Por Stefano Fontana*
ROMA, viernes 15 de enero de 2010 (ZENIT.org).- Casi todo el discurso de Benedicto XVI al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede está centrado en la “salvaguarda de lo creado”, expresión con la que la Iglesia prefiere llamar el considerado problema ecológico.
A ese mismo tema, el Papa había dedicado el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2010.
En el discurso, él sustrae la ecología del ecologismo. ¿Cómo? Como siempre se superan las ideologías: ampliando la perspectiva. Cada ideología es de hecho una reducción de perspectiva: la ideología es la parte que pretende tener el valor de la totalidad. Por eso se la combate ampliando la perspectiva y recuperando la imagen del todo.
El Papa realiza esta ampliación estableciendo las relaciones del problema medioambiental con otros aspectos de una ecología entendida en sentido amplio.
Con el derecho a la vida, primero de todo -“¿cómo se puede separar, o incluso oponer, la protección del ambiente y la de la vida humana, comprendida la vida antes del nacimiento?”-, la correcta gestión de los recursos, el aumento de los gastos militares y de los conflictos armados, debido a menudo a la competencia en la carrera de los recursos, las migraciones dado que “Las graves violencias que acabo de evocar, unidas a las plagas de la pobreza y el hambre, así como a las catástrofes naturales y a la destrucción del medio ambiente, hacen que aumente el número de quienes abandonan sus propias tierras”, y finalmente el problema de la “laicidad positiva”.
¿Qué tendrá que ver este problema con la ecología? La relación es doble.
Primero de todo es debido al hecho de que la Iglesia puede realizar su propia contribución a la salvaguarda de lo creado si disfruta de la necesaria libertad religiosa. En segundo lugar porque “en el respeto de la persona humana hacia ella misma es donde se manifiesta su sentido de responsabilidad por la creación”.
Debemos pensar en las piedras y las plantas, el aire y el agua, los animales y el clima por respeto, antes que a todo ello, a la persona. ¿Pero podemos verdaderamente respetar a la persona y tener un recto concepto de ella sin la referencia a Dios? Esto es lo que relaciona, según Benedicto XVI, el problema medioambiental con la cuestión antropológica y, en el fondo, con la misma cuestión teológica.
De ahí la frase clave del discurso: “La negación de Dios desfigura la libertad de la persona humana, y devasta también la creación. Por consiguiente, la salvaguarda de la creación no responde en primer lugar a una exigencia estética, sino más bien a una exigencia moral, puesto que la naturaleza manifiesta un designio de amor y de verdad que nos precede y que viene de Dios”.
En este contexto se insertan también las recomendaciones sobre los cambios de los estilos de vida. “Que la luz y la fuerza de Jesús nos ayuden a respetar la ecología humana, conscientes de que la ecología medioambiental se beneficiará también de ello, ya que el libro de la naturaleza es único e indivisible”, ha augurado el Papa.
También ha auspiciado “un gran esfuerzo educativo, con el fin de promover un cambio efectivo de mentalidad y establecer nuevos modelos de vida”. Es evidente que estos “nuevos estilos de vida” reclaman algo más que reciclar el plástico, proveerse de detergentes en los mostradores ecológicos, comer biológico y no consumir demasiada agua al lavarse los dientes.
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*Stefano Fontana es director del Observatorio Internacional “Cardinale Van Thuân” sobre Doctrina Social de la Iglesia.