ROMA, jueves 12 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- “El cuerpo de un ser humano, desde los primeros estadios de su existencia, nunca es reducible al conjunto de sus células”. Así lo afirmó ayer 11 de noviembre monseñor Zygmunt Zimowski, Presidente del Consejo Pontificio para los Operadores Sanitarios, en el Instituto Internacional de Teología Pastoral Sanitaria Camillianum, en la apertura del nuevo año académico.
El Presidente del Consejo Pontificio subrayó que “a todo ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, debe reconocersele la dignidad de persona” y este principio de la dignidad es tan fundamental que debe reclamar un gran “Sí” a la vida humana.
Por tanto, el sí a la vida humana “debe ponerse en el centro de la reflexión ética sobre la investigación biomédica, que reviste una importancia cada vez mayor en el mundo de hoy”.
Monseñor Zimowski explicó que las ciencias médicas han desarrollado de modo considerable sus conocimientos sobre la vida humana en los estadios iniciales de su existencia, hasta conocer mejor las estructuras biológicas del hombre y el proceso de su generación.
“Estos desarrollos – afirmó – son ciertamente positivos y merecen ser apoyados, cuando sirven para superar o corregir patologías y contribuyen a restablecer el normal desarrollo de los procesos generativos”.
“Pero – añadió –, y hay que decirlo con claridad, son en cambio negativos, y por tanto no se pueden compartir, cuando implican la supresión de seres humanos o usan medios que dañan la libertad de la persona o que son adoptados para fines contrarios al bien integral del hombre”.
El presidente del Consejo Pontificio explicó que “el gran desafío de la vida humana tiene que ver ante todo y sobre a su inicio” y que existe un intento de trasladar al inicio de la vida de la concepción a la implantación, lo que supondría un “pleno nulla osta ético para el aborto, porque pasan 15 días desde el momento de la fecundación del óvulo hasta el momento del implante en el útero materno”.
Retomando las palabras de Juan Pablo II en la Novo millennio ineunte, monseñor Zimowski precisó que la Iglesia debe realizar una tarea de radicalidad evangélica sin temor a las críticas porque la defensa de ella vida “está en la agenda eclesial de la caridad” y responde al “deber de comprometerse en el respeto de cada ser humano desde la concepción hasta su ocaso natural”.
“De la misma forma – comentó – el servicio al hombre nos obliga a gritar, oportuna e inoportunamente, que cuantos se valen de las nuevas potencialidades de la ciencia, especialmente en el terreno de la biotecnología, no pueden desatender las exigencias fundamentales de la ética, apelando quizás a una discutible solidaridad que acaba por discriminar entre vida y vida, despreciando la realidad propia de cada ser humano”.
En este contexto, el prelado afirmó que la vida del hombre está en el corazón del mensaje de Cristo, porque “es el hombre, grande y maravillosa figura viviente, más precioso a los ojos de Dios que toda la creación: el es Hom,bre, y para él existen el cielo y la tierra, el mar y la totalidad de la creación, y es a su salvación a la que Dios dio tanta importancia, que no ahorró siquiera a su Hijo Unigénito.
“En el plan de Dios-Creador – añadió – todo ha sido creado para el hombre, pero el hombre ha sido credo para servir a Dios y para ofrecerle toda la creación” y por esto la defensa de la vida entendida como caridad “está necesariamente al servicio de la cultura, de la política, de la economía, de la familia, para que en todas partes se respeten los principios fundamentales de los cuales depende el destino del ser humano y el futuro de la civilización”.
[Por Antonio Gaspari, traducción del italiano por Inma Álvarez]