusivo», Nº 246.

[14] Aparecida, «Documento Conclusivo», Nº 178-179

[15] Aparecida, «Documento Conclusivo», Nº 249

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ZENIT Staff

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