CASTEL GANDOLFO, miércoles, 26 agosto 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI abogó este miércoles por la edificación de un nuevo modelo de desarrollo que salvaguarde el medio ambiente, motivo por el cual invitó a la comunidad internacional a una conversión ecológica.
Su llamamiento, como él mismo explicó al tomar la palabra en inglés durante la audiencia general, tiene lugar en plena preparación de la 64 sesión ordinaria de la asamblea general de las Naciones Unidas, del 15 de septiembre al 2 de octubre, que se centrará en la salvaguardia del ambiente.
Se trata de una etapa decisiva para la preparación de la cumbre que las Naciones Unidas han convocado del 7 al 18 de diciembre en Copenhague sobre el cambio climático (COP15).
Estos encuentros, como el mismo pontífice reconoció en sus palabras dirigidas a los peregrinos congregados en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, muestran cómo «se está desarrollando una nueva sensibilidad por estos temas, que suscitan la justa preocupación de las autoridades y de la opinión pública».
«La tierra es un don precioso del Creador, que ha diseñado su orden intrínseco, dándonos así las señales orientadoras a las que debemos atenernos como administradores de su creación», afirmó el pontífice.
Su intervención se convirtió en una explicación de las propuestas de ética y ambiente que ha condensado en su reciente encíclica «Caritas in veritate».
«Experimentando la común responsabilidad por la creación, la Iglesia no sólo está comprometida en la promoción de la defensa de la tierra, del agua y del aire, entregados por el Creador a todos, sino que sobre todo se empeña por proteger al hombre de la destrucción de sí mismo», aclaró.
De hecho, «cuando se respeta la ‘ecología humana‘ en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia».
Y preguntó: «¿Acaso no es verdad que la utilización desconsiderada de la creación comienza allí donde Dios es marginado o incluso donde se le niega la existencia?».
«Si desfallece la relación de la creatura humana con el Creador, la materia se reduce a posesión egoísta, el hombre se convierte en la ‘última instancia’, y el objetivo de la existencia queda reducido a una afanada carrera para poseer lo más posible», constató.
«Qué importantes es, por tanto, el que la comunidad internacional y los diferentes gobiernos sepan dar las señales adecuadas a los propios ciudadanos para afrontar de manera eficaz las modalidades de utilización del medio ambiente que resultan dañinas», aclaró.
Al mismo tiempo, advirtió: «Los costes económicos y sociales derivados del uso de los recursos ambientales comunes, reconocidos de manera transparente, deben ser asumidos por aquellos que los utilizan, y no por otras poblaciones o por las generaciones futuras».
«La protección del ambiente y la salvaguardia de los recursos y del clima exige que todos los líderes actúen de manera conjunta, respetando la ley y promoviendo la solidaridad, sobre todo con las regiones más débiles de la tierra», aseguró.
Por este motivo, pidió «edificar un desarrollo humano integral en beneficio de los pueblos presentes y futuros, un desarrollo inspirado en los valores de la caridad en la verdad», como reza el título de su encíclica.
«Para que esto suceda es indispensable convertir el actual modelo de desarrollo global hacia una toma de responsabilidad más grande y compartida ante la creación: lo exigen no sólo las emergencias ambientales, sino también el escándalo del hambre y de la miseria», aseguró.
El obispo de Roma concluyó recitando un pasaje del Cántico de las Criaturas de san Francisco de Asís: «Altísimo, omnipotente, buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición… Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas».