CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 8 enero 2010 (ZENIT.org).- ¿Tendremos el mismo fin que los dinosaurios? Quizá sí. Pero tranquilos, no en 2012. Por tanto no hay que dar ningún crédito a “pronósticos improbables” o “previsiones” del futuro ya estigmatizadas por Benedicto XVI. La tranquilización llega del hermano Guy Consolmagno, astrónomo del Observatorio Vaticano.

Este jesuíta estadounidense –informaba este miércoles el diario vaticano L’Osservatore Romano – une al rigor del investigador un agudo sentido de la noticia y la fe sólida de los discípulos de Ignacio de Loyola.

¿Qué puede decir la astronomía sobre la estrella que hace dos mil años guió a los magos y a los pastores a la gruta de Belén? “En verdad –responde el astrónomo- no sabemos lo que vieron los pastores o los magos en el cielo. Los Evangelios están más interesados en contarnos sobre Jesús que en enseñarnos astronomía. Quizá fue un acontecimiento totalmente milagroso, sin parangón en la astronomía común; o quizá son narraciones que quieren representar y subrayar el evento de la Encarnación que ha sacudido al universo. O se verificó algún raro hecho astronómico que coincidió divinamente con el nacimiento de Jesús”.

Sobre la posibilidad de que alguien avistara el cometa, el hermano Guy subraya que “los pastores eran personas sencillas que conocían las estrellas sólo porque las veían en el cielo pero no estaban interesados en calcular sus movimientos”.

Por el contrario, “se puede presumir que los magos fueran astrónomos y tuvieran la capacidad de calcular y prever las posiciones de los planetas. Sin embargo, en cuanto estudiosos de su época, pensaban que los movimientos planetarios estaban de algún modo relacionados con los eventos humanos, lo que les convertía también en astrólogos. Ciertamente, los pastores podrían no haber visto en el cielo las mismas cosas que los sabios. Las Escrituras judías prohibían, de modo categórico, cualquier intento de predecir la fortuna mediante la astrología. Y esto podría por tanto también explicar por qué la estrella, fuera lo que fuera, no fue ‘interpretada’ en Jerusalén como el nacimiento de un rey”.

En este sentido, hay quien periódicamente propone mover las manecillas del reloj y “volver a poner” la hora exacta de Navidad. “Los estudiosos modernos –comenta el astrónomo vaticano- reconocen que es ligeramente errada la numeración de los años a partir del nacimiento de Jesús hecha por Dionisio el Menor, en el siglo VI. Basándonos en los Evangelios, podemos situar la Navidad algunos años antes del año 4 antes de la era cristiana, fecha considerada coincidente con la muerte del rey Herodes. Igualmente, la referencia a los pastores que cuidan el ganado al aire libre de noche implica que esta hubiera podido acontecer en primavera. No podemos estar seguros de otra cosa”.

¿Por tanto, todos los fenómenos verificados en aquél periodo podrían ser la estrella de Belén? “Según algunas hipótesis –responde el hermano Guy- se trató de un cometa, una nova o una supernova, o una conjunción de planetas especialmente luminosa. En nuestros registros del periodo coincidente con el nacimiento de Jesús no ha surgido un dato unívoco; pero estos no son totalmente exhaustivos y hay otros indicios anotados por astrónomos chinos que podrían tomarse en consideración. Hay diversas posibles conjunciones de los planetas Saturno y Júpiter o de este con la estrella Regulus, pero no son tan insólitas y es difícil considerarlas un evento tal como para atraer a astrólogos de Oriente”.

En cuanto a otras posibles teorías, el astrónomo vaticano señala que existe “la del astrónomo Michael Molnar, que sugiere que la “estrella de Oriente” podría ser una conjunción de planetas que surgen con el sol, una denominada salida heliaca. Subraya que el 17 de abril del año 6 antes de la era cristiana, los planetas Venus, Saturno, Júpiter y la Luna surgieron todos poco antes del sol, alcanzados enseguida por Marte y Mercurio, en el centro de la constelación de Aries. Molnar conjetura que esto podría haber implicado para los expertos del tiempo el nacimiento de un rey, de alguna parte cercana a Siria. En tal caso, de todos modos, no se habrían verdaderamente visto los planetas, pero sólo un astrólogo muy capaz habría podido calcular las posiciones y extraer un significado. No hay consenso entre astrónomos o historiadores. Cada teoría tiene fervientes seguidores y opositores. No sabremos nunca la verdad con certeza. Y esto es lo bello”.

Entonces, viene en nuestro auxilio la fe. “El mensaje profundo de la historia de los magos –asegura el astrónomo- es que el nacimiento de Jesús tuvo un significado cósmico. Por medio de su Encarnación, Dios no sólo redime las almas humanas sino –como dice san Atanasio- ‘purifica y revigoriza’ toda la creación. Podemos ser conducidos a Dios por el estudio de la creación. Por tanto, la empresa misma de un científico, que busca la verdad en el mundo físico, es una tarea sagrada y santa”.

“Fides et Ratio”, fe y razón. ¿Qué relación tiene un teólogo como Benedicto XVI con la astronomía? “Todos los pontífices más recientes –explica el hermano Guy- han apoyado nuestra obra en el Observatorio, pero el apoyo del Papa Ratzinger ha sido especial. En su discurso en el Angelus del 21 de diciembre de 2008, fue el primer líder mundial en reconocer y saludar el Año Internacional de la Astronomía. En la homilía de la Epifanía de 2009, hizo una nueva alusión. El siguiente 30 de octubre nos honró dirigiendo un discurso a un encuentro internacional de astrónomos”. La prueba más concreta del interes del Papa fue su visita a la nueva sede del Observatorio Vaticano, el 16 de septiembre pasado.

¿Qué nos puede decir de los presagios sobre el fin del mundo? “Los hombres –responde- predicen el fin del mundo desde los albores de la humanidad. Hasta ahora, ninguna de estas teorías se ha revelado verdadera. No hay ningún motivo para creer que lo sean las relativas al 2012. Pero mientras es fácil reírse de estos miedos tontos, hay un mal más serio detrás de ellas: estas creencias proliferan porque todos estamos tentados por el deseo de poseer un ‘conocimiento secreto’ del futuro, como si esto nos hiciera más potentes que los demás. En realidad esta es sólo una señal de mala ciencia o mala religión”.

¿Pero la astronomía puede prever el futuro sin degenerar en astrología? “Diría que sí pero sólo en el sentido de que la observación de los fenómenos celestes permite conjeturar posibles catástrofes de las que deberíamos ser conscientes. Del resto, cometas y asteroides golpean continuamente a la Tierra. En su mayor parte, son pequeños cuerpos que pasan inadvertidos, pero un gran evento como el que se dio en 1908 en Siberia, cerca de Tunguska, causando una explosión similar a la de una bomba atómica, puede suceder una vez cada cien años”.

Por tanto por esa ley, podría darse pronto uno de estos impactos. “Hasta ahora –tranquiliza el experto- los impactos se han dado en los océanos o en tierras deshabitadas, pero antes o después uno de estos cuerpos golpeará un área densamente poblada. Por una parte, los impactos más comunes son los más pequeños, pero por otra están también aquellos más difíciles de detectar antes de que se produzcan. Un impacto de la entidad del que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años probablemente sucede sólo una vez cada cien millones de años”.

Quizá antes de preocuparnos de amenazas externas, haríamos bien en pensar en conservar nuestro planeta. “Seguramente –asiente el astrónomo--, pero el discurso es complejo. A medida que las áreas urbanas se hacen más pobladas, dependemos cada vez más de la tecnología para sobrevivir. Los sistemas hídricos y los de tratamientos de aguas, la electricidad, el transporte público s on todos necesarios para mantenernos calientes, alimentados y en salud. En definitiva, dependemos los unos de los otros. No podemos vivir egoistamente porque, de hecho, somos custodios de nuestros hermanos”.

El mismo Benedicto XVI ha dedicado la reciente Jornada Mundial de la Paz al tema “Si quieres la paz, custodia la creación”. “El Papa es consciente de que podemos causar o impedir desastres ambientales según el modo en el que tratamos a la Tierra. Lamentablemente, el tema del calentamiento global ha sido politizado y demasiados asumen posiciones extremas o basadas en motivaciones que prescinden de la ciencia. Es verdad que además de la actividad humana muchos factores pueden causar el calentamiento global pero los únicos que podemos controlar son aquellos que dependen de nosotros. Por esto no debemos abandonar el camino emprendido para reducir la emisión de óxido de carbono en la atmósfera”.

Por Nieves San Martín