ROMA, jueves 25 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Los cristianos deben poder quedarse en Iraq para garantizar el desarrollo de su país.

Así lo afirmó el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, durante la misa celebrada este jueves en la Basílica de San Pedro por las víctimas del atentado del 31 de octubre a la catedral siro-católica de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Bagdad.

Estuvieron presentes numerosos miembros del Cuerpo Diplomático acreditados ante la Santa Sede y también unos cuarenta iraquíes, familiares de los 26 heridos en el atentado que fueron acogidos en el Policlínico “Agostino Gemelli” de Roma el pasado 12 de noviembre.

“Los cristianos – dijo el purpurado en la homilía – deben poder quedarse donde han nacido para ofrecer personalmente y a través de las obras de la Iglesia, sin discriminación alguna, su contribución de caridad insustituible en el plano educativo y cultural, asistencial y social”.

“Estos desean concurrir al progreso de su amado país en generosa apertura hacia los musulmanes y todos sus connacionales”, afirmó, pidiendo a las autoridades “más implicación” en la protección de los cristianos.

“¿Cuánto más dolor por las propias convicciones – se preguntó – deberán sufrir personas de toda edad y condición, de toda religión y cultura, dignas en cambio del respeto debido indistintamente a cada hombre y a cada mujer? Nos preguntamos: ¿Por qué no se eleva constantemente la voz de quienes tienen responsabilidades, junto a la de los hombres de buena voluntad, en defensa de una libertad real de religión y de conciencia”.

El purpurado quiso mostrar la cercanía de la Iglesia a los cristianos perseguidos en Iraq y en otros lugares del mundo.

“La Iglesia no disminuye con las persecuciones, al contrario, se desarrolla, y el campo del Señor se enriquece con una mies cada vez más abundante”, afirmó, orando “para que el Omnipotente conceda la recompensa eterna a cuantos han perdido su vida mientras estaban convocados en el día del Señor para el sacrificio de Cristo”.

Recordando a las víctimas de la masacre en la catedral siro-católica de Bagdad, prosiguió, “ellos han lavado sus vestidos en su sangre y han pasado por la gran tribulación de una muerte cruenta, permaneciendo firmes en la confesión del nombre de Cristo Dios”.

Finalmente el prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales quiso recordar especialmente a Thaer Abdal y Wassim Al-Qas Boutrus, los dos sacerdotes que “realizaron efectivamente el sacramento eucarístico en su vida, precediendo a sus fieles” y que con su carne y su sangre “anunciaron la muerte de Cristo y proclamado su resurrección en la esperanza de su venida. Se ha realizado la promesa de Dios: 'Quien entrega su vida, resucita en el Señor'”.

El testimonio de estos hermanos y hermanas, concluyó, “nos abre con confianza a la nueva venida de Cristo y nos empuja a suplicarle: 'Ven Señor Jesús, porque solo tu eres el Príncipe de la Paz'”.

No a una “provincia cristiana”

Antes de la celebración, en una entrevista concedida a Radio Vaticano, el cardenal Sandri advertía sobre el riesgo de una “adicción a la violencia que se verifica todos los días” en Iraq.

Con todo, subrayaba, “no podemos entrar en una actitud de conformismo, de pasividad frente a esto. En particular, nosotros católicos y cristianos, debemos movilizarnos en la oración, en la solidaridad, de forma particular y fuerte, con estos hermanos nuestros”.

En declaraciones también a esta emisora, monseñor Shleiman Warduni, obispos auxiliar del Patriarcado caldeo de Bagdad, había expresado en cambio su propia opinión sobre las retirada de las fuerzas internacionales de Iraq, afirmando: “No puedo decir nada del futuro. No sé nada. Simplemente me pregunto: ¿para qué han venido? ¿han venido para traernos la paz o la guerra? Han venido para traer la libertad: no la libertad de matar, sino la libertad de vivir juntos, tranquilamente. ¡Han venido para darnos la paz! No deben dejarnos, antes de que la paz se establezca”.

Respecto a la hipótesis de la creación de una provincia cristiana en Iraq, monseñor Warduni añadió: “Hablo personalmente: no estoy de acuerdo. Pienso que todos nosotros debemos poder vivir donde queramos. La creación de una provincia cristiana significaría dividir la nación, separar, causar discordias y esto no va bien. En cambio, todos deberían colaborar para construir un único Iraq”.

Fatwa contra la violencia

El 23 de noviembre, los obispos caldeos de Iraq se encontraron en Erbil, para discutir sobre la situación de la comunidad eclesial, y dirigieron un llamamiento a las autoridades religiosas musulmanas para que hagan una condena pública contra las acciones violentas que afectan a las minorías religiosas para “ayudar a aclarar que las violencias contra los cristianos son ilegítimas y contrarias a los principios de la religión islámica”.

El encuentro, según cuanto recoge el sitio Baghdadhope.org citando al portal Ankawa.com, tuvo lugar en ausencia del Patriarca de la Iglesia, el cardenal Mar Emmanuel III Delly, que se quedó en Bagdad a causa de la delicada situación en la capital.

El resultado de esta reunión, la primera de una serie cada mes, como decidió el episcopado iraquí tras el Sínodo para Oriente Medio, fue un mensaje que lleva la firma de monseñor Louis Sako, arzobispo caldeo de Kirkuk y coordinador de los encuentros.

Según el texto del mensaje cerca de 60 familias cristianas habrían huido de la capital tras la masacre del 31 de octubre en la catedral siro-católica y los asesinatos selectivos realizados en Mosul la pasada semana para refugiarse en Sulemaniya; otras 80 familias habrían encontrado refugio en Erbil, y a ellas se añaden las que llegaron a los pueblos cristianos en la llanura de Nínive.

En el mensaje de los obispos caldeos, según cuanto recoge L'Osservatore Romano, se manifiesta de forma particular la importancia de “salvaguardar la presencia histórica de los cristianos en Iraq”, en cuanto que “si emigrasen, se iría también el rico patrimonio del que son depositarios”.

En este contexto, los prelados concluyen dirigiendo una exhortación “a los cristianos acomodados que viven en los países de la diaspora, para que inviertan en la región para crear oportunidades de trabajo para sus hermanos”.