CIUDAD DEL VATICANO, viernes 29 de enero de 2010 (ZENIT.org).- El Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud pide a los países del mundo una mayor lucha contra la lepra, que actualmente continúa propagándose.
Lo hace en su Mensaje para la 57ª Jornada Mundial de los Enfermos de Lepra, que se celebra este domingo, 31 de enero.
El texto, publicado este viernes por la Oficina de Información de la Santa Sede, está firmado por el presidente del Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios, monseñor Zygmunt Zimowski.
En el mensaje, el prelado hace un llamamiento “a la comunidad internacional y a las autoridades de cada Estado, invitándoles a desarrollar y reforzar las necesarias estrategias de lucha contra la lepra, haciéndolas más eficaces y capilares, sobre todo donde el número de nuevos casos es todavía elevado”.
“Todo ello sin descuidar las campañas de educación y de sensibilización capaces de ayudar, a las personas afectadas y a sus familias, a salir de la exclusión y a obtener los cuidados necesarios”, añade.
En el texto, se recuerda que “la Jornada Mundial de los Enfermos de Lepra, instituida en la primera mitad de los años 50 gracias al compromiso del escritor francés Raoul Follereau, no es sólo una jornada de reflexión sobre las víctimas de esta devastadora enfermedad sino sobre todo una jornada de solidaridad con los hermanos y las hermanas que están afectados por ella”.
Actualmente, la lepra, conocida también como Morbo de Hansen, continúa infectando anualmente a centenares de miles de personas en todo el mundo, recuerda el mensaje.
Según los datos más recientes publicados por la Organización Mundial de la Salud, en 2009 se registraron más de 210 mil nuevos casos.
Y el Vaticano recuerda que “en realidad son innumerables, además, las personas que han sido infectadas pero no censadas o todavía se ven privadas del acceso a los cuidados médicos”.
“Hoy existen eficaces cuidados contra la lepra pero, a pesar de ello, el Morbo de Hansen continúa propagándose”, lamenta el prelado.
Y explica que “entre los factores que favorecen su perpetuación se encuentran ciertamente la indigencia individual y colectiva, que demasiado a menudo comporta la falta de higiene, la presencia de enfermedades debilitantes, la alimentación insuficiente si no hambre crónica y la falta de acceso oportuno a los cuidados médicos”.
Además, añade, “en el ámbito social persisten al mismo tiempo los miedos que, normalmente generados por la ignorancia, añaden un pesado estigma a la ya terrible carga que la lepra comporta también cuando ya se ha curado”.
Desde un punto de vista estadístico, los países que resultan más afectados se encuentran en Asia, en América del Sur y en África.
La India presenta el mayor número de personas afectadas, seguida de Brasil. Se registran también numerosos casos en Angola, Bangladesh, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Indonesia, Madagascar, Mozambique, Nepal y Tanzania.
Monseñor Zimowski califica la lepra como “una enfermedad “antigua”, “pero no por eso menos devastadora física y también moralmente”.
El prelado destaca que “en todas las épocas y civilizaciones, el destino del enfermo de lepra es el de ser marginado, privado de cualquier tipo de vida social, condenado a ver su propio cuerpo deshacerse hasta que llega la muerte”.
“Lamentablemente todavía hoy, quien la sufre, o se cura, lleva las mutilaciones inconfundibles, es demasiado a menudo condenado a la soledad y al miedo, a permanecer como invisible a los ojos de los demás, de la sociedad, de la opinión pública”, añade.
El mensaje también denuncia que “en los países económicamente más avanzados, parece que esta enfermedad haya sido olvidada, así como las personas que están afectadas por ella”.
“Cuando se la recuerda, cuando se pronuncia la palabra lepra -lamenta el prelado-, se suscitan sentimientos diversos: incredulidad por parte de los que se preguntan cómo esta patología puede existir todavía, miedo y repugnancia y una no menos grave ostentación de indiferencia, pero también la piedad y el amor que resultan de la actitud atenta y misericordiosa de Jesús hacia estos enfermos”.
El presidente del Consejo Pontificio destaca el compromiso con los enfermos de lepra de múltiples instituciones y personas, entre ellas Follereau y san Damián de Veuster.
También agradece el trabajo en este ámbito de las Iglesias locales y las diversas realidades religiosas, así como de la Organización Mundial de la Salud, las asociaciones, ONG y los numerosos voluntarios y personas de buena voluntad comprometidos con estos enfermos.
El mensaje concluye pidiendo que “Maria Salus Infirmorum sostenga a los enfermos en la difícil lucha contra el sufrimiento y las penurias provocadas por la enfermedad y pueda rasgar el velo de silencio con un siempre creciente número de actos de verdadera solidaridad a favor de las personas afectadas por la lepra”.