CIUDAD DEL VATICANO, jueves 4 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- A la luz del Amor de Dios, la muerte cobra un se convierte en signo de vida, de vida eterna y por tanto de esperanza; aseguró Benedicto XVI este jueves en una misa de sufragio por los cardenales y obispos muertos durante este año.
En la homilía de esta eucaristía, que también Juan Pablo II acostumbraba a celebrar todos los años a inicios del mes de noviembre en el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, el pontífice ofreció una íntima meditación sobre una de las promesas de Cristo, quien prometió la vida eterna «a quien que crea en él».
En Jesús, aclaró, «Dios se acercó al hombre en el amor, hasta el don total, hasta el umbral de nuestra soledad última, arrojándose en el abismo de nuestro extremo abandono, atravesando la puerta de la muerte».
Cristo, añadió, «borra completamente la idea de un Dios lejano y extraño al camino del hombre, y revela, más bien, su verdadero rostro: Él nos entregó a su Hijo por amor, para ser el Dios cercano, para hacernos sentir su presencia, para venir a nuestro encuentro y llevarnos en su amor, de manera que toda la vida sea animada por este amor divino».
«Dios no se adueña, sino que ama sin medida. No manifiesta su omnipotencia en el castigo, sino en la misericordia y en el perdón», subrayó.
«Comprender todo esto significa entrar en el misterio de la salvación: Jesús vino para salvar y no para condenar; con el Sacrificio de la Cruz él revela el rostro de amor de Dios», siguió aclarando.
«Y precisamente por la fe en el amor sobreabundante que se nos ha dado en Cristo Jesús, sabemos que incluso la más pequeña fuerza de amor es más grande que la mayor fuerza destructora y puede transformar el mundo, y por esta misma fe podemos tener una ‘esperanza fiable’, en la vida eterna y en la resurrección de la carne».
En la eucaristía el Papa recordó en particular a los cardenales Peter Seiichi Shirayanagi, arzobispo emérito de Tokio; Cahal Brendan Daly, arzobispo emérito de Armagh y primado de Irlanda; Armand Gaétan Razafindratandra, arzobispo emérito de Antananarivo, Thomas Spidlik, gran teólogo jesuita de espiritualidad oriental de origen checo, Paul Augustin Mayer, benedictino y antiguo prefecto de la Congregación para el Culto Divino, Luigi Poggi, antiguo nuncio en Italia.
La homilía del Papa puede leerse en la sección de documentos de la página web de ZENIT.