En el nordeste de Brasil “la mies es mucha pero los obreros pocos”

Entrevista con monseñor Francisco Javier Hernández, agustino recoleto y obispo de Tiangua

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CIUDAD DEL VATICANO, martes 29 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- Sólo 16 sacerdotes para 400.000 habitantes encontró monseñor Francisco Javier Hernández, obispo de Tiangua en Brasil cuando tomó posesión de esta diócesis hace 18 años.

Durante su ministerio episcopal ha ordenado otros 18 presbíteros y cuenta que 10 más recibirán en a medio plazo el sacramento del orden, según explicó en esta entrevista a ZENIT.

Monseñor Hernández estuvo la semana pasada en Roma junto con un grupo de siete obispos más de la región Nordeste 4 de Brasil, con motivo de la visita Ad limina Apostolorum.

La Conferencia Episcopal Brasileña, al ser un territorio tan extenso, se divide en 17 regiones diferentes. Los obispos realizaran esta visita en 13 grupos diversos.

Siendo el nordeste la región más pobre y a la vez más católica de Brasil, ¿cómo se ve el contraste de ambos elementos en cuanto a la evangelización?

Monseñor Hernández: Cuando llegué a la diócesis de Tiangua me advirtieron de que el 70% de las familias estaban por debajo de la linea de pobreza. Hay algunos programas del Estado que se siente que son un poco paliativos pero han ayudando – bolsas de familias, jubilación de trabajadores rurales etc – en la situación tremendamente atrasada que vivíamos.

El mío es uno de los Estados más pobres en cuanto a desarrollo social. Incluso en nuestra diócesis tenemos dos y a veces tres municipios que suelen aparecer entre los 10 últimos municipios del Brasil en sus índices de desarrollo humano.

Pero son Estados que tienen una profundísima piedad popular cultivada a lo largo de los siglos. Esto no quiere decir que tengan una gran estructura doctrinal. Sin embargo, siempre hay romerías en las fiestas patronales. Ahora, al darles estructuras a las pequeñas comunidades, estamos consiguiendo abrir caminos para consolidar ese proyecto religioso con criterios de formación. Aproximadamente el 93% de la población se declara católica.

-¿En esta región cómo se aplican los principios de la Doctrina Social de la Iglesia en el trabajo con los más pobres?

Monseñor Hernández: Tenemos una pastoral social que mantiene programas a favor de comunidades pequeñas. Nos apoya del exterior una institución alemana con cuatro personas que trabajan allí tiempo completo. Actúan no sólo en programas específicos, sino que incentivan a las parroquias para que tengan un compromiso social.

Han aprendido el sentido de que la solidaridad compartida trae muchas soluciones para las necesidades del pueblo. Poner a los dirigentes y a los políticos ante de los resultados, y en una situación como la que nosotros tenemos, es muy importante. Se trata de afrontar las necesidades que el pueblo tiene, con la conciencia profética que tiene la Iglesia de llamar la atención para que los bienes sean bien repartidos.

-¿Qué esperan los obispos de esta visita ad límina?

Monseñor Hernández: Viviendo como obispos en solitario, muchas veces enfrentamos desafíos que nos desgastan. Por eso el sentir la comunión, el ánimo y el apoyo de los que están al frente de la Iglesia, creo que es un trabajo muy importante. En las diferentes visitas a los dicasterios hablamos de nuestros proyectos y eso nos anima. Recibimos la confirmación de que estamos en buen camino. Descubrimos que somos miembros de una gran Iglesia que está siendo hoy demasiado perturbada y atacada por tantas sectas.

Estuvimos visitando San Giovanni Rotondo, la tumba de San Pío de Pietrelcina. Fue un momento muy bonito para nosotros en este año sacerdotal. Es una palabra de ánimo para los que vivimos este misterio.

-Como miembro de la comunidad de agustinos recoletos, ¿cómo plasma este carisma en su ministerio episcopal?

Monseñor Hernández: El primer aspecto es el gran cariño por la vida comunitaria que San Agustín nos trasmitió. Escapar de las grandes parroquias para provocar una relación humana en las pequeñas comunidades. Las personas ponen en común sus dones y provocan un crecimiento positivo para todos.

Otro aspecto es la apertura a lo que te dice la Iglesia. San Agustín decía que si alguno era llamado a servir por medio del episcopado, no podía rechazar esta misión porque alguno tiene que tomar las riendas.

Y el espíritu misionero me marca tremendamente. Me encanta dedicarme como una presencia, sin ser dueño de nada, provocando procesos que den consistencia y agilidad a la Iglesia.

También está el despojamiento grande y la participación de los bienes, que es tan agustiniano. Más que de pobreza radical, se trata de tener en común y disfrutar juntos lo que se tiene en la sencillez de vida.

– El Papa dijo a los obispos de la región Nordeste 4 en su discurso hace dos semanas, que la misión de los sacerdotes debe estar al margen de la vida política. ¿Por qué cree que el Santo Padre dijo estas palabras y cómo reciben ustedes este mensaje?

Monseñor Hernández: Esta muy claro que este no es el camino del sacerdote y menos del obispo.

Yo tuve un ejemplo en mi diócesis, un joven sacerdote muy bueno para el trabajo pastoral que fue convidado por las fuerzas políticas para ser candidato único a la alcaldía.

Cuando vino a hablarme me dijo que él, como brasileño sabía lo que hacía. Le advertí que si dejaba la parroquia yo advertiría que en el tiempo en que fuera alcalde, la ciudad se quedaría sin sacerdote. A él le temblaron las piernas y rechazó totalmente la decisión. Fue como un pellizco que le dí y que trajo una buena reacción.

Tenemos que trabajar para que los laicos entren en aquello que el Concilio Vaticano II dijo de las realidades terrenas, que componen el ámbito normal de sus compromisos cristianos en la vida social, ciudadana, de las profesiones liberales y donde ellos dediquen su vida.

[Por Carmen Elena Villa]

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ZENIT Staff

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