Diagnóstico prenatal e ideología “pro choice”

Entrevista al ginecólogo Esteban Rodíguez (II)

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MADRID, jueves 24 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Cada vez es más frecuente la práctica del diagnóstico prenatal invasivo y no invasivo para comprobar la salud congénita del no nacido y para “tranquilizar” a los padres. Una prueba que trae grandes riesgos para la salud del feto y que no pocas veces lleva al aborto selectivo.

Sobre los peligros de esta práctica ZENIT entrevistó al ginecólogo español Esteban Rodríguez, el primero en objetar ante estos programas oficiales. “Para nosotros, la vida es un regalo, y el diagnostico prenatal indiscriminado e ideologizado se convierte en un método para ver si el contenido del regalo nos gusta y en caso contrario, devolverlo o tiralo a la basura”, aseguró.

¿Cuáles son los peligros directos que traen para el no nacido los programas de diagnostico prenatal para buscar defectos congénitos?

Esteban Rodríguez: Existe un riesgo directo y uno indirecto. El directo es el riesgo de muerte cuando es sometido a pruebas invasivas como la amniocentesis o las biopsias coriales. Este riesgo será desproporcionado cuando lo que se trate de diagnosticar sean enfermedades incurables que no aporten ningún beneficio para la salud del feto, valga como ejemplo el síndrome de Down que es la indicación más frecuente. El indirecto es que alguien, tras los resultados, pueda decidir que no merece nacer. El embarazo que se somete a pruebas de diagnóstico prenatal suele ser un embarazo deseado y suele dejar de serlo si el resultado no es favorable.

-¿Nos puede describir este procedimiento?

Esteban Rodríguez: Hoy se han diseñado unos programas ajustados a unos plazos legales que permitan la opción de provocar la muerte del feto enfermo. En concreto existen unos programas de cribados de cromosomopatias, de defectos del cierre del tubo neural o, de cardiopatias congénitas, ecográfico-bioquimicos, a través de los marcadores de cromosomopatias o, invasivos; para confirmar la ausencia de normalidad cromosómico genética y/o morfológica del ser humano que vive en el interior de un útero. La gran mayoría de los fetos, sometidos a estos programas, en los  que se detecta algún defecto son abortados.

-Y de quienes son sometidos a este control, ¿qué porcentaje resultan con enfermedades o defectos congénitos?

Esteban Rodríguez: Hay que decir que la probabilidad de que un niño presente algún tipo de defecto congénito, grave o leve, es sólo del dos al tres por ciento, porque esa es la frecuencia con la que se presentan en la naturaleza. El 98% de los embarazos darán lugar al nacimiento de un niño sano. La propia naturaleza proporciona la tranquilidad que se necesita, como también dispone de mecanismos naturales que llevan a la muerte, más o menos precoz, de las criaturas realmente defectuosas, teniendo en cuenta que lo único incompatible con la vida es la muerte.

-¿Trae algún beneficio para el no nacido el verse sometido a un diagnóstico genético-cromosómico de carácter invasivo?

Esteban Rodríguez: Para el hijo no existe ningún interés en que alguien pueda conocer el secreto de su individualidad genética, escondido por el Creador en lo más profundo de su ser: el núcleo celular. Hoy por hoy no es posible el tratamiento prenatal de afecciones genéticas y menos aún de las cromosómicas. Violar ese secreto como excusa para acabar con su vida resulta un riesgo desproporcionado e inútil para el hijo.

¿Aumenta el número de abortos tras un diagnóstico desfavorable para el paciente no nacido?

Esteban Rodríguez: Claro que sí. En definitiva el diagnóstico dice: – hazte las pruebas que no pasa nada, son buenas para que te quedes más tranquila – y si el feto resulta con alguna enfermedad nos dice: – aborta que no pasa nada, Dios te quiere, no quiere que sufras y que no seas feliz, ¿cómo vas a ser tan cruel de traer un hijo al mundo para sufrir?-.

Desgraciadamente, la teoría de «la aceptación serena», a la luz de los datos estadísticos, raramente se cumple y los hijos resultan abortados la mayoría de las veces, incluso cuando se hacen diagnósticos leves, como labio leporino o pie zambo, o de patologías potencialmente curables o paliables, como cardiopatías o espina bífida. Clamoroso resulta que el 90% de los síndromes de Downs sean abortados tras el diagnóstico.

En España, según datos oficiales del Ministerio de Sanidad, unos 3.000 niños al año son abortados como consecuencia de estos programas de diagnóstico prenatal y de las leyes que lo permiten. Cabría preguntarse cuántos son realmente curados.

Cabe decir que son pocos los abortos que se dan en este caso en comparación con las cifras de abortos totales, pero realmente son los no nacidos los miembros más débiles e indefensos de toda la familia humana, porque a su condición de feto indefenso se la añade la de enfermo que los convierte en doblemente débiles y necesitados de los fuertes.

Y habría cura para la mayoría de los que vienen abortados…

Esteban Rodríguez: En efecto. Abortar priva a los padres a asistir a un error de diagnóstico (no infrecuentes), la posibilidad de un tratamiento extrauterino, la posibilidad ¿por qué no? de asistir a un milagro, de hacer un duelo sano -no es lo mismo que ha una madre se le muera hijo que participar en su muerte- , de manifestar su amor hacia un hijo necesitado de amor y cuidados mientras dure su vida, por corta que ésta pueda ser.

-¿Hay un tipo de diagnóstico prenatal que no pone en riesgo la vida del hijo y que no se realice con fines abortistas?

Esteban Rodríguez: Sí. No se puede confundir el adecuado control de un embarazo, con unos programas concretos de cribados de defectos congénitos, invasivos o ecográficos, de inspiración eugenésica.

No hay nada objetable en hacer controles obstétricos destinados a buscar situaciones que puedan tener tratamiento o que puedan ser prevenidas, incluso a buscar enfermedades fetales para ser tratadas intraútero o tras el nacimiento. Pero buscar síndrome de Down o cualquier otra enfermedad, antes de las 22 semanas, a partir de las cuales el aborto, por arte de magia laicista, ya no es delito, para dar la opción de matarlos antes de que se pase el plazo, es intrínsecamente perverso.

¿Cuándo cree usted que un médico puede practicar y cuándo no, el diagnóstico prenatal?

Esteban Rodríguez: El diagnóstico prenatal tiene un buen uso cuando se utiliza para curar o paliar, pero también tiene un mal uso cuando se utiliza para seleccionar candidatos a ser eliminados. Ambos usos son inseparables en la práctica diaria, dada la legislación. El médico que decida prestarse a ello debe asumir la ideología que los inspira.

La Medicina Fetal ha surgido como especialidad que considera al feto como paciente, pero cuando la ideología “pro choice”, es decir la ideología abortista, se antepone a la deontología, se pone en riesgo la esencia misma de la Medicina y el avance de la verdadera Medicina Fetal, de manera que si eliminamos al paciente perdemos la oportunidad de estudiarlo y de seguir avanzado.

En tanto que las legislaciones abortistas sigan considerando legal acabar con la vida del discapacitado antes de nacer y las sociedades científicas sigan adaptando sus estrategias sanitarias para permitir la opción del aborto, los ginecólogos que participan en estos programas se ven obligados a asumir el papel de policías, jueces y verdugos. El problema está realmente en leyes inicuas propias de la cultura de la muerte, que condicionan el papel del médico.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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