HONG KONG, lunes 11 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- La Comisión Justicia y Paz de la archidiócesis de Hong Kong ha pedido la inmediata liberación del nuevo premio Nobel de la paz Liu Xiaobo. A ella se añaden otros grupos cristianos y líderes católicos.
El nuevo premio Nobel fue sentenciado a once años de prisión, y privación de derechos políticos por dos años, en la Navidad de 2009.
Se le acusaba de haber participado en la redacción y firma de la Carta 08 y de haber escrito seis comentarios. Firmada por Liu Xiaobo y otros, según el consejero legislativo de Hong Kong Lee Wah-ming –que presentó una moción para su liberación en la sesión del Consejo de 13 enero de 2010–, la Carta es “una manifestación de los valores comunes reconocidos por las sociedades civilizadas”.
El pasado viernes, grupos de derechos humanos iniciaron una campaña para la liberación de este intelectual de 54 años, partidario de la no violencia, que ha dedicado el premio a “los mártires” de la plaza Tianamen, la matanza ante las cámaras de jóvenes estudiantes y profesores, que se manifestaban pacíficamente, y que asombró al mundo el 4 de junio de 1989.
A los manifestantes por la liberación de Xiaobo ante la Oficina del Comisionado del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, este viernes, se unió la Comisión Justicia y Paz católica (JPC), coincidiendo con el anuncio hecho por el Comité del Nobel, un organismo independiente del Gobierno noruego.
El reconocimiento se le ha concedido “por su larga y no violenta lucha por los derechos humanos fundamentales en China”.
“El premio de la paz a Liu inspira a quienes luchan por la democracia en China continental”, dijo Patrick Poon, secretario ejecutivo del Chinese Human Rights Lawyers Concern Group, con sede en Hong Kong, según informó la agencia UCA News.
Poon, católico, valoró la notoriedad y difusión que tendrán ahora las peticiones de la Carta 08, lo que permitirá conocer a muchos el modo en que el Gobierno chino suprimió a los luchadores pacíficos por la democracia.
Lo que pedían Liu y los otros trescientos firmantes de la Carta 08 era fundamentalmente la equiparación de las reformas políticas a las económicas, el fin del monopolio de Partido Comunista y la apertura al pluralismo, así como la libertad de expresión y de religión.
Los manifestantes católicos criticaron los intentos previos del viceministro de Asuntos Exteriores, Fu Ying, de presionar al Comité del Nobel para que no se concediera el galardón al disidente chino: “La obra de Liu responde muy bien al espíritu del Premio Nobel de la Paz y la actuación de Fu es un insulto al Comité”, dijo Poon.
Por su parte, Or Yan-yan, de JPC, calificó de “poco razonables y absurdos” los intentos del Gobierno chino de “doblegar la libertad de expresión”. En su opinión, sólo muestra que a China del resto del mundo sólo le interesa “su poder económico para suprimir a los demás”.
Diez minutos después de conocerse el ganador del premio, en China, la censura hizo desaparecer el nombre de Liu Xiaobo de pantallas de ordenadores y medios de comunicación. Los buscadores no daban resultados en los portales chinos y, en los foros, las noticias sobre el tema eran rápidamente borradas por los administradores.
En junio de 2009, cuando el arresto domiciliario de Liu se transformó en detención efectiva, el obispo católico de Hong Kong John Tong Hon –informa Eglises d’Asie, la agencia de las misiones extranjeras de París- declaró: “Espero que el Gobierno de Pekín autorice la libertad de expresión. Tomar en cuenta una pluralidad de opiniones no puede ser más benéfico para el país, pues sólo así podremos ampliar nuestro horizonte”.
Una vigilia con velas pidió la liberación Liu Xiaobo el pasado 12 de enero de 2010. En la velada, animada con lectura de poemas, canciones y puesta en escena de distintos grupos, participaron grupos católicos, incluída la Comisión Justicia y Paz de la archidiócesis de Hong Kong.
Ahora, esa pequeña luz ha recibido una oportunidad de iluminar al mundo, gracias a la decisión del Comité del Nobel. Muchos chinos decidieron cenar con salmón, el día del anuncio del premio, en un pequeño gesto simbólico de agradecimiento a la valentía noruega.
Por Nieves San Martín