CIUDAD DEL VATICANO, martes 15 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Hoy es cada vez más urgente “una conversión común a la paz, una paz fundada en sólidos pilares de amor, justicia, verdad y libertad”. Lo dijo el arzobispo Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, interviniendo en el 17 consejo ministerial de la Organización par la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), en Atenas.
La OSCE, cuya sede principal se encuentra en Viena, Austria, fue fundada en 1975 en Helsinki, como Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Actualmente es la mayor organización para la seguridad regional en el mundo con 56 estados miembros de Europa, Asia Central y América del Norte, mientras que numerosos países son sus contrapartes para la cooperación.
Al tomar la palabra en el encuentro, el pasado 1 de diciembre, el prelado –según informa el diario vaticano “L’Osservatore Romano”- alabó el “Proceso de Corfú”, lanzado en junio pasado al final de un encuentro informal a nivel ministerial de la OSCE con el fin de entablar un nuevo diálogo sobre el futuro de la seguridad europea.
Monseñor Mamberti expresó el aprecio de la Santa Sede por las iniciativas emprendidas por la presidencia griega con el fin de reforzar el funcionamiento de los instrumentos y mecanismos disponibles para la prevención de los conflictos y para la rehabilitación postconflicto.
Sin embargo, precisó, los importantes pasos adelante en el control de los armamentos no pueden eclipsar las “guerras olvidadas” y las “hostilidades prorrogadas” que siguen causando muertos y daños, “a menudo en el silencio y la indiferencia de sectores considerables de la opinión pública”.
“Conflictos prorrogados o congelados –señaló- llevan sólo a la prolongación del sufrimiento de los civiles, en especial cuando el conflicto se alarga con sanciones económicas o cuando los objetivos militares se han agotado o son inaccesibles a las fuerzas aéreas”.
“En breve, instrumentos limitados, aplicados durante un largo período, tendrán a menudo consecuencias desastrosas y, al mismo tiempo, producirán resultados escasos y prometerán un conflicto sin un fin previsible”.
Por esto, subrayó, “la acción futura de la OSCE deberá necesariamente implicar un serio empeño por resolver los conflictos prolongados en el tiempo”.
Además, añadió, “no habrá paz en la tierra si perduran la opresión de los pueblos, las injusticias y los desequilibrios económicos que existen todavía”.
Sobre la agenda de la OSCE para los próximos años, el arzobispo Mamberti subrayó la centralidad de la relación entre políticas migratorias y seguridad.
Actualmente, observó, hay más de doscientos millones de personas en el mundo que viven y trabajan en países diferentes de aquél en el que nacieron y del que eran ciudadanos.
La situación, dijo, refleja políticas encaminadas “a responder a emotivas y encendidas exigencias de control y de integración por parte de la opinión pública”.
“Sin embargo –añadió–, las ventajas concretas aceptadas a través de la acogida a los inmigrantes se ofuscan a menudo por una actitud ambivalente en los medios de comunicación social y en la opinión pública, que permiten generalizaciones negativas que crean estereotipos de los nuevos llegados”.
De aquí deriva la “necesidad de prestar mayor atención a los migrantes mismos y no sólo a su papel económico de fuerza de trabajo y de colonos permanentes” y de reforzar “todo el sistema de tutela y de derechos humanos que no puede ser relegado a un papel secundario de apoyo”.
En este campo, el arzobispo Mamberti calificó como de “primaria” importancia la reagrupación familiar y también la educación de los migrantes de manera que puedan ser más conscientes de su derechos.
El representante vaticano aludió a los numerosos actos de intolerancia y violaciones de la libertad religiosa que “siguen siendo perpetrados bajo numerosas formas”.
Lamentablemente, señaló, “con el aumento de la intolerancia religiosa en el mundo, está bien documentado que los cristianos son el grupo religioso más discriminado, dado que más de doscientos millones de ellos, de diferentes confesiones, podrían encontrarse en situción de dificultad a causa de estructuras legales y culturales que les llevan a ser discriminados”.
A la luz de todo ello, invitó a considerar a las comunidades religiosas no “como fuentes de conflictos sociales o culturales, sino como un factor importante de promoción de la paz, comprensión recíproca y valores humanos comunes”.
Traducido del italiano por Nieves San Martín