Situación inquietante en la isla caribeña de Santa Lucía

La comunidad católica, aturdida por las muertes de origen racial

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CASTRIES, viernes, 7 enero 2011 (ZENIT.org).- La violencia aumenta de manera preocupante en la isla caribeña de Santa Lucía, al sur del departamento francés de ultramar de la Martinica. Existe un gran número de jóvenes parados, metidos en bandas, que atacan y roban a comerciantes y extranjeros. A ello se une el odio en la Martinica hacia los denominados békés, descendientes de antiguos esclavistas a los que se acusa de monopolizar la economía local.

Según informa a ZENIT Dale Norguen, en el último episodio de violencia, unos jóvenes asaltaron un importante comercio en Castries, la capital de Santa Lucía, y asesinaron a su dueña, una mujer mayor de origen indio.

Las exequias fúnebres por Vanita Mirpuri, el 17 de diciembre, casi eran un funeral de Estado. La mayoría de la gente llamaba Mama a la esposa de 69 años de Murli Mirpuri. Hace unos 39 años, ella y su marido, huyendo de la inseguridad en su nativa Liberia, se asentaron en la pacífica isla de Santa Lucía.

Tenían una tienda en Brazil Street, Castries. La pareja trabajaba el viernes por la tarde cuando intrusos armados entraron para robar la caja y dispararon contra ellos, matando a Mama.

Mientras la policía investiga, funcionarios, miembros de la oposición, clientes y amigos, se congregaron en la basílica menor de la Inmaculada Concepción para dar su último adiós a Mama, dando testimonio de su amabilidad y cercanía a los clientes: nunca les agobiaba. Contribuía a los programas para jóvenes de la Iglesia católica. Como dijo su marido, “era una persona universal; incluyendo diferentes pueblos, culturas y religiones”. Al funeral acudieron numerosos integrantes de la comunidad india, a la que pertenecía el matrimonio.

El padre Mitchel Francis presidió la ceremonia, compartiendo sus recuerdos de Mama: “Una de las enfermeras que la atendió el viernes por la tarde me dijo el sábado por la mañana que en sus 37 años como enfermera, nunca se había venido abajo ante su equipo. Pero no pudo soportarlo esa noche. Me dijo que iba a ir el sábado a recoger la aportación mensual de Mama para los pobres de la ciudad”.

“Mama era una esposa dedicada, madre, empresaria, amiga y confidente. Pasaba más de veinte horas al día cuidando a su familia, su casa, su negocio, orando y aportando a la comunidad”, dijo el sacerdote católico.

Acudieron al funeral el primer ministro y su gabinete así como miembros de la oposición. El diario St. Lucia Star informaba que también asistió el ministro de Seguridad Nacional Guy Mayers quien reveló un plan para afrontar el problema de la criminalidad, incluyendo la revisión de las leyes penales.

El padre Mitchel Francis conoció a Mama en su tienda: “Venía a rezar a menudo a la catedral, aunque era una devota hindú. Era una persona del pueblo, deseosa de ayudar donde se pudiera, ya fuera en el trabajo con jóvenes o haciendo un ‘descuento’ a un cliente que no tenía suficiente dinero”. La parroquia de la catedral era cliente suya desde hacía años. “Era una mujer dedicada a su trabajo, su familia y su espíritu”, dijo el párroco.

“Cuando hay personas que trabajan tan duro, tenemos el derecho a rebelarnos si viene alguien y cree que tiene derecho a aprovecharse de su esfuerzo. Tenemos derecho a rebelarnos. Se llama ira legítima. Pienso que vuestra presencia aquí no es sólo para apoyar a la familia sino para expresar nuestra ira a los jóvenes, especialmente aquellos que sienten que tienen derecho a vivir del sudor de otras personas”, dijo el sacerdote en medio de un sonoro aplauso.

Habló también del funeral al que acababa de asistir el día anterior por Javis Jn Baptiste aka Coco de Leslie Land, Castries. El joven de 29 años fue tiroteado el 5 de diciembre hacia las 8 de la mañana cerca del CDC de Jeremie Street. 

El padre Mitchel dijo sentirse cercano a la familia pero admitió que le enojaba la vida que Jn Baptiste eligió. Durante la homilía, dos hombres entraron en la catedral mientras hablaba el sacerdote, uno era de la banda del área del CDC y otro de la banda de Grass Street. El celebrante les pidió que corrigieran el camino que habían elegido.

Les dijo: “¿Cúando va a acabar esto?” y que sabía que habían entrado con pistolas ilegales a la iglesia ¡a la misa! El padre Mitchel les dijo que sabía por qué: “Todos vosotros sois cobardes, tenéis miedo. Poned vuestra casa en orden. No tenemos miedo. No tememos a gente como vosotros que roban nuestros móviles y nuestras joyas y que irrumpen en nuestras casas. No os tememos pero todos vosotros tenéis miedo de vuestras propias mentes y los unos de otros”.

Siguió su homilía dirigiendose a los parientes en duelo afirmando: “Mi corazón está con vosotros hoy pero ¿dónde estábais antes? ¿Os preocupásteis de ver en qué compañía estaba? ¿No os preocupaba hasta qué hora estaba fuera? ¿Os preocupásteis de él?”.

Subrayando la importancia de la unidad entre los fieles, el sacerdote insistió en la situación de criminalidad y violencia en el país, señalando que no es sólo responsabilidad del Gobierno. “Es un problema de la comunidad”, dijo. Refiriéndose al asesinato de Jn Baptiste, reveló que un feligrés fue testigo de todo el incidente pero rehusó ir a las autoridades por que temía por la seguridad de su familia.

El párroco acabó su sermón afirmando: “Tenemos que trabajar duro para tratar de erradicar el crimen. Puede que no seamos capaces de deshacernos de él todo juntos, pero debemos intentarlo, juntos. Es el único modo de sobrevivir. Nuestras vidas sociales han cambiado. Hay mucha gente que no quiere salir porque tiene miedo. No debemos permitir que nuestros criminales nos encarcelen. No debemos permitirlo”.

A los hechos violentos se une la devastación causada por el huracán Tomas. Para el arzobispo de Castries Robert Rivas, OP, todos estos hechos son ahora una oportunidad de “forjar una conciencia nacional que nos haga más interesados en el bienestar mutuo y de nuestro país”, afirma en su mensaje publicado en el St. Lucia Star el 4 de enero de 2011.

El huracán impidió celebrar la fiesta de Jounen Kwéyol, que celebra la cultura creole y apagó las fiestas navideñas. Tomas, sin embargo, afirma el arzobispo en su mensaje, “no puede ser para nosotros una excusa sino un punto de referencia para actuar. Las palabras del profeta Isaías deberían sonar altas y claras para nosotros esta Navidad: ‘¡Decid a los pusilánimes, sed fuertes! No temáis’ (Is 35: 4)”.

Aludiendo a la celebración de la fiesta nacional, a los últimos sucesos luctuosos y al huracán, afirma: “Tomas puede haber abierto nuevas heridas pero nuestra nación ha sufrido una hemorragia y se ha sentido agobiada durante mucho tiempo por una pesada carga de violencia y decadencia social”.

Entre el 3 y el 5 de diciembre de 2010, hubo cinco asesinatos en Santa Lucía. “El serio desprecio a la vida humana y la falta de respeto de la dignidad de la persona humana –afirma el pastor- tiene un efecto entumecedor sobre las vidas de todos nuestros ciudadanos. La conducta antisocial y la continua desaparición de valores y estándares morales están disminuyendo nuestro bienestar más incluso que el mayor desastre que pueda causar un huracán. No hay sucedáneos para el respeto propio y hacia los otros, el respeto a la vida y la dignidad humanas o para la justicia, verdad, paz, y rectitud moral”.

Reflexionando, en torno al Día de Oración por la Nación, el 13 de diciembre, afirma: “Está claro que hay un valor en reunirse a orar y practicar la solidaridad en tiempo de crisis”. “Somos una nación de creyentes y en tiempo de crisis y angustia nuestra fe debe ayudar a interiorizar. No podemos permitir que nos supere la oscuridad del temor o la desesperanza. En la unidad hay fuerza y vinculación. Por la fe llega la curación y la esperanza”.

El arzobis
po de Castries afirma que “el sufrimiento humano nos ha unido y a lo largo de todo el país hay preocupación y solidaridad. ¿No es este el mensaje de Navidad? Claramente es un signo de esperanza”. “Estoy profundamente agradecido a todos aquellos que han respondido a las necesidades de sus prójimos tras el huracán y os animo a seguir llegando a todos aquellos que lo necesitan también en 2011”.

La archidiócesis han planificado y realizado con éxito tres talleres para ayudar a los afectados a afrontar el trauma. “La gente desea realizar un servicio y participar en el proceso de curación. Esto también es un signo de esperanza”, comenta el arzobispo Rivas.

Es inquietante también la situación del establecimiento penitenciario de Ducos. Esta única prisión de la Martinica, que es simultáneamente centro de detención de inmigrantes, sufre hacinamiento y falta de vigilantes. En julio de 2009, el número de internos experimentó un pico de 920 detenidos, cuando su capacidad es de 570 plazas.

El Gobierno anunció el proyecto de ampliar en 160 plazas su capacidad pero se prevé suprimir los espacios deportivos y los talleres para la población penal, algo denunciado por algunos políticos. Dada la tasa de paro en el departamento, una gran parte de la población penal ya no tiene trabajo. El deporte es la única actividad que permite al detenido desfogarse. Los martiniqueños no comprenderían que el Gobierno persista en la creación de este auténtico polvorín al suprimir el espacio vital del que actualmente disfrutan los detenidos.

Otro foco de violencia en la Martinica es el enfrentamientos entre jóvenes parados y/o afiliados a sindicatos y los descendientes de algunas antiguas familias que utilizaron trabajo esclavo. A estas personas se les denomina békés.

El 12 de diciembre de 2010, se publicó en medios sindicalistas franceses la noticia de un juicio en la Martinica, ignorado por los grandes medios de comunicación. La noticia dice: “La justicia colonial contra la secretaria general de la CGT [Confederación General del Trabajo], en Martinica”.

Los medios sindicales apoyan a Ghislaine Joachim-Arnaud, secretaria general de la CGT de Martinica, que compareció ante el tribunal correccional de Fort-de-France, el 15 de diciembre de 2010, acusada de incitar a la discriminación, al odio o a la violencia contra los békés .

Casi al mismo tiempo, un miembro destacado de la economía de la Martinica fue juzgado y condenado por defender el trabajo esclavo y por comportamientos racistas.

El 15 de diciembre, AP publicaba la noticia de que, en Fort de France, un tribunal halló a un hombre de 84 años culpable de un crimen contra la humanidad por defender la esclavitud en una entrevista en televisión, y lo sentenció a pagar una multa de unos diez mil dólares.

Alain Despointes hizo los comentarios en un momento en que el territorio caribeño francés está convulsionado por protestas contra los altos precios y los bajos salarios y por el resentimiento hacia los blancos descendientes de los originarios propietarios de esclavos que controlan la mayoría de la economía local.

Despointes, que forma parte de la élite béké, también criticó los matrimonios mixtos durante la entrevista emitida a finales de enero de 2009, y dijo que esperaba “preservar su raza”. Es el primer martiniqueño condenado bajo la ley francesa de 2001 que declaró la esclavitud como delito contra la humanidad.

Es un conocido empresario, con más de quinientos empleados, el mayor botellero y distribuidor de, entre otros productos, la Coca Cola y Yoplait.

Además de la multa, se obligó a Despointes a publicar una carta explicando el caso y donando más de tres mil dólares a una organización local de defensa de los derechos civiles. El tribunal añadió un cargo separado de provocación e incitación al odio racial. El fiscal Xavier Hubert pidió un año de prisión, pena que podría ser suspendida si Despointes contruye un monumento memorial dedicado a los esclavos.

Espera un veredicto por cargos similares la citada Ghislaine Joachim-Arnaud, por escribir un eslógan en lengua creole en el que afirmaba que la Martinica pertenecía a la mayoría negra y acusando a los békés de ser “ladrones” y “gorrones”.

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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