Por Edward Pentin
ROMA, lunes 13 de diciembre de 2009 (ZENIT.org). – Cuatrocientos años después de haber inventado el primer telescopio, el legado de Galileo Galilei sigue vivo, mientras sigue influyendo en cómo el mundo ve la ciencia y cómo la ciencia ve el mundo y, por supuesto, el universo.
Se ha examinado con detalle su grado de impacto en el mundo científico y en la Iglesia en una fascinante conferencia en Roma, reunida por la Pontificia Universidad Lateranense.
Titulado “1609-2009: Desde el Telescopio de Galileo a la Cosmología Evolutiva – Ciencia, Filosofía y Teología en Diálogo”, el encuentro de tres días reunió a toda una serie de conferenciantes de primer orden incluyendo a dos Nobel de Física, cosmólogos, teólogos y filósofos. Ha tenido lugar al finalizar el Año Internacional de la Astronomía, para celebrar el invento de Galileo en 1609.
La conferencia comenzó, lógicamente, aclarando los mitos que todavía rodean a Galileo y su relación con la Iglesia. El Dr. Own J. Gingerich, antiguo profesor e investigador de astronomía y de historia de la ciencia en la Universidad de Harvard, presentó la historia de la controversia.
Eliminó rápidamente la acusación más famosa y al parecer más irrefutable: que la Iglesia torturó a Galileo. Se envió una carta al astrónomo italiano, afirmaba Gingerich, que indicaba que debía ser “interrogado por una vehemente manifestación de herejía” y que concluía “siendo mostrados legalmente los instrumentos de tortura”.
No obstante Gingerich afirmó que Galileo “ciertamente no fue torturado y sospecho que tampoco se le mostraron los instrumentos de tortura, pero estaba en su tercer interrogatorio cuando se dio cuenta de que no habría debate, de que no sería capaz de sostener que el sistema copernicano se debía tomar en serio”. A partir de entonces estaba dispuesto a “confesar de cualquier forma que se le requiriese, a ponerse en arresto domiciliario y a ser devuelto a Florencia”.
El profesor Gingerich decía que era especialmente importante ver el caso de Galileo en su contexto. “Hay que comprender que la mayoría de la gente pensaba que el sistema copernicano era totalmente ridículo; además nadie quería adoptar el sistema copernicano”.
El astrónomo norteamericano hacia luego una observación especialmente pertinente: que la controversia de Galileo “cambió esencialmente la forma en que hacemos ciencia porque hoy la ciencia trabaja sobre todo por la persuasión y no por las pruebas, y Galileo influyó mucho en que esto ocurriera”.
Después de que Galileo publicara su Diálogos sobre los Dos Mayores Sistemas del Mundo que comparaba los sistemas copernicano y ptolemaico (que la tierra giraba alrededor del sol y que el sol giraba alrededor de la tierra), Gingerich decía que hubo una constante “erosión de esta distinción entre la tierra y los cielos”. Pero al mundo le llevó siglos que se extendiera plenamente.
Era de descubrimientos
Sin embargo, los avances en astronomía han sido desde entonces impresionantes, y muchos de ellos han tenido lugar durante los últimos 15 a 20 años. “Estamos en una era de grandes descubrimientos y haciendo grandes progresos”, afirmaba el profesor George F. Smoot, ganador del premio Nobel de Física en el 2006 por su trabajo para ayudar a entender la Teoría del Big Bang.
Gracias al telescopio espacial Hubble y al más reciente observatorio espacial Planck, lanzado por la Agencia Especial Europea, los astrónomos pueden ver ahora el universo con un detalle mucho mayor. Smoot, cuya tarea es cartografiar la superficie del comienzo del universo, comparaba dos mapas del globo para ilustrar cuánto se ha progresado. Uno mostraba todos los continentes cartografiados más o menos como en un atlas medieval, el segundo mostraba la tierra con gran detalle topográfico. El primero representaba lo que sabíamos del universo en 1992; el segundo, lo que conocemos hoy.
Los telescopios actuales han llevado al descubrimiento de por lo menos 100.000 millones de galaxias en el universo, observaba Smoot, llevándole a plantear una cuestión cosmológica provocativa. “Si el propósito del universo es que el ser humano pudiera vivir en él, ¿Por qué hacer tantas galaxias? Claramente sería más que suficiente con crear el sistema solar, [sin embargo] hay muchas, muchas galaxias distribuidas de formas extrañas y evolucionando a lo largo del tiempo. Por eso la cuestión que se tiene en cosmología es explicar todas estas series de factores”. Añadía que los astrónomos esperan que Planck les ayude a comprender mejor la naturaleza fundamental de la creación del espacio y el tiempo que, afirmaba “es muy crítica”.
Más allá de la observación
En su mensaje a los participantes en la conferencia, Benedicto XVI afirmaba que la lección de Galileo es también una llamada a ir más allá de lo que se puede observar. Las cuestiones sobre la inmensidad del universo, su origen y su fin, “no admiten una única respuesta de carácter científico”, afirmaba. “Quien mira al cosmos, siguiendo la lección de Galileo, no podrá detenerse sólo en aquello que observa con el telescopio; deberá ir más allá, interrogándose sobre el sentido y el fin al que se orienta toda la creación”. En este contexto, observaba el Papa, la filosofía y la teología tienen un importante papel “para allanar el camino hacia ulteriores conocimientos”.
Algunos oradores pusieron de relieve que Galileo valoraba la Escritura, observando que le gustaba citar al cardenal Cesare Baronio, que afirmaba: “La Biblia fue escrita para mostrarnos cómo ir al cielo, no cómo van los cielos”. Pero Galileo hacía hincapié en que la Biblia no debería tomarse a la letra o como un instrumento de prueba de la ciencia. Al hacerlo, esperaba que esta visión fomentaría la reconciliación entre la fe y la ciencia (sus detractores, sin embargo, tomaron la postura opuesta y vieron en ello un intento de interferir en la teología)”.
Sin embargo, según el arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, la postura de Galileo sobre el literalismo enseña algo muy relevante al mundo de hoy: que tales interpretaciones de la Biblia conducen al fundamentalismo. El prelado italiano, que es también un renombrado erudito de la Biblia, afirmaba que los textos bíblicos son “una realidad vida” y, por tanto, implican el riesgo del fundamentalismo. Pero también ponía de relieve que, a través de la Biblia, se puede llegar a apreciar la “estética de la creación”. “El hombre no puede nunca estar presente en la creación sólo estudiándola desde un punto de vista científico”, explicaba. “Al estudiar el científico el universo desde el punto de vista científico, se deja abrumar por el lenguaje simbólico y recurre a las emociones estéticas, poéticas”.
“Esto es lo que hacen los creyentes, y los grandes pensadores como [Blas] Pascal cuando habla del temor y casi vértigo cuando se enfrenta a estos inmensos espacios y reconoce que una criatura muy frágil”, continuaba el arzobispo. Hizo referencia al salmo 8 en el que un hombre contempla las galaxias y piensa de sí mismo: ¿Qué es el hombre? “De la contemplación estética de la creación dimanan grandes cuestiones existenciales”, afirmaba Mons. Ravasi, “y este es uno de nuestros grandes empobrecimientos”. No es que la humanidad no haya progresado en la ciencia, afirmaba, “sino que el hombre no ha progresado en la contemplación de la belleza de la creación”.
Citando a G. K. Chesterton, afirmaba que “estamos pereciendo no por falta de maravillas, sino por falta de capacidad de maravillarnos”. El arzobispo pedía luego a creyentes y a no creyentes “que descubrieran el valor secreto, el valor poético” de la creación.
¿Orden o desorden?
Como un apunte interesante, el profesor Smoot había afirma do en su conferencia que el universo es “extremadamente ordenado” y parece que llegará a estar incluso más ordenado.
Esto llevó a un miembro del auditorio a preguntar sobre la observación del profesor, preguntando si, como se piensa comúnmente, el universo se está expandiendo y enfriando a una temperatura uniforme y, por lo tanto, se volverá más desordenado, un proceso conocido en termodinámica como entropía creciente.
La conclusión lógica es que, si esto es así, entonces el universo se dirige hacia una posible muerte, o lo que los astrofísicos llaman “muerte caliente”, en la que toda la energía del cosmos termine como una distribución homogénea de energía termal, de manera que no pueda extraerse fuerza de ninguna fuente.
El profesor Smoot contestaba diciendo, en primer lugar, que la parte más temprana del universo tiene una baja entropía. Luego continuaba: “La entropía es mayor donde hay agujeros negros, y nuestro conocimiento actual es que la mayoría de la entropía del universo está en los grandes agujeros negros”.
“La entropía específica es todavía bastante baja, y aunque el universo comenzó extremadamente ordenado se ha vuelto menos ordenado. Aunque parezca ordenado, si se mira a cómo se distribuyen las galaxias y la materia oscura, actualmente está más desordenado que cuando comenzó con casi una uniforme distribución.
“Este desorden está aumentando, y uno de los principales debates de hoy es si esta entropía seguirá creciendo siempre, o si en algún momento esta información se perderá y se borrará y se logrará un nuevo Big Bang.
“Esta es una de las cuestiones interesantes de la cosmología actual: que incluso aunque parezca que nos ordenamos más, no es así”.
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Edward Pentin es un escritor independiente que vive en Roma. Se puede contactar con él en: epentin@zenit.org