ROMA, 24 de enero de 2010 (ZENIT.org). – Cuando Paul Josef Cordes era niño en su nativa Alemania, descubrió que una monja había estado rezando por su vocación, y no le agradó. Ahora, cardenal y responsable del consejo vaticano que supervisa las organizaciones de caridad de la Iglesia, dice que debe mucho de lo que hoy es a las oraciones de aquella religiosa.
Cordes nació en Kirchhundem, archidiócesis de Paderborn (Alemania) en 1934. Sus padres poseían un cine, un restaurante y un hotel.
De pequeño, recordaba, una religiosa rezaba intensa y constantemente para que Dios le hiciera sacerdote. Nunca habló a Cordes de esto, ni nunca le preguntó si le gustaría serlo. Cuando oyó hablar de esto por primera vez, no le gustó mucho, y se lo dijo a ella que sonrió y se rió.
Desde aquel momento, hicieron un “trato”, contaba el cardenal, añadiendo que, cada vez que ha tenido que hacer algo difícil, le ha escrito para que rece. El cardenal está convencido que fueron las oraciones de esta religiosa las que fomentaron su vocación.
El cardenal Cordes, de 75 años, ha sido presidente del Pontificio Consejo Cor Unum desde 1995, cuando dejó el Pontificio Consejo Justicia y Paz. Acaba de publicar dos libros: “Where Are the Helpers: Caritas and Spirituality?” (Notre Dame University Press), y “Why Priests? Various Answers Guided by the Teachings of Benedict XVI” (Scepter Press).
En la parte 1 de esta entrevista con ZENIT, el cardenal Cordes reflexiona sobre la tarea a la que se ha dedicado durante los últimos 15 años: la Caridad.
La parte 2 de esta entrevista aparecerá mañana lunes 25 de enero.
-¿Cuál es la misión de Cor Unum?
Cardenal Cordes: El Pontificio Consejo Cor Unum es el dicasterio de la Santa Sede encargado de la realización concreta de las intenciones caritativas del Santo Padre. En su primera encíclica – Deus Caritas Est – Benedicto XVI describe Cor Unum como “el organismo de la Santa Sede responsable para la orientación y coordinación entre las organizaciones y las actividades caritativas promovidas por la Iglesia Católica (No. 32).
Establecido en 1971 por el Papa Pablo VI, Cor Unum – o “un corazón” – recuerda la unidad de corazón y mente de los primeros cristianos e identifica su misión unificadora en términos de caridad. Una parte importante de esta labor se hace a través de la “catequesis” en la caridad que implica el espíritu de la actividad caritativa de la Iglesia.
Debemos mostrar el amor que tenemos a los demás y comunicarlo a otros. Debemos ser seres humanos, no técnicos o únicamente administrativos. El encuentro personal es la clave, que es la causa de que dependa tanto del corazón y del testimonio personal. Necesitamos desarrollar un espíritu de celosa convicción para no desarrollar una mentalidad funcional.
Aunque Cor Unum asiste a las agencias para fomentar su convicción de fe, los esfuerzos de ayuda más técnicos y prácticos son gestionados por las instituciones nacionales e internacionales. Un ejemplo de esto último es Caritas Internationalis, una plataforma para diversas instituciones caritativas de todo el mundo. Cor Unum tiene la competencia específica de “guiar y acompañar” a Caritas Internationalis, tanto a nivel internacional como regional (Carta Pontificia Durante la Última Cena, septiembre de 2004).
Cor Unum también administra dos fundaciones: La Fundación Populorum Progressio, que está dirigida a los más abandonados y necesitados de protección entre los indígenas y campesinos de Latinoamérica, y La Fundación Pontificia Juan Pablo II para el Sahel, destinada a combatir la desertificación en la parte meridional del Sáhara. Además, el consejo tiene una limitada financiación para ayudas de emergencia, que, en nombre del Papa, van directamente a los necesitados.
-¿Cuál debe ser, según su opinión, la prioridad de las agencias de ayuda y desarrollo católicas?
Cardenal Cordes: La prioridad de cualquier organización católica, incluyendo las agencias de ayuda y desarrollo, es llevar el rostro de Cristo y su Evangelio al pobre y al necesitado. Este es el deseo de todo cristiano que intente dar lo mejor de sí: el amor de Dios presente en Jesucristo. La noción de que una organización católica puede funcionar o trabajar sin la dimensión de evangelización mina el fundamento y el propósito esencial de la entidad. Implicarse en el mundo no significa la incorporación de los valores y creencias del mundo a la Iglesia sino, más bien, la infusión del Evangelio en el mundo para su salvación.
Tenemos la Cruz Roja y otras grandes entidades filantrópicas, y todas están muy bien. Pero si analizamos lo que es específicamente cristiano, nos percatamos que va más allá de la miseria humana. Con frecuencia, la ayuda material no es suficiente, si las personas se encuentran en dificultades a las que no se puede ayudar con pan para comer, o con un techo sobre sus cabezas, o con medicinas. ¿Qué se ofrece a una persona que se está muriendo? ¿O a una mujer que ha perdido a sus hijos en un terremoto? Podemos dar consuelo, hablar de Dios que nos ha preparado la vida eterna. Este mensaje es esencial, y nosotros, los fieles, deberíamos salvaguardarlo.
Esta convicción no debería identificarse con el proselitismo. Como dice Benedicto XVI en su encíclica: “La caridad no ha de ser un medio en función de lo hoy se considera proselitismo. El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos. Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre. Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios. Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia” (Deus Caritas Est, No. 31c).
-En sus viajes a las diversas conferencias episcopales del mundo entero para dar a conocer la enseñanza de la primera encíclica de Benedicto XVI – Deus Caritas Est – usted advertía contra la tendencia de las agencias de ayuda y desarrollo católicas hacia el secularismo. ¿Cuáles son sus preocupaciones principales y específicas en esta área?
El cardenal Cordes: Como en mi reciente visita a la Conferencia Episcopal Australiana (23 a 29 de noviembre), he sido invitado a algunas asambleas plenarias, incluyendo Estados Unidos, India, Filipinas, Inglaterra y Gales, Rusia, Polonia, Austria y España. Una de las primeras cosas que hago es afirmar el gran bien que hacen tantas de nuestras organizaciones caritativas católicas, que llevan el testimonio de la presencia de Cristo en el mundo. Quienes lo llevan a cabo suelen algunas de las personas más dedicadas y llenas de fe de entre los creyentes. Son irreemplazables en términos de misión y mensaje de la Iglesia.
Sin embargo, a lo largo de los años que he pasado en Cor Unum, las mismas organizaciones han compartido con nosotros sus luchas para servir a los necesitados y mantener su fe e identidad católicas. El secularismo es una de las muchas ideologías que buscan influir en la forma en que la se lleva a cabo la caridad católica. El tema de la financiación, especialmente de fuentes exteriores al mundo de fe, de gobiernos y de donantes privados, plantea en ocasiones restricciones a la dimensión religiosa de nuestra actividad caritativa, y obliga al abandono de elementos cristianos como requisito previo para las donaciones.
Otra influencia laicista proviene de la promoción de la cultura de la muerte, que presiona a los grupos de trasfondo creyente a apartarse de las enseñanzas morales respecto a la vida humana. Una tercera es la noción de la sociedad laica de que el compromiso es al mayor valor, en interés de la armonía. Esto puede parecer algo muy atractivo, e specialmente cuando se trata de las dificultades que puedan surgir de la moral y la enseñanza social de la Iglesia, pero otorga una unidad meramente superficial. Es importante que tengamos presente que, frecuentemente, como creyentes, debemos implicarnos en el mundo para traerle a Cristo a través de la misión de la Iglesia, no para hacer a la Iglesia y a Cristo a imagen del mundo.
-¿Cómo trata estas preocupaciones Deus Caritas Est y cómo ayuda a consolidar la identidad católica de estas organizaciones?
Cardenal Cordes: El Santo Padre busca reorientarnos a todos nosotros hacia la realidad de la Caridad de Cristo, recordándonos el significado y la naturaleza verdaderos de lo que Dios ha revelado de sí mismo: una unidad amorosa de Tres Personas. Benedicto XVI nos pide que contemplemos esta Trinidad y nos conformemos a nosotros mismos de acuerdo a las amorosas Personas que contemplamos. Al intentar reflexionar sobre esta realidad de amor, debe considerarse la verdadera caridad y la dignidad plena de todas las mujeres y hombres a imagen de Dios. Manteniendo estos amores tan verdaderos ante nuestros ojos, que se nos muestran tan intensamente en la Cruz de Cristo, la identidad de las organizaciones y de su misión quedan bastante claras.
[Traducción del inglés por Justo Amado]