ROMA, viernes 22 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- La oración está en el corazón del Apostolado del Mar, afirmó el presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Migrantes y los Itinerantes, el arzobispo Antonio Maria Vegliò.
Lo hizo en un mensaje que envió al Encuentro nacional del Apostleship of the Sea (AOS) [Apostolado del Mar, n.d.t.] Europa con motivo del 90º aniversario de la fundación del Apostolado del Mar.
El prelado no pudo estar presente físicamente en el Encuentro, que se celebró en Glasgow (Escocia) del 18 al 20 de octubre, ya que estaba comprometido en el Sínodo de los Obispos de Oriente Medio, que se celebra en el Vaticano hasta este domingo.
El arzobispo recordó que fue precisamente en Glasgow donde el 4 de octubre de 1920 un pequeño grupo de devotos reorganizó la Rama para los Marineros del Apostolado de la Oración en el Apostolado del Mar.
Querían “revelar a Cristo a los que van por el mar”, “para darles un conocimiento más profundo de Cristo y de su Iglesia”.
Las primeras Constituciones recibieron la bendición y la aprobación del papa Pío XI en abril de 1922, con la invitación a desarrollar este apostolado en todo el mundo.
“Hoy podemos decir sin equivocarnos que la semilla plantada hace 90 años es como un grano de mostaza que se ha convertido en un árbol majestuoso que ha traído grandes beneficios y ayuda a la vida de miles de marineros en muchos puertos del mundo”, señaló el prelado.
Monseñor Vegliò destacó que los primeros miembros del AOS fueron formados en el Apostolado de la Oración y que “su mayor fuente de confianza era la oración misma”.
“Debemos redescubrir esta característica distintiva del Apostolado, no sólo reuniéndonos regularmente en oración con los voluntarios, sino también haciendo que la gente ofrezca cada día sus oraciones por las personas del mar y por los que se ocupan de su asistencia”.
Líneas de acción
A pesar de los progresos tecnológicos, reconoció monseñor Vegliò, “la realidad de la vida de los marineros sigue siendo la misma que hace 90 años: el deseo de volver a tierra firme, de contactar con las familias, de hablar con los seres queridos, de leer las últimas noticias sobre su país, la necesidad de un contacto humano y la defensa de la explotación, la criminalización y los abusos”.
“Nada ha cambiado, pero todo es nuevo”, dijo.
Monseñor Vegliò reconoció que, dada la disminución del número de sacerdotes y voluntarios de este tipo de pastoral, “es imposible estar presentes en todos los puertos”, y hay por tanto que “seleccionar unos pocos lugares en los que disponer de una presencia cualificada”.
En este contexto, destacó la importancia de “intentar identificar los puertos que en los próximos 15/20 años adquirirán una posición importante y estratégica para la industria marítima”.
“La Iglesia local deberá hacer el esfuerzo de establecer una presencia invirtiendo en recursos y personal para convertirse en un faro y un signo de esperanza”.
Del mismo modo, debe cuidar de manera especial la formación de capellanes y voluntarios, preparándoles “con cursos específicos que les den los instrumentos necesarios para afrontar toda emergencia en puerto, a bordo y con los trabajadores del mar”.
En el texto, firmado por monseñor Vegliò y por el subsecretario del dicasterio, el padre Gabriele Bentoglio, se destaca también la importancia de la cooperación con las autoridades portuarias, las oficinas de inmigración, etcétera, así como la del trabajo ecuménico en este sector.
“Aunque el Apostolado del Mar católico es la última nacida entre las organizaciones cristianas que trabajan para la gente del mar, y a menudo en el pasado capellanes y voluntarios de diversas denominaciones solían llevar a las tripulaciones a sus centros, con la fundación de la Asociación Marítima Cristiana Internacional en 1969, las cosas cambiaron”, reconoció.
“A pesar de las inevitables tensiones, los conflictos y los malentendidos que a veces todos nosotros experimentamos, debemos continuar testimoniando un espíritu ecuménico trabajando juntos y compartiendo los recursos donde sea posible, pero sin perder nuestra identidad específica y nuestras características”.
Si en el pasado los barcos atravesaban los océanos transportando millones de emigrantes que buscaban un futuro mejor en las Américas -prosigue el mensaje de monseñor Vegliò-, hoy “los barcos de crucero transportan miles de pasajeros a lugares exóticos y turísticos asistidos por tripulaciones de muchas nacionalidades”.
Por esta razón, el Apostolado del Mar ha respondido en varios lugares a esta realidad “creando estructuras específicas bastante diversas por número de sacerdotes, estilo de ministerio y presencia a bordo”.
Para el prelado, sin embargo, al Apostolado del Mar le resultan útiles “una mayor cooperación y una mejor coordinación para que sea reconocido por las industrias del sector como único e idóneo proveedor de sacerdotes católicos cualificados a bordo” que puede “proporcionar la mejor asistencia pastoral posible y gestionar situaciones delicadas a veces difíciles no sólo para los pasajeros, sino también para la tripulación”.
“Cuando sea posible, los capellanes (incluso los diáconos) deberán asignarse sin otra responsabilidad, para ofrecer la oportunidad de un ministerio eficaz” y “los confines de las parroquias deben extenderse para incluir las zonas portuarias”.
“En concreto, los laicos deberán tener la posibilidad de participar en una serie de servicios que este Apostolado proporciona a los que viajan por mar y a los pescadores -indica el texto-. Pueden ser personas que gestionen centros o visiten los barcos, o que hagan visitas a los marineros en el hospital o en la cárcel”.
Y concluye: “Confiamos el futuro de este Apostolado a María, “Estrella del mar”, para que pueda continuar guiando a todos los miembros del AOS en la proporción de bienestar, apoyo y asistencia pastoral al pueblo del mar”.
[Por Roberta Sciamplicotti, traducción del italiano por Patricia Navas]