Ecumenismo, “proceso lento, pero sólido y fructífero”

Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos

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TEHUACÁN, sábado, 22 de enero de 2011 (ZENIT.org-El Observador).- Al celebrarse el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, el obispo de Tehuacán, monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, comparte esta reflexión sobre la esencia en Cristo de dicha unidad, misma que -en opinión del prelado mexicano-«es un proceso lento, pero sólido y fructífero».

 Unidos por Cristo

 

 

Del 18 al 25 de enero celebramos cada año la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Por un lado constatamos que quienes creemos en Cristo no estamos unidos, sino a veces hasta profundamente divididos; pero, por otro, queremos y oramos por la unidad, como Cristo mismo oraba, diciendo: «Padre, que todos sean uno, como tú y yo somos uno» (Juan 17, 21).

De modo que sea en verdad Cristo quien nos una. El verdadero seguidor de Cristo está llamado a colaborar para que esa oración de Cristo sea eficaz.

El Papa Juan Pablo II, al inicio de este milenio, nos lanzaba a «recomenzar desde Cristo»; y el Papa Benedicto XVI ha reiterado numerosas veces que todo empieza en el encuentro con Cristo, que transforma nuestra vida. La conversión es, entonces, cultivar ese estar con Cristo, seguir a Cristo, anunciar a Cristo, celebrar a Cristo, servir a Cristo en cada pensamiento, cada relación y servicio, donde quiera que estemos, aprendiendo de san Pablo, que decía: «Ya no soy yo quien vive, sino Cristo que vive en mí» (Gal 2, 20). Esto no significa nuestra alienación o despersonalización, sino la plenitud de nuestra persona.

No es fácil ni cómodo llegar a ese nivel conseguido por san Pablo, porque implica mucha renuncia a la obsesión ególatra de ser valorados y amados; más bien hacer paz en el corazón, si vivimos es porque ha habido personas que nos han amado, sobre todo las Personas de la Trinidad Santísima, lo cual nos fortalece para saber olvidarnos de nosotros mismos y pensar en el bien de los demás, con paciencia, con dulzura, con amabilidad.

Trabajar y orar por la unidad en Cristo es un proceso lento pero sólido y fructífero. De modo que invito a los católicos y a los no católicos pero creyentes en Cristo, a que nos dejemos unir por Quien es el centro de nuestra fe, porque se ha proclamado como «Camino, Verdad y Vida» (Juan 14, 5) y que en lugar de pelearnos con un proselitismo agresivo y competitivo, nos esforcemos en dar testimonio de Cristo en un diálogo respetuoso, sereno y abierto a los Dones del Espíritu Santo.

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ZENIT Staff

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