CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 19 enero 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario a los textos bíblicos y de oración escogidos para el tercer día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 20 de enero.
El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos. La base del texto ha sido redactada por un equipo de representantes ecuménicos de Jerusalén.
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Día tercero – La asiduidad a la enseñanza de los apóstoles nos reúne
Lecturas
Isaías 51,4-8
Prestadme atención, gente mía
Salmo 119, 105-112
Tu palabra es antorcha para mis pasos
Romanos 1, 15-17
Dispuesto a proclamar la buena noticia
Juan 17,6-19
He dado a conocer tu nombre
Comentario
La Iglesia de Jerusalén en los Hechos de los Apóstoles se unía en la asiduidad a la enseñanza de los apóstoles, a pesar de la gran diversidad de lenguas y culturas entre sus miembros. La enseñanza de los apóstoles consiste en dar testimonio de la vida, de la enseñanza, del ministerio, de la muerte y de la resurrección del Señor Jesús. Su enseñanza se resume en lo que San Pablo llama simplemente “el Evangelio”. Se encuentra un ejemplo de la enseñanza de los apóstoles en la predicación de San Pedro en Jerusalén, el día de Pentecostés. A partir del profeta Joel, la Iglesia se vincula a la historia bíblica del pueblo de Dios, llevándonos al relato que comienza con la creación.
A pesar de nuestras divisiones, la Palabra de Dios nos reúne y nos une. La enseñanza de los apóstoles, la buena noticia para todos en su plenitud, estaba en el centro de la unidad en la diversidad de la primera Iglesia de Jerusalén. Los cristianos de Jerusalén nos recuerdan hoy que no era solamente “la enseñanza de los apóstoles” lo que unía a la Iglesia primitiva, sino su asiduidad a esta enseñanza. Es también la asiduidad que refleja San Pablo cuando califica el Evangelio como “poder de Dios para la salvación”.
El profeta Isaías nos recuerda que la enseñanza de Dios es inseparable del “juicio, luz de los pueblos”. Y el salmista ora así: “Tu palabra es antorcha para mis pasos; es la luz en mi sendero. Mi herencia perpetua son tus mandamientos, alegría de mi corazón”.
Oración
Dios de luz, te damos gracias por revelar tu verdad en Jesucristo, tu Palabra de Vida, que recibimos a través de la enseñanza de los apóstoles, transmitida en primer lugar en Jerusalén. Que tu Espíritu Santo siga santificándonos en la verdad de tu Hijo, para que por nuestra unidad en él crezcamos en la asiduidad a tu Palabra y sirvamos juntos tu Reino en la humildad y en el amor. Te lo pedimos en nombre de Jesucristo. Amén.