BOGOTÁ, martes 23 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Una respuesta desde la fe a la pandemia del vih/sida es el Taller Latinoamericano: “Canales de esperanza, respondiendo efectivamente al VIH y sida”, del departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), celebrado entre el 3 y el 5 de noviembre en la capital colombiana.
Convocados por el Departamento de Justicia y Solidaridad-CELAM para el taller “Canales de esperanza”, una respuesta desde la fe ante la pandemia del VIH y sida, en alianza con Visión Mundial, responsables de las comisiones episcopales de Pastoral de la Salud y otras personas involucradas en esta pastoral, se han dirigido a los pastores y fieles y a todas las personas de buena voluntad, para compartir sus reflexiones, informa a ZENIT el presbítero Enrique Quiroga, en nombre de los organizadores.
En un documento, titulado “Ve y haz tú lo mismo” (Lc. 10, 37), los agentes de pastoral constatan “la gran sensibilidad de la Iglesia latinoamericana ante el desafío que representa la pandemia del sida en nuestro tiempo”, patente en este taller.
Advierten de que “los índices de la pandemia siguen en aumento, poniendo en riesgo la vida de las personas, sobre todo de las poblaciones vulnerables que viven en situaciones de pobreza y exclusión”. En este sentido, constatan la escasez de programas de formación integral que acompañen procesos de maduración de la persona.
A pesar de los grandes esfuerzos realizados, han descubierto que sólo hay trabajos aislados para prevenir la pandemia. Afirman ser conscientes de que la solución “no está solo en manos de la Iglesia católica” por lo que se sienten llamados “a establecer alianzas estratégicas de trabajo con otros organismos gubernamentales y no gubernamentales, asumir un trabajo ecuménico con otras Iglesias, y de diálogo con otros credos para enfrentar este mal que azota a tantas personas”.
Un desafío tan grande, indican, “exige responder con grandes compromisos, involucrando a todos los creyentes y a personas de buena voluntad que están a favor de la vida de quienes sufren este flagelo”.
En la II parte del documento, titulada “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” (Lc. 10, 25), los asistentes al taller indican sensirse inspirados por “el ejemplo de Jesús, el Buen Samaritano, quien compadeciéndose de nuestras debilidades, viene hasta nosotros, comparte nuestra condición humana, sana nuestras heridas y nos devuelve la dignidad”.
Señalan sentirse llamados a hacer de la Iglesia “lugar de acogida, espacio de cuidado y atención a los hermanos heridos por el VIH y sida” y desean “asumir el desafío de poner en práctica las actitudes que tiene el buen samaritano con el caído al borde del camino, expresado en los siete verbos: ver, compadecer, acercarse, curar, montarlo en su cabalgadura, llevarlo a la posada y cuidarlo”. Estas actitudes, recuerdan, “identifican el compromiso del cristiano que se siente urgido a amar hasta las últimas consecuencias”.
Los participantes en taller del CELAM se dicen seguros de que, como discípulos misioneros de Jesucristo en este continente, no están solos. Cuentan con el amor de Dios derramado en sus corazones.
Su gracia, afirman, les ha sido dada como el “aceite y el vino” que “permite curar las heridas, fortalecer y restablecer la vida de quienes se encuentran enfermos y pasan necesidad”. Esta misión pastoral, subrayan, “tiene como centro a toda la persona y está orientada a restablecer la dignidad que Jesucristo nos ha conseguido con su pasión, muerte y resurrección”.
Con el título “Ve y haz tú lo mismo” (Lc. 10, 37), la III parte del documento afirman su sintonía con el documento de Aparecida, en el que se considera “de gran prioridad fomentar una pastoral con personas que viven con el VIH sida, en su amplio contexto y en sus significaciones pastorales: que promueva el acompañamiento comprensivo, misericordioso y la defensa de los derechos de las personas infectadas; que implemente la información, promuevan la educación y la prevención, con criterios éticos, principalmente entre las nuevas generaciones, para que despierte la conciencia de todos a contener esta pandemia” (DA 421).
Ante estos desafíos, teniendo en cuenta las orientaciones anteriores, proponen: “Vivir la experiencia de la conversión personal que nos lleve a un cambio de mentalidad, superando los prejuicios sociales y culturales que todavía persisten” en relación a esta pandemia, a fin de “manifestar el amor misericordioso de Dios, expresado de modo sensible en las palabras, gestos y acciones de Jesucristo”.
También motivar a las conferencias episcopales y diócesis para que tengan una organización específica de pastoral de acompañamiento a personas infectadas y a las que viven con vih”; abordar esta pastoral especifica desde el CELAM y las conferencias episcopales de una manera más articulada y orgánica; sensibilizar, formar y fortalecer las capacidades de todos los agentes de pastoral en vih/sida: laicos, religiosos/a, diáconos, seminaristas, presbíteros y obispos.
Por último, involucrar en esta pastoral a las personas que viven con vih; dar mayor importancia litúrgica y pastoral al Día Mundial del Sida; y crear espacios para compartir experiencias y materiales elaborados en las diferentes Iglesias en toda Latinoamérica y en El Caribe.
Concluyen pidiendo que “la Virgen María, quien con su presencia, silencio y compasión, acompañó a su Hijo hasta al pie de la Cruz (Cf. Salvifici doloris 26), y está al lado de los enfermos que sufren el dolor, sea nuestra inspiración y auxilio para que, con nuestra presencia, oración y compromiso, acompañemos de cerca a las personas afectadas por el VIH y sida, rostros sufrientes de Cristo en nuestro tiempo”.