GUADALAJARA, lunes, 11 enero 2010 (ZENIT.org).- Lo que desde hace casi un siglo era un cuartel militar ha sido presentado por la prensa mexicana como “antiguo convento de Santa Mónica, de monjas agustinas recoletas”. La ocasión la ha brindado el contrato firmado por representantes del Ejército mexicano y del Estado de Jalisco por el que el uso del edificio pasa a manos civiles para ser transformado en museo.
Buena parte del patrimonio agustino recoleto forma un continente sumergido que de vez en cuando aflora gracias a trabajos de remodelación de viejos edificios. Es lo que ha ocurrido en Guadalajara, Jalisco, en México.
Se trata de un edificio céntrico, de tres plantas y un hermoso patio central. A lo largo del tiempo el edificio ha sufrido importantes remodelaciones, según los distintos usos: primero convento, luego seminario, y finalmente cuartel, informa la página web de la Orden Agustina Recoleta.
Las monjas agustinas recoletas, que habían nacido en España (1589), se trasplantaron a México un siglo más tarde.
Su primera fundación de 1688 fue realizada en la ciudad de Puebla por el obispo Manuel Fernández de Santa Cruz. Su convento es, desde 1935, el Museo de Arte Religioso de Santa Mónica, único museo en todo México completamente dedicado a la vida conventual femenina.
Del convento madre de Puebla nacieron después el de Oaxaca (1697) y el de Guadalajara (1720). Este último año, exactamente el 19 de febrero, se instalaron en la capital de Jalisco cinco monjas venidas de Puebla. Sin embargo, la construcción del convento no se verá concluida hasta el año 1733.
Durante más de un siglo y cuarto, las monjas vivieron pacíficamente en su convento, hasta que en 1860 fueron exclaustradas por el Gobierno de la Nación. Durante ocho años el edificio fue abandonado, y en 1868 fue puesto a subasta. Lo adquirió el humanista y filántropo Dionisio Rodríguez, que lo cedió a la archidiócesis en usufructo.
Dado que en este tiempo la archidiócesis carecía de seminario al habérselo enajenado el Gobierno, dedicó el convento a este fin. Durante más de medio siglo, el Seminario Conciliar de Guadalajara estuvo instalado en este edificio que fue profundamente remodelado bajo la dirección del ingeniero Antonio Arróniz Topete.
En él se formó una de las bibliotecas más ricas de la ciudad, con cerca de 15.000 ejemplares. Los seminaristas contaban también para su formación con laboratorios de biología, química y física. Y allí funcionaba igualmente el primer observatorio astronómico que hubo en Guadalajara.
Todo se vino abajo el 8 de julio de 1914, cuando las tropas de Álvaro Obregón tomaron la ciudad. El seminario fue convertido en cuartel y la biblioteca arrojada literalmente al arroyo que por allí corría. Desde entonces ha sido una instalación militar.