[Traducción del italiano por Inma Álvarez]
La Teología de la Liberación ¿es una respuesta a las injusticias sociales?
ROMA, domingo 31 de enero de 2010 (ZENIT.org).-Publicamos un análisis realizado para ZENIT por uno de los misioneros más conocidos en Italia, el Padre Piero Gheddo, sacerdote del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras (PIME), anterior director de las revistas Mondo e Missione e Italia Missionaria, y fundador de AsiaNews. Como misionero ha viajado por las misiones de todos los continentes, siendo sobre estas materias consultor de Juan Pablo II. Desde 1994 es director de la Oficina histórica del PIME y postulador de varias causas de canonización. Enseña en el seminario pre-teológico del PIME en Roma. Es autor de más de 70 libros.
Un amigo me pregunta cómo ya no se habla más de “Teología de la Liberación”. Porque habría producido sus frutos positivos y hoy otros temas y problemas han salido a la luz, en América Latina y en el mundo.
El 7 de diciembre de 2009, Benedicto XVI recibió a los obispos del Sur de Brasil en visita ad limina y lanzó un fuerte llamamiento a superar las divisiones suscitadas en la Iglesia por la Teología de la Liberación que se inspiraba en el marxismo.
El Pontífice afirmó que las comunidades eclesiales en Brasil deben experimentar la experiencia del perdón para que las heridas de las polémicas puedan finalmente cicatrizar.
En agosto del pasado año (2009) – recordó Benedicto XVI – se conmemoraron los veinticinco años de la Instrucción Libertatis nuntius de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación.
En ella – explicó el Papa – “se subrayaba el peligro que comportaba la aceptación acrítica, por parte de algunos teólogos, de tesis y metodologías procedentes del marxismo”.
En realidad, como afirmaba en 1984 el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la Teología de la Liberación hay muchas corrientes, porque la liberación es uno de los mensajes centrales de la Revelación, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento .
Una de estas corrientes, sobre todo en las últimas tres décadas del siglo XX, ha tomado como elemento de interpretación social y económica el análisis marxista – el materialismo histórico – para intentar comprender la compleja e injusta, a veces escandalosa, realidad social que se vive en América Latina.
Esta corriente ha sido llamada Teología de la Liberación (de análisis marxista). Según cuanto ha explicado Benedicto XVI a los obispos brasileños, “sus consecuencias más o menos visibles, hechas de rebelión, divisiones, ofensa, anarquía, se hacen sentir aún, creando en vuestras comunidades diocesanas gran sufrimiento y una grave pérdida de fuerzas vivas”.
Por esto, suplicaba, “cuantos de alguna forma se han sentido atraídos, afectados y tocados en su propio ser por ciertos principios engañosos de la teología de la liberación, se confronte nuevamente con dicha Instrucción, acogiendo la luz benigna que ésta ofrece a manos tendidas”.
Citando a Juan Pablo II, declaró que la “regla suprema” de la fe de la Iglesia no deriva del análisis marxista, sino “de la unidad que e Espíritu ha puesto entre la Sagrada Escritura y el magisterio de la Iglesia en una reciprocidad tal por la que no pueden subsistir de forma independiente”.
Por este motivo, el Papa Benedicto se ha dirigido a cuantos ven aún una respuesta en la Teología de la Liberación a los problemas sociales, augurando que “el perdón ofrecido y acogido en nombre y por amor de la Santísima Trinidad, que adoramos en nuestros corazones, ponga fin a los sufrimientos de la amada Iglesia que peregrina en las tierras de la Santa Cruz”, es decir, Brasil.
Como dije al principio, la Teología de la Liberación puede haber producido también frutos positivos. Cuando fui por primera vez a Brasil, me sorprendió el hecho de que la Iglesia estuviese bien implantada en las regiones costeras del país-continente, mientras que en las regiones interiores se trataba a menudo de una misión o primera evangelización.
Cuando los padres del PIME (Instituto Pontificio de Misiones Extranjeras) llegaron a la Amazonia y al Paraná en 1946, y pocos años después al Mato Grosso, encontraron pueblos que habían recibido la fe algunos siglos antes, traída por “misioneros itinerantes”, pero que de cristiano tenían más bien poco.
La atención creada en las Iglesias latinoamericanas por la Teología de la Liberación hacia las poblaciones más pobres y abandonadas ha empujado a las diócesis, a los misioneros y a los institutos religiosos hacia las regiones y los pueblos aún no evangelizados, con resultados muy positivos. ¡Baste decir que en 1946 Brasil tenían alrededor de ochenta diócesis, y hoy cerca de 350!
Si creemos que el mensaje de Cristo es el mejor mensaje de liberación del hombre, esto es un hecho extraordinario. Y damos gracias al Señor por ello.