CIUDAD DEL VATICANO, viernes 15 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- La emigración de los cristianos de Oriente Medio supone una gran pérdida para los musulmanes, que también están sufriendo por la situación política y social actual.
Así lo afirmaron ayer los dos representantes religiosos sunní y chií invitados al Sínodo de los Obispos, Muhammad al-Sammak, consejero político del Mufti de la República del Líbano, y del ayatollah Seyed Mostafa Mohaghegh Ahmadabadi, profesor de Derecho de la Universidad Shadid Beheshti de Teherán.
Ambos fueron recibidos en audiencia por el proprio Papa Benedicto XVI, ayer por la tarde, después de la séptima Congregación General.
En sus distintas intervenciones en el Aula, ambos se apoyaron en varias suras del Corán, entre ellas la 82 y la 45, subrayando que los cristianos son “amigos de los creyentes”.
Grito común
Durante su ponencia, el representante sunní Muhammad al-Sammak, afirmó que para los musulmanes árabes los problemas de los cristianos de Oriente son también los suyos, subrayando de que se trata de una única cuestión.
“Nuestro sufrimiento como orientales es uno solo. Nosotros compartimos nuestros sufrimientos. Los vivimos en nuestro retraso social y político, en nuestra recesión económica y de desarrollo, en nuestra tensión religiosa y confesional”, afirmó.
La reciente intolerancia contra los cristianos es, añadió, “un fenómeno extraño a Oriente y que está en contradicción con nuestras culturas religiosas y constituciones nacionales”, que “intenta desgarrar el tejido de nuestras sociedades nacionales, demolerlas y disolver los lazos de su complejo tejido, trenzado hace muchos siglos”.
“La emigración del cristiano es un empobrecimiento de la identidad árabe, de su cultura y autenticidad”, afirmó, insistiendo en que “mantener la presencia cristiana es un deber islámico común, tal y como es un deber cristiano común”.
Para al-Sammak, este fenómeno está mostrando una “imagen distorsionada del islam”, a causa de “la incomprensión del espíritu de las enseñanzas islámicas específicas relativas a las relaciones con los cristianos que el Santo Corán ha calificado como ‘los más amigos de los creyentes’”.
Otra cuestión es “la falta de respeto de los derechos de los ciudadanos con plena igualdad ante la ley de algunos países”.
Ante ello, el representante musulmán subrayó la necesidad de inculcar en el mundo oriental “el respeto de los fundamentos y reglas de la ciudadanía que aplica la igualdad en los derechos y luego en los deberes”.
También invocó una “cultura de la moderación, del amor y del perdón, entendido como el respeto de la diferencia de religión y credo, de lengua, de cultura, de color y de raza y luego, como nos enseña el Santo Corán, sometiéndonos al juicio de Dios según nuestras diferencias”.
Muhammad al-Sammak, quien afirmó haber llevado también esta preocupación en una intervención suya en la Meca, puso de relieve una reciente iniciativa del rey de Arabia Saudí Abdallah Ben Abdel Aziz “a favor del diálogo interreligioso e intercultural”.
Globalización
Para el representante chií, Seyed Mostafa Mohaghegh Ahmadabadi, la necesidad del diálogo entre las religiones es hoy mucho más acuciante a causa de la globalización, que ha cambiado también el mismo concepto de “sociedad multicultural”.
“La experiencia de los Balcanes demuestra que la dominación cultural y étnica de un grupo sobre otros no puede ser defendida”, sino que “es necesario, por el bien de la estabilidad social y de la ‘salud étnica’, respetar su presencia y sus derechos”.
En opinión de Ahmadabadi, el pensamiento “lleno de prejuicios, expansionista y de supremacía política y cultural” está “disminuyendo y está destinado a desaparecer”.
“El mundo ideal sería un estado donde los creyentes de cualquier credo puedan, de manera libre y sin ninguna aprensión, temor u obligación, vivir según los principios y usanzas, sus propias tradiciones y costumbres. Este derecho, que ha sido reconocido universalmente, debe ser de hecho puesto en práctica por estados y comunidades”, afirmó.
“Es bueno para la esencia de cada religión y para sus fieles que los discípulos de cada credo puedan practicar sus derechos sin ningún temor o vergüenza, y vivir según su propio legado y cultura. La estabilidad del mundo depende de la estabilidad que tengan los pequeños y grandes grupos y sociedades para subsistir”.
En este sentido, el ayatollah afirmó que la relación entre el islam y el cristianismo tal y como se plantea en el Corán “se ha basado en la amistad, el respeto y entendimiento mutuo”.
En su opinión, “en los últimos 1400 años, a veces debido a consideraciones políticas, ha habido momentos oscuros en esta relación. Pero no debemos relacionar estos actos ilegítimos de ciertos individuos y grupos ni con el Islam ni con el Cristianismo”.