Los sordos pueden percibir y anunciar en el silencio la llamada de Dios

Entrevista a María Antonia Claveria, especialista en otorrinolaringología

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 13 de diciembre de 2009 (ZENIT.org) La persona sorda en la vida de la Iglesia fue el tema central de un congreso organizado por el Pontificio Consejo para la Salud del 19 al 21 de noviembre pasados.

Ponencias, mesas redondas y una audiencia con el Papa Benedicto XVI sirvieron como semilla para entender mejor a la persona sorda en sus distintos grados y sus múltiples vertientes y de manera especial en la atención religiosa y espiritual.

ZENIT entrevistó a doctora española María Antonia Clavería, especialista en otorrinolaringología quien participó como ponente en este evento. Su trabajo diario consiste en atender y coordinar los distintos equipos educativo y sanitario) que atienden a los niños con sordera en sus distintos grados.

“El hecho de participar en la Conferencia me ha generado muchos interrogantes acerca de la adecuada y necesaria atención de estos niños con sus familias a nivel religioso y espiritual en las distintas etapas de la vida, en sus parroquias, cuando se acerquen para recibir los sacramentos”, dijo Clavería a ZENIT.

-¿Cómo ve usted los prejuicios y discriminaciones que sufren los sordos en la sociedad actual?

María Antonia Clavería: Son fruto del desconocimiento social de la persona con sordera, sus repercusiones y sus necesidades. A simple vista no podemos identificar a una persona con sordera y, más aún, podemos equivocarnos en juzgarlas a través de su comunicación. Este hecho puede ser un motivo de desensibilización por parte de la sociedad. Una persona ciega genera a simple vista compasión y con ello puede recibir ayuda entre su alrededor. La persona con sordera no lleva bastón identificador, tampoco va en silla de ruedas, ni lleva un aparato ortopédico. Pero no oye o no oye bien y esta dificultad no se palpa, no se valora, no sensibiliza.

-¿Cómo cree que pueden ser superados?

María Antonia Clavería: “En la actualidad no obstante vencer la discriminación también radica en hacer esfuerzos para lograr armonizar la convivencia entre la sociedad denominada oyente, la no oyente con comunicación en lengua de signos, la no oyente con comunicación oral, la que tiene dificultades auditivas (y en este grupo se incluye prácticamente a toda la humanidad al envejecer) y la no oyente con dificultades auditivas asociados a otros problemas. Todos estos grupos de personas forman parte de la misma sociedad, sociedad plural, que precisa de una íntima unión para un justa integración social de la persona humana.

De ahí que el inicio de esta sensibilización resida en la mejoría de la base pedagógica- educativa social, asesorada por los profesionales sanitarios expertos y con el respaldo de las instituciones políticas de cualquier ideología y con el apoyo de entidades, asociaciones y organismos nacionales e internacionales” .

¿Cómo hacer para que los sordos tengan una mayor participación en la vida social y pastoral? 

María Antonia Clavería “Se trata de normalizar la integración de la persona con déficit auditivo, desde su vertiente más leve a la más profunda, en la vida social y en consecuencia también en la pastoral. Para ello se tiene que trabajar intensamente para que toda la sociedad, civil y religiosa, esté informada acerca de lo que significa que una persona tenga un déficit auditivo en sus distintos grados, cuales son las repercusiones sociales, religiosas y espirituales, en las distintas etapas de la vida, y las ayudas terapéuticas disponibles. Todo ello va a permitir entender, considerar y ayudar a la persona con dificultades auditivas en sus distintas vertientes. Difícil trabajo sino comienza desde una base pedagogo-educativa y sanitaria asesorada por profesionales expertos de ambos ámbitos, en íntima colaboración y coordinación. Pero en este propósito es preciso que las personas afectadas participen, colaboren y luchen para lograr esta normalización de su integración social”.

¿Qué obstáculos puede encontrar una persona sorda para el crecimiento de la fe?

María Antonia Clavería: “La fe es un don de Dios que se transmite en parte importante a través de la familia a través de la comunicación, del diálogo abierto, y siempre desde el ejemplo.

Si la comunicación espontánea en la familia se interfiere por el hecho de que un miembro tenga este déficit auditivo, se debe comenzar con un conocimiento adecuado del mismo desde su inicio, su aceptación, y la información de su posible ayuda terapéutica precoz, teniendo en cuenta todas las posibilidades disponibles en su entorno. No obstante el “ejemplo mudo” siempre existirá, motivará y fortalecerá, sea cual sea la comunicación que se utilice .

El crecimiento y la madurez de la fe dependen en gran parte de la inquietud personal, favorecida por la misma familia, pero también por el entorno educativo, social y religioso-espiritual en el que la persona viva, se relacione y crezca en todas sus dimensiones. 

¿Y de qué  manera la persona sorda puede utilizar esta limitación para acercarse a la fe?

María Antonia Clavería: “Diría que la sordera en toda su magnitud no debería ser una limitación, sino una situación de desigualdad respecto a lo que se considera normal en nuestra sociedad y, reflexionar que lo normal, muchas veces no es lo mejor. Nunca una desigualdad debe ser utilizada para un fin. Pero reconozco que las personas con fe cristiana poseen el “privilegio gratuito de su fe” para afrontar el camino de la vida. La persona afectada de sordera puede verse en la necesidad de buscar lo que yo le llamo “privilegio de la fe” para afrontar su desigualdad y con esta inquietud acercarse a ella. Este hecho no lo considero una utilidad de la limitación, sino un crecimiento de madurez personal. 

¿De qué manera concreta, una persona con este tipo de desigualdad puede convertirse en discípulo y misionero de Cristo en este tiempo?

María Antonia Clavería: “Cualquier persona puede ser discípulo y misionero de Cristo siempre que reciba de pequeño, busque o encuentre a lo largo de su vida una adecuada catequesis. Al referirme a adecuada en este caso contemplo la deficiencia auditiva y para ello la necesidad de incorporar en la pastoral, que no lo disponga, de un soporte y asesoramiento pedagogo-catequético especializado para las personas con déficit auditivo en las distintas etapas de la vida, sobretodo en la infancia, durante su proceso de desarrollo hasta convertirse en adulto, en la edad media de la vida y en la vejez hasta la muerte.

Para finalizar este apartado me pregunto ¿Podría ser más catequético- evangelizador emplear el término de pastoral de personas con dificultades auditivas en lugar de pastoral del sordo? 

¿Qué elementos cree no pueden faltar en una buena terapia integral para las personas con déficit auditivo? 

María Antonia Clavería: “La aplicación de los valores de igualdad y respeto, rodeados de una adecuada educación familiar, socio-pedagógica en todas sus vertientes y sanitaria de la sordera. Todos estos elementos unidos y extendidos a toda la humanidad son necesarios para alcanzar una buena terapia integral de las personas con sordera”.

¿Cómo puede el hombre de hoy combatir la “sordera espiritual “de la que hablaba el Papa en la audiencia que concedió a los participantes de este evento? 

María Antonia Clavería: “Con la ayuda del pilar fundamental cristiano de amor al prójimo, venciendo el egoísmo del bienestar personal en pro de los que sufren por distintas causas, en nuestro caso de sordera, cercanos a nosotros. No se trata de lograr cosas imposibles y con ello desfallecer, sino hacer posible lo poco o mucho que está a nuestro alcance. Tratar y respetar al prójimo como a uno mismo le gustaría ser tratado y respetado. Tarea no fácil, desde la fragilidad humana, pero sí grano de arena para
conseguir un mundo mejor”.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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