Cardenales reconocen un milagro atribuido a la intercesión de un periodista

Paso decisivo para la beatificación de Manuel Lozano Garrido

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 29 septiembre 2009 (ZENIT.org).- La comisión de cardenales de la Congregación para el Culto Divino ha reconocido este martes un milagro atribuido a la intercesión de Manuel Lozano Garrido, conocido como «Lolo», miembro de la Acción Católica, periodista a pesar de que quedó paralítico y al final de su vida ciego.

Se trata de un paso decisivo en su proceso de beatificación, pues ahora sólo queda que Benedicto XVI apruebe la promulgación del decreto de reconocimiento del milagro para que el «periodista en silla de ruedas» pueda ser elevado a la gloria de los altares.

El mismo Papa reconoció sus virtudes heroicas con un decreto del 7 de diciembre de 2007, en el que le declaraba «venerable» y en el que reconocía: «la enfermedad era la causa de su santificación, el sufrimiento era su cátedra».

El caso sometido a estudio es el de un niño de dos años, enfermo de sarampión, cuya enfermedad empeoró tanto que degeneró rápidamente en peritonitis, según ha revelado a ZENIT el postulador de la causa de beatificación, el padre Rafael Higueras.

Fue intervenido, pero a los pocos días la enfermedad volvió a evolucionar de forma negativa en íleo paralítico por lo que precisó una nueva intervención, extirpándole más de veinte centímetros del peritoneo, a pesar de su corta edad. La gravedad aumentó hasta producirse cólico fecaloideo.

El padre Higueras revela que «el niño había pasado de catorce kilos de peso a siete y no respondía a los fortísimos tratamientos antibióticos. Entonces, se produjo un episodio de septicemia por pseudomonas. Lo único razonable era la muerte inminente. En los momentos de más peligro, se le colocó el crucifijo de Lolo bajo la almohada y se produjo la curación».

Este caso ya ha sido estudiado y aprobado por la comisión científica de médicos de la Congregación para las Causas de los Santos y un mes después por teólogos de la misma institución vaticana.

Periodista y místico

Lolo nació en Linares (España) en 1920 y murió en la misma ciudad el 3 de noviembre de 1971. En su juventud se inscribió en la Acción Católica, donde fue miembro activo, siendo elegido para diversos cargos directivos.

Higueras recuerda que «ya entonces comienza en él a arraigarse el amor por la Eucaristía y por María, que le marcaría en toda su vida».

A los 16 años, en plena persecución religiosa en España, fue elegido para llevar clandestinamente la comunión. Por este motivo fue encarcelado. Entre las dichas más grandes de su vida recordaba la de haber transcurrido la noche del Jueves Santo, junto con otros presos, en adoración al Santísimo Sacramento, porque su hermana pequeña, Lucy, se lo pudo pasar escondido en un ramo de flores.

«Pero desde su adolescencia la vocación de Lolo era el periodismo», reconoce el padre Higueras. Cuando la enfermedad y la invalidez total cambian su vida, desde su sillón de ruedas se convierte en escritor y periodista fecundo: nueve libros y cientos de artículos de prensa, «que son para él el cauce de su afán evangelizador».

«Su casa se convierte en centro de orientación, de alegría y de vocación para muchísimos jóvenes, y en centro de apostolado entre los enfermos: con monasterios de contemplativos y enfermos incurables funda la obra pía Sinaí, grupos de oración de religiosas contemplativas y enfermos que rezan por los católicos comprometidos en los medios de comunicación.

Quedó inválido, en silla de ruedas más de 28 años y los últimos nueve, al final de la vida, ciego. Gracias a un movimiento diminuto, con el dedo pulgar, podía accionar el mando de un magnetofón en el que dictaba sus libros y pensamientos, que luego Lucy, su hermana y secretaria, trascribía.

Según el postulador, «la figura de este sencillo hombre de Dios es un faro potente para jóvenes que buscan luz en su camino; para periodistas y escritores que quieran poner el Evangelio en el enfoque de sus trabajos; para los seglares que pueden ver cómo la vida sencilla del trabajo ordinario de cada día puede ser cauce de santificación, con la fuerza de la Eucaristía y la ayuda de Santa María; para los enfermos que sufren: pueden mirar en él un enfermo que hace de su dolor un camino de santificación y apostolado; para la Acción Católica que se puede alegrar de tantos frutos maduros como en sus filas crecieron y se santificaron».

El postulador explica que Lolo era un auténtico místico. «Sólo de un hombre, que vive en Dios y que vive de Dios, pueden salir los preciosos renglones de apasionado joven y ardiente escritor movido por la fe y por el evangelio de Jesús».

«La Santa Madre Iglesia podrá sentirse feliz de presentar al mundo hijos maduros como Lolo: que es joven entre los jóvenes, alegre por encima del dolor; que es enfermo, que toma su cruz y se siente gozoso de estar, como María, a los pies de Jesús crucificado; seglar que vive su Bautismo con exigencia apostólica; escritor y periodista que supera sus limitaciones grandísimas con la ilusión de contagiar su fe, su alegría y su esperanza».

Por Jesús Colina

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ZENIT Staff

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