CIUDAD DEL VATICANO, martes 30 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI quiso mostrar su “gran dolor, que solo la fe puede consolar”, por la muerte de Manuela Camagni, la Memor Domini asistente del apartamento papal, fallecida la semana pasada en accidente de tráfico.
Así lo expresa en un mensaje que fue leído por su secretario personal, monseñor Georg Gänswein, durante el funeral celebrado en San Piero in Bagno di Romagna, en la provincia italiana de Forlì-Cesena.
Manuela Camagni, de 56 años, era una de las cuatro Memores Domini – mujeres consagradas en el mundo pertenecientes al movimiento Comunión y Liberación – que se ocupan desde hace cinco años del apartamento pontificio.
“Habría querido presidir las Exequias de la querida Manuela Camagni, pero – como podéis imaginar – no me ha sido posible”, lamenta Benedicto XVI.
En su carta, el Papa quiso recordar a la fallecida con su propio testimonio. “Muchos de vosotros conocéis a Manuela desde hace mucho tiempo. Yo he podido beneficiarme de su presencia y de su servicio en el apartamento pontificio, en los últimos cinco años, en una dimensión familiar”.
“Por esto deseo dar gracias al Señor por el don de la vida de Manuela, por su fe, por su generosa respuesta a la vocación”, afirmó.
De ella destacó su “servicio discreto pero precioso en la casa del Papa”, y añadió que “ella estaba contenta de esto, y participaba con alegría en los momentos familiares: en la santa Misa de la mañana, en las Vísperas, en las comidas en común y en las diversos y significativos acontecimientos de casa”.
“La separación de ella, tan de repente, y también la forma en que se nos ha quitado, nos ha dado un gran dolor, que solo la fe puede consolar”, afirmó.
En este sentido, el Papa quiso recordar el significado del nombre que alude a su vocación, memores Domini.
“Meditando sobre estas palabras, sobre su significado, encuentro un sentimiento de paz, porque estas remiten a una relación profunda que es más fuerte que la muerte”, pues se trata de “personas que viven en la memoria de Dios y de Jesús, y en esta memoria cotidiana, llena de fe y de amor, encuentran el sentido de todo, tanto de las pequeñas acciones como de las grandes decisiones, del trabajo, del estudio, de la fraternidad”.
Añadió: “si recordamos al Señor, es porque Él, aún antes, se acuerda de nosotros. Nosotros somos memores Domini porque Él es Memor nostri, nos recuerda con el amor de un Padre, de un Hermano, de un Amigo, también en el momento de la muerte”.
“Aunque a veces pueda parecer que en ese momento Él esté ausente, que se olvide de nosotros, en realidad nosotros estamos siempre presentes ante Él, estamos en su corazón. Allá donde podamos caer, caemos en sus manos. Precisamente allí, donde nadie puede acompañarnos, nos espera Dios: nuestra Vida”, concluyó.