CIUDAD DEL VATICANO, viernes 1 de enero de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las palabras del Papa hoy, al introducir el rezo del primer Ángelus público del año con los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

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¡Queridos hermanos y hermanas!

Hoy el Señor nos regala iniciar un nuevo año en su Nombre y bajo la mirada de María Santísima, de la que celebramos la Solemnidad de la Divina Maternidad. Estoy contento de encontraros para este primer Angelus del 2010. Me dirijo a vosotros, que estáis reunidos en gran número en la Plaza de San Pedro, y también a los que se unen a nuestra oración mediante la radio y la televisión: a todos auguro que el año que acaba de comenzar sea un tiempo en el que, con la ayuda del Señor, podamos encontrar a Cristo y la voluntad de Dios y así también mejorar nuestra casa común que es el mundo.

Un objetivo compartido por todos, condición indispensable para la paz, es el de administrar con justicia y sabiduría los recursos naturales de la Tierra. “Si quieres cultivar la paz, custodia lo creado”: a este tema, de gran actualidad, he dedicado mi Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de la Paz de hoy. Mientras se publicaba el Mensaje, los Jefes de Estado y de Gobierno estaban reunidos en Copenhague para la cumbre sobre el clima, donde ha emergido una vez más la urgencia de directrices acordadas en el ámbito mundial. Sin embargo, en este momento, querría destacar la importancia que, en la tutela del medio ambiente, tienen también las elecciones de cada uno, de las familias y de las administraciones locales. “Resulta indispensable un cambio de mentalidad efectivo, que lleve a todos a adoptar nuevos estilos de vida” (cfr. Mensaje n.11). En realidad, todos somos responsables de la protección y del cuidado de lo creado. Por ello, también en este campo, es fundamental la educación: para aprender a respetar la naturaleza; orientarse cada vez más “a construir la paz a partir de opciones de gran calado en el ámbito personal, familiar, comunitario y político” (ibid.).

Si debemos cuidar las criaturas que nos rodean, ¡qué consideración deberemos tener con las personas, nuestros hermanos y hermanas! ¡Qué respeto por la vida humana! En el primer día del año, querría dirigir una llamada a las conciencias de los que forman parte de grupos armados de cualquier tipo. A todos y a cada uno digo: ¡deteneos, reflexionad y abandonad el camino de la violencia! En un primer momento, este paso os podrá parecer imposible, pero, si tenéis la valentía de cumplirlos, Dios os ayudará, y sentiréis volver a vuestros corazones la alegría de la paz, que quizás desde hace tiempo habéis olvidado. Encomiendo este llamamiento a la intercesión de la Santísima Madre de Dios, María. Hoy, la liturgia nos recuerda que ocho días después del nacimiento del Niño Ella, junto a su esposo José, lo hizo circuncidar, según la ley de Moisés, y le puso por nombre Jesús, como había sido llamado por el ángel (cfr Lc 2,21). Este nombre, que significa “Dios salva”, es el cumplimiento de la revelación de Dios. Jesús es el rostro de Dios, es la bendición para cada persona y para todas las poblaciones, es la paz para el mundo. ¡Gracias, Madre Santa, que has dado a luz al Salvador, el Príncipe de la paz!

[Al final del Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana, en el día en que la Iglesia celebra la solemnidad de Santa María, Madre de Dios, y a quienes se unen a ella a través de la radio y la televisión. Al inicio del año, os invito a todos a poner con total confianza todos vuestros proyectos e intenciones en las manos providentes de Dios, para que sea Él el que guíe nuestros pasos cada día y acreciente en nosotros la fe, esperanza y caridad. Feliz Año Nuevo.



[Traducción del italiano por Patricia Navas

©Libreria Editrice Vaticana]